12 de noviembre de 2007
 
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12 de noviembre de 2007

Espacios culturales a la carta

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) – Los múltiples espacios literarios abiertos por el Instituto Cubano del Libro en Ciudad de La Habana, muestran una diversidad temática y de géneros que permiten visualizar el acontecer cultural de la nación.

Sin embargo, muy pocos seguidores y críticos del pulso literario del país suelen aprovechar estas opciones.

El contacto directo con el autor, las motivaciones estéticas, políticas, sociales y económicas que inspiraron el libro, así como los mecanismos de creación y otras aristas conceptuales que anteceden el proceso creativo y el acabado de la obra, se convierten en fuente de conocimiento para el lector.

Si a esto le sumamos los debates de toda índole que generan estos encuentros, no hay dudas de que constituyen el espacio propicio para expresar libremente una opinión, ya sea en contra o como apoyo al texto.

Y nadie me diga que no se puede hablar sobre cualquier tema o cuestión, pues más allá de la censura institucional, sobran los ejemplos que corroboran la amplitud de debates nacida en estos espacios.

La presentación de libro de ensayos La causa de las cosas, de Desiderio Navarro, presentado en uno de los habituadles sábados del libro que se efectúa en los portales del Palacio del Segundo Cabo, en la capital, abrió debate sobre la política cultural cubana, donde la marginalidad de un autor y la prohibición de libros por razones extra literarias, estalló entre las manos del ministro de Cultura Abel Prieto, del presidente del Parlamento Cubano, Ricardo Alarcón, y de otros miembros del gobierno, como Iroel Sánchez, presidente del Instituto Cubano del Libro.

Asimismo, las ventajas y desventajas del mercantilismo editorial, la libertad temática y el empleo de cuanto mecanismo permita la creación de una obra sólo limitada por el talento del autor, fueron abordados con libertad de criterios, tanto por los ponentes como por quienes estuvieron presentes en el escenario que cada mes abre el Centro Dulce María Loynaz para escritores y público en general.

Por otra parte, la posibilidad de adentrarse en las contradicciones y proyectos de la revolución cubana en cuanto a las problemáticas de género y racial (por sólo citar algunas posibilidades temáticas confrontadas entre especialistas del más alto nivel y el público) se debate el último jueves de cada mes por el Consejo Editorial y los colaboradores de la revista Tema, en su espacio permanente del Centro Cultural Fresa y Chocolate.

Otros espacios como el que cada viernes pone a disposición del público la librería Ateneo, conducido por la escritora Marilyn Bobes; el Aire de Luz, el primer jueves del mes en los portales del Palacio del Segundo Cabo, bajo la dirección de la poetisa Basilia Papastamatiu, o el concurrido Libro a la Carta, que cada mes tiene lugar en el Salón de los Espejos del Instituto Cubano del Libro, son opciones no sólo para estar al día en lo que acontece en el sector cultural del país, sino también para discrepar, proponer soluciones y compartir criterios que abran un camino hacia la verdadera democracia dentro de la creación artística y literaria.

Si nos alejamos de estos espacios, debido a escepticismo que embarga al ciudadano que ha sufrido la intolerancia de la revolución, de seguro dejamos ese espacio a quienes como el personaje de la novela El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, quieren que todo cambie para que todo siga igual.

La oferta y la demanda de criterios pastan libres en estos espacios. Se encuentran al alcance del lector en El libro a la carta. El menú, al menos, lo escoge y pone usted.


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