Datos
negros de La Habana
Luis Cino
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Ser negro y joven en La
Habana es un oficio duro y riesgoso, me comentó hace un par
de años un amigo rasta de Mantilla. Sus trenzas lo hacían
víctima de la suspicacia policial. Lo acusaban a menudo,
como a muchos de sus amigos, de importunar a los turistas. Se casó
con una sueca y hoy vive en Helsingborg.
Es frecuente que las rondas policiales exijan los
documentos de identidad a los jóvenes negros de ambos sexos
por las calles de La Habana. Al parecer, la policía considera
que son particularmente proclives al delito y al “jineteo”.
Las áreas más ruinosas de La Habana,
paralelas a la ciudad virtual para turistas que muestra Eusebio
Leal, albergan mayor proporción de negros y mulatos que de
blancos.
Los municipios Habana Vieja y Centro Habana ejemplifican
bien la persistencia de estos patrones residenciales.
Los negros y mulatos representan alrededor del
36% de la población de la ciudad, pero su proporción
en dichos municipios es de 44 y 47 % respectivamente.
Según los últimos censos de población,
alrededor del 13% de los habaneros vive en solares y cuarterías.
En Habana Vieja y Centro Habana se triplica la proporción
de los que habitan en casas de vecindad.
El 14% de los habaneros vive en esos municipios,
pero en ellos está casi la mitad de las casas de la capital
con serios daños estructurales.
La proporción de casas con baños colectivos
era 3 a 4 veces más alta en Habana Vieja (36%) y Centro Habana
(24%) que en el resto de la ciudad.
Estos barrios, caracterizados por altas densidades
de población no blanca y por un entorno deteriorado, son
percibidos por las autoridades como centros de actividad delictiva.
Parece ser que, según los criterios de la
PNR, la geografía de la criminalidad está vinculada
a la raza y la pobreza.
El 31 % de las áreas oficialmente clasificadas
por la PNR como focos delictivos en La Habana durante la pasada
década, estaban localizadas en los tres municipios con las
proporciones más altas de negros y mulatos en la ciudad:
Habana Vieja, Centro Habana y Marianao. Sin embargo, los 3 municipios
sólo comprendían menos del 20% de la población
total de la capital.
Un estudio encargado por el Fiscal General de la
República en 1987 reveló que en más del 70%
de los casos, la designación de un área como “foco
delictivo” no reflejaba necesariamente índices delictivos
más altos que en el resto de la ciudad. Eran las percepciones
policíacas las que convertían estas áreas,
con alta densidad de población negra y de bajos ingresos,
en focos delictivos.
Los índices de criminalidad eran superiores
en barrios considerados como menos peligrosos por la policía,
tales como Arroyo Naranjo, Cerro y San Miguel del Padrón.
Según los resultados del estudio, de un total
de de 643 casos de “peligrosidad predelictiva” sometidos
a los tribunales en Ciudad de La Habana entre mayo y diciembre de
1986, 345 acusados eran negros y 120 mulatos. Los no blancos eran
el 78 % de todos los individuos considerados como socialmente peligrosos.
Un blanco de cada 5 mil 430 enfrentaba cargos de
peligrosidad social, comparados con un negro de cada 713. Los negros
fueron declarados “socialmente peligrosos” 7,6 veces
más que los blancos y 3,4 veces más que los mulatos.
Raicel Pérez Oliva, un joven negro de 17
años, residente en el Reparto Eléctrico, Arroyo Naranjo,
fue arrestado durante la Operación Contención, a inicios
de 2005. Por no estudiar ni trabajar lo acusaron de “peligrosidad
predelictiva”. Lo condenaron a 4 años de prisión
en el Combinado del Este.
La peligrosidad social, un préstamo
tomado de la panoplia jurídica fascista de Benito Mussolini,
ha sido utilizada durante más de dos décadas para
caracterizar conductas de determinados jóvenes negros que
no difieren sustancialmente de las de los habaneros de piel más
clara.
Las desigualdades provocadas por el Período Especial agravaron
la situación. Activistas de derechos humanos han denunciado
que más del 84% de las víctimas de los operativos
de la policía contra “elementos antisociales”
en los últimos años, son negros y mulatos con edades
entre los 17 y los 30 años.
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