PRENSA INDEPENDIENTE
Marzo 13, 2007

SOCIEDAD
Sobre agua y mentalidades

Fabián D. Arcos

LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - El hecho de vivir en una isla confiere a sus habitantes determinadas características que los diferencian en parte a los que viven en territorio continental. Y claro, no es lo mismo vivir en Terranova, en Canadá, que vivir en Santo Domingo, en medio del Caribe tropical. Y si se trata de Cuba, la otrora Perla de las Antillas, el paraíso tropical de tantos turistas, la diferencia es mucho mayor, en especial por la forma de pensar de sus pobladores.

La diferencia se atiza cuando el 70 % de sus actuales residentes han vivido en un sistema político y social que de por sí los aísla también de un mundo que clama por la globalización y el fin de las fronteras. Medio siglo han bastado para crear una forma de pensar sui géneris, mejor explicado por el realismo maravilloso de Alejo Carpentier que por cualquier manual de psicología.

Eso permite que muchos cubanos no entiendan la manera de razonar de cualquier ciudadano de otro rincón del mundo (inclusive de otras islas); la encuentran ilógica. E ilógica encuentran los extranjeros la forma de pensar de esos cubanos.

Un ejemplo elocuente es lo ocurrido en la provincia Holguín, en el oriente cubano. Ese territorio, junto a Camaguey, Las Tunas, Granma, Guantánamo y Santiago de Cuba, fue de los más azotado por la última y gran sequía con que la naturaleza inauguró el presente siglo.

Holguín, la capital provincial, con 300 mil habitantes, fue de las urbes orientales más seriamente afectada. Contaba con tres fuentes para el abasto de agua y se agotaron en pocos meses. Las autoridades locales organizaron puntos de venta de agua potable a la población y se habilitaron camiones cisternas para el abastecimiento. El agua se traía desde la presa Guirabo y otros pozos, al agotarse prematuramente la presa Cacoyuguín, que abastecía al alcantarillado de la zona norte de la ciudad.

Con la desecación del manto freático y el incremento de la extracción en la presa Guirabo, principal abastecedora de la ciudad, se inició la construcción de una conductora de agua desde el río Cauto, el más largo y caudaloso de Cuba, hasta la referida presa, para tratar de mantener el consumo de agua de la población. Se llegaron a crear 184 puntos de venta de agua en toda la ciudad, abastecidos por cientos de camiones cisternas, muchos de ellos llegados de las provincias occidentales del país.

La situación creada entre 2004 y 2005 comenzó a revertirse el pasado año cuando comenzó a mejorar el régimen de lluvias en la región oriental, y ya para diciembre, con la entrada de los frentes fríos que originaron fuertes lluvias en la región, las 18 presas de esa provincia llegaron a almacenar 519 millones de litros de un potencial de 568. Catorce presas vertían sus aguas. Se consideró que la terrible y peor sequía sufrida por la ciudad había concluido.

Sin embargo, los 184 puntos de venta de agua a la población no han cesado sus operaciones. La mayoría de los holguineros sigue comprando agua para beber, pese a que las condiciones higiénicas de muchos de ellos distan de ser las mejores. Y ello crea un nuevo problema: la población se queja de escasez de agua cuando la red de alcantarillados se ha restablecido en un elevado por ciento.

Los carros cisternas de las empresas y de las provincias occidentales retornaron a sus lugares de origen al concluir la sequía. Y la Unidad Municipal de Acueductos y Alcantarillado de la ciudad no posee los recursos necesarios para abastecer todos esos puntos, generando la queja airada de la población. El agua que llega desde las presas Guirabo y Gibara por las redes del alcantarillado abastecen a los repartos Vista Alegre, Pedro Díaz Coello, Hermanos Aguilera, Villanueva, Nuevo Holguín, Pueblo Nuevo, 26 de Julio, Hilda Torres, Alex Urquiola, Ramón Quintana y el 70 % de la población del casco histórico, pero sus habitantes prefieren asistir a los puntos de venta a adquirir el agua.

¿A qué se debe esta inexplicable actuación de los holguineros? Las autoridades aseguran que el agua de las redes del alcantarillado posee plena calidad para el consumo humano, pero los lugareños prefieren adquirirla pagando en puntos cuya higiene dista mucho de lo necesario. Holguín es la única ciudad del país que posee un sistema organizado de venta de agua potable.

Quizás los holguineros se tomaron demasiado en serio las advertencias dadas por el máximo líder de que las provincias orientales tenían que prepararse para mal vivir en las condiciones que imponía la sequía, y temen que ante otra nueva adversidad climática, ya desmantelados los puntos de venta del agua, vuelvan a repetirse las calamidades.

Sea lo que sea, la situación es digna de un estudio no sólo de especialistas y sociólogos, sino hasta de psicólogos sociales. Quizás en ese mecanismo mental sui géneris se pueda entender cómo un pueblo de tradición heroica, acepte callado la presencia de un sistema que atenta contra su normal desarrollo humano. Y ello trace pautas para, una vez conocida la enfermedad que aqueja a nuestro pueblo, se pueda encontrar la mejor medicina, y con ello la solución a cinco décadas de mal gobierno.


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