PRENSA INDEPENDIENTE
Marzo 8, 2007

SOCIEDAD
Un buzo de tierra firme

Guillermo Fariñas Hernández, Cubanacán Press

SANTA CLARA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - El aire aquel sábado de febrero era demasiado caluroso para el invierno cubano. Un sujeto desgarbado, raído, ripiado, dijo: "Tengo que venderle pronto esta mercancía al sombrillero, si no me quedo sin ron hoy también".

Tiene 43 años. Quienes no lo conocen dirían: "Es un loco o un borracho", pues aparenta 60 abriles. La adicción al alcohol lo tiene atrapado en un túnel sin salida, donde él intuye que no verá la luz, lo que se traduce en volver a la normalidad.

Él refuta que no es un demente y mucho menos un alcohólico perdido; sólo un individuo necesitado de ron, el que sea, para su maltrecho cuerpo. Abordó al "Abuelo" bruscamente. El viejo se dedica a reparar sombrillas y paraguas en su propio hogar de la calle Maceo, en Santa Clara.

De pronto la conversación se tornó áspera, los transeúntes más observadores la calificaron de agresiva, porque el hombre con apariencia de mendigo quería obligar al anciano a comprarle un par de sombrillas muy herrumbrosas, mientras el viejo alegaba que esas no les servían para recomponerlas y venderlas después.

El borracho perdió la paciencia, pues sabía que si no le vendía al sombrillero, su recurrente, impaciente y desesperada garganta no probaría el bendito sabor del delicioso "Chispa de tren" -la bebida de los perdedores, como le gustaba afirmar al periodista independiente y poeta, prisionero de conciencia, Ricardo González Alfonso.

Con la voz descompuesta y gritos de: "¡Viejo abusador, tienes que comprarme todo lo que yo te traigo!", se plantó en el medio de la transitada arteria, y sacando de un sucio saco de yute que traía algunos zapatos viejos, comenzó a lanzarlos contra el viejo. También llaves de agua, paletas de ventiladores, tubos plásticos, calderos de cocina y muchas cosas más.

Como por arte de magia aparecieron en el lugar cuatro carros patrulleros de la policía, ya que en el puesto de mando de orden interior de la provincia Villa Clara, se recibió la denuncia de que frente a la Asamblea Provincial del Poder Popular un individuo desconocido estaba haciendo un escándalo público. Pensaron que se trataba de manifestación contrarrevolucionaria.

Contó después Bárbaro Fraga Rodríguez que los gendarmes lo condujeron a la tercera unidad de la Policía Nacional Revolucionaria. Allí, tras las acostumbradas bofetadas "reglamentarias" y una buena pateadura con botas de casquillos metálicos, lo multaron con 60 pesos, y de un empujón lo sacaron del recinto policial.

Barbarito, como es conocido en la barriada, dice que al patearlo se olvidaron que fue combatiente en Angola, destacado en unidades militares en Funda y Moxico, y que tras el regreso a su patria ejerció como policía en la capital, específicamente en la unidad policial del municipio Cerro, ubicada en Infanta y Manglar. Después pasó a la Brigada Especial Nacional de la Policía.

En ese puesto fue condenado a varios años de privación de libertad por un tribunal militar, por negarse a participar durante los años 90 del pasado siglo en un desalojo contra compatriotas venidos de las provincias orientales, en el poblado Casablanca, en Ciudad de La Habana. Lo acusaron de insubordinación.

Barbarito se casó al salir de prisión con una campesina de Manicaragua, pero tenía antecedentes penales, y el General de Brigada Orlando Lorenzo Castro, apodado "Pineo", no le permitió vivir en el lomerío, porque la cordillera del Escambray es considerada zona militar especial, donde no se les permite vivir a los ex -reclusos.

Se dedicó a trabajar como "destructor", especie de vendedor por cuenta propia de artículos de acero para utilizar en construcciones particulares. El acero era sacado clandestinamente de los miles de obsoletos túneles fabricados, para proteger a los cubanos de los supuestos bombardeos de Estados Unidos.

Ya la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana no se toma ni el trabajo de citar a Barbarito a sus sistemáticas reuniones o actividades porque se le considera un apestado. Alguien le dijo que había sido borrado de las listas en las computadoras donde se guardan a los fidelistas que fueron guerreros.

Ahora se levanta a las 5 de la madrugada y camina desde su domicilio en calle Estrada Palma # 106 entre Río y Alemán, en el barrio La Chirusa, hasta el vertedero de Vegas Nuevas, para sumergirse en la basura y recoger desechos sólidos para revenderlos, y así comprar ron barato hecho en casa. La comida no le interesa, y aclara, sonriente: "Soy un buzo de tierra firme".


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