Tiempo
versado en fuegos
RAUL RIVERO
Madrid -- Se va a acabar otro año. Se acabará mañana
para todo el mundo. Y, en Cuba, donde los expertos y los sabios
anunciaron desde hace meses cambios inmediatos y renovaciones favorables,
se han producido sólo variaciones en los partes médicos
sobre la salud de Fidel Castro y una clara ofensiva de las camisas
rojas de Venezuela y su gorila fundamental.
La zona visible, oficial, exterior del país,
se ha movido en la misma dirección de siempre. El camino
errático y tempestuoso del totalitarismo, desde los umbrales
del desfiladero donde vivaquea y organiza piñatas, hasta
las regiones más hondas y espesas en las que un hombre parece
una hormiga. Y es una hormiga.
Los jerarcas se han dejado querer. Han permitido
que se extienda el rumor y que circule por la vieja Europa, por
ciertas geografías del continente americano y por los pasillos
de muchas instituciones internacionales. Han soplado con sigilo
el comentario de que se preparan grandes acontecimientos en las
sombras porque ese los fortalece y les hace caer a todos en la lista
de posibles reformistas y demócratas.
Sí. Los graves y despiertos sirvientes de
más alto nivel, los que usan la librea debajo de las guayaberas,
contribuyen a que se riegue --con adornos, frases definitivas, comentarios
agudos-- la idea de que en los mismos gabinetes donde se han escrito
los decretos y las leyes para reprimir y arruinar la nación
hay grupos de gente iluminada que trabaja con un reloj en hora para
ordenar que comience el tiempo de las transformaciones.
Han dado instrucciones para que a ciertos escribidores
de lobregueces se les permita salirse, con moderación y miedo,
de las líneas maestras y ayuden a diseminar sus falsos planes.
Se pagaron y se pagan espacios para que esa ilusión, con
raíces y ambiciones de marabú, oculte la realidad
y haga confuso, verde y espinosa la frontera del horizonte.
Pero ellos, en realidad, siguen su ruta. Más
de 100 presos en menos de un mes, anuncio de pequeños quicios
controlados para que la gente diga lo que todos saben, elecciones
bajo la carpa del teatro, el nuevo paganini de la dictadura que
ahora habla lo mismo en Barinas que en Baraguá y el viejo
discurso empalagoso al que le han dibujado unos portones de salida
por temor a que la jáquima les queme las manos.
Eso nada más. Un embuste diferente, ensamblado
sobre la marcha, para continuar en los palacios robados al trabajo
y las vidas de los cubanos y para garantizar la continuidad de sus
privilegios y canonjías que ya les entregan sin caretas y
sin mamparas a los hijos y a los hijos de sus hijos.
Nada cambia en la superficie, en el cielo raso de
ese país. No pasa nada que ellos no quieran. Desde la firma
de 14 convenios con Hugo Chávez (fue después a manchar
la tumba de José Martí) hasta llevar a Naomi Cambell,
enamorada platónica de Fidel Castro, a visitar una casas
construidas con derivados del petróleo.
Son ellos. Ese es su estilo. La entrega del país
a un analfabeto de otros rumbos que habla de Cuba como si fuera
el traspatio de su casa y de los cubanos como un refuerzo de su
tropa de tanquistas y gritones.
Pero hay cambios. Se producen todos los días,
cada minuto en la gente que padece bajo esa parálisis, bajo
los globos de los rufianes. Se producen en los grandes sectores
que no creen en las puertas que pintan en las arengas políticas
porque no esperan nada de quien en medio siglo no ha dado nada.
Se transforman y crecen y buscan puntos de unión
los grupos opositores y los bibliotecarios, los periodistas y los
activistas de la sociedad civil. Evolucionan los demócratas
que llevan años frente a la dictadura y avanzan en la búsquedas
de fórmulas que les permitan dejar su marca en el camino.
Y cambian, se hacen invencibles, los presos políticos
en medio de los tormentos y los peligros, en el vecindario de la
muerte porque saben que por ellos está en escena la línea
más pura y legítima de la lucha por la libertad: las
Damas de Blanco.
Salud, fuerza, confianza y poesía para
ellos en el año nuevo.
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