Para
Cuba, feliz Navidad
NICOLAS PEREZ
Acaba otro año más. Y regresa al galope el amor a
la tierra que nos vio nacer, el tormento por el regreso, el dulce
y ácido sabor del camino que nos queda por recorrer, pero
sobre todo una nostalgia que nos ahoga la garganta. La nostalgia
por los cubanos de la isla, los que dejamos atrás.
Lo dije una vez, ese criollo de ojos de caimito y
piel empercudida, que se las sabe todas, gritón y exagerado,
capaz de hacer un favor sin miserias al amigo o al enemigo y dueño
de una fácil sonrisa. Esa mujer de cintura estrecha, grupa
prominente y que huele a humo y escaramujo soleado cuando despunta
el atardecer; madre de todas las hijas e hija de todas las madres,
y al propio tiempo, sensual; que lo mismo plancha una guayabera
con almidón de yuca que baila como una sílfide un
ballet de Piotr Ilich Tchaikovsky. ¿Viven ellos todavía
en Cuba?
Pienso que sí, que allá nos esperan.
Y no sueño con que sean los mejores seres humanos del mundo.
Pero son los nuestros y los bendigo. Y los miro desde lejos como
ellos nos deben mirar, con curiosidad y afecto, a pesar de nuestras
pasiones mezquinas y debilidades humanas.
Porque hubo un tiempo en que los cubanos provocamos
la hecatombe, fruto del odio y la estulticia colectiva. Y convoyamos
esa hecatombe gritando paredón con el rostro huraño
y la boca torcida; superficiales y espiritualmente corrompidos,
a paso de conga, como si estuviésemos en un carnaval y no
ante una tragedia nacional.
Pero a pesar de estos pesares, en cuanto rompa el
corojo regreso a Cuba.
Quizás a morirme de asco, porque no soy ingenuo.
Sé que allá no voy a encontrar el Edén perdido
y van a suceder cosas deplorables. Por ejemplo, al principio quizás
la intransigencia va a ser más fuerte que la tolerancia,
y correrá la sangre.
Más tarde, es posible que veamos cómo
pactan los extremos de nuestro arco iris político, porque
parodiando al cineasta Truffaut: ''La ideología es efímera
y los intereses, eternos''. A los que piensan como yo, antiguos
miembros del Partido Comunista nos acusarán de izquierdistas,
y nacionalistas exiliados de nuevo cuño, de agentes de la
CIA. Pero aunque sé que voy a sufrir más heridas que
un gorrión en las ramas bajas de un marabú en el medio
de una ventolera, regreso a Cuba a terminar lo que comencé
en avión, en balsa o nadando.
Porque claro está, allá no vamos a
tener las comodidades que disfrutamos en esta generosa nación
que nos ha acogido con tanto amor. Allá no va a haber Social
Security ni welfare, ni Medicare ni Medicaid, ni expressways ni
coctails. Tampoco jamón prosciutto, whisky Dewars ni cigarrillos
Marlboro. Ni pulóveres del caimancito ni pitusas Jordache.
Poco aire acondicionado y mucho abanico. Y ni soñar con delicatessen
donde poder encontrar queso Camembert o pan francés (en ocasiones
no va a haber ni siquiera un salado trozo de pan).
Pero les aseguro que voy a ir viviendo porque la
suela y el tacón de mis zapatos se van a embarrar con una
tierra donde no va a ser necesario que exista el SALAD, pues ni
en la Habana Vieja ni en el Vedado se le va a ocurrir a un loco
discriminar a un cubano.
Nadie me botará de mi empleo por hablar en
español. Para ningún sitio me podrán deportar,
y mis tres hijos y tres nietos sin reformas a la Constitución
van a tener la oportunidad de ser presidentes de la república
de Cuba. Qué lindo, ¿no?
Y tendré palmas reales a la orilla de todos los caminos y
el color del mar de Varadero a mano, para que mis ojos reciban de
cuando en cuando un milagro de sal, sol y azul. Y finalmente lo
vital, voy a recuperar lo que me duele su falta casi físicamente.
Nada material, me refiero a mi patria, a la cual le deseo una feliz
Navidad.
nicop32000@yahoo.com
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