25 de diciembre de 2007

Para Cuba, feliz Navidad


NICOLAS PEREZ


Acaba otro año más. Y regresa al galope el amor a la tierra que nos vio nacer, el tormento por el regreso, el dulce y ácido sabor del camino que nos queda por recorrer, pero sobre todo una nostalgia que nos ahoga la garganta. La nostalgia por los cubanos de la isla, los que dejamos atrás.

Lo dije una vez, ese criollo de ojos de caimito y piel empercudida, que se las sabe todas, gritón y exagerado, capaz de hacer un favor sin miserias al amigo o al enemigo y dueño de una fácil sonrisa. Esa mujer de cintura estrecha, grupa prominente y que huele a humo y escaramujo soleado cuando despunta el atardecer; madre de todas las hijas e hija de todas las madres, y al propio tiempo, sensual; que lo mismo plancha una guayabera con almidón de yuca que baila como una sílfide un ballet de Piotr Ilich Tchaikovsky. ¿Viven ellos todavía en Cuba?

Pienso que sí, que allá nos esperan. Y no sueño con que sean los mejores seres humanos del mundo. Pero son los nuestros y los bendigo. Y los miro desde lejos como ellos nos deben mirar, con curiosidad y afecto, a pesar de nuestras pasiones mezquinas y debilidades humanas.

Porque hubo un tiempo en que los cubanos provocamos la hecatombe, fruto del odio y la estulticia colectiva. Y convoyamos esa hecatombe gritando paredón con el rostro huraño y la boca torcida; superficiales y espiritualmente corrompidos, a paso de conga, como si estuviésemos en un carnaval y no ante una tragedia nacional.

Pero a pesar de estos pesares, en cuanto rompa el corojo regreso a Cuba.

Quizás a morirme de asco, porque no soy ingenuo. Sé que allá no voy a encontrar el Edén perdido y van a suceder cosas deplorables. Por ejemplo, al principio quizás la intransigencia va a ser más fuerte que la tolerancia, y correrá la sangre.

Más tarde, es posible que veamos cómo pactan los extremos de nuestro arco iris político, porque parodiando al cineasta Truffaut: ''La ideología es efímera y los intereses, eternos''. A los que piensan como yo, antiguos miembros del Partido Comunista nos acusarán de izquierdistas, y nacionalistas exiliados de nuevo cuño, de agentes de la CIA. Pero aunque sé que voy a sufrir más heridas que un gorrión en las ramas bajas de un marabú en el medio de una ventolera, regreso a Cuba a terminar lo que comencé en avión, en balsa o nadando.

Porque claro está, allá no vamos a tener las comodidades que disfrutamos en esta generosa nación que nos ha acogido con tanto amor. Allá no va a haber Social Security ni welfare, ni Medicare ni Medicaid, ni expressways ni coctails. Tampoco jamón prosciutto, whisky Dewars ni cigarrillos Marlboro. Ni pulóveres del caimancito ni pitusas Jordache. Poco aire acondicionado y mucho abanico. Y ni soñar con delicatessen donde poder encontrar queso Camembert o pan francés (en ocasiones no va a haber ni siquiera un salado trozo de pan).

Pero les aseguro que voy a ir viviendo porque la suela y el tacón de mis zapatos se van a embarrar con una tierra donde no va a ser necesario que exista el SALAD, pues ni en la Habana Vieja ni en el Vedado se le va a ocurrir a un loco discriminar a un cubano.

Nadie me botará de mi empleo por hablar en español. Para ningún sitio me podrán deportar, y mis tres hijos y tres nietos sin reformas a la Constitución van a tener la oportunidad de ser presidentes de la república de Cuba. Qué lindo, ¿no?


Y tendré palmas reales a la orilla de todos los caminos y el color del mar de Varadero a mano, para que mis ojos reciban de cuando en cuando un milagro de sal, sol y azul. Y finalmente lo vital, voy a recuperar lo que me duele su falta casi físicamente. Nada material, me refiero a mi patria, a la cual le deseo una feliz Navidad.

nicop32000@yahoo.com

 
 
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