24 de diciembre de 2007

Una buena táctica contra el embargo


ALEJANDRO ARMENGOL

En abril del 2004, el representante demócrata William Delahunt se quejaba de que la Oficina del Tesoro de Estados Unidos estaba más interesada en perseguir ancianas norteamericanas montando bicicletas en Cuba que en investigar las cuentas bancarias de Osama bin Laden. Hoy sabemos que los fumadores de puros cubanos corren mayor peligro de ser encausados en este país que los narcotraficantes, terroristas e inmigrantes ilegales que representan un peligro para esta nación. Un simple ciudadano, que quizá inconscientemente incumple las complejas y cambiantes medidas que restringen los viajes y el envío de remesas a la isla, puede ser sancionado más fácilmente que un sujeto que está violando las restricciones que rigen para países como Irán. Cualquier terrorista que intente entrar ilegalmente a esta nación no tiene que pensarlo mucho. Le basta escoger el Aeropuerto Internacional de Miami. En esta terminal, los viajeros que llegan en vuelos fletados desde la isla han sufrido un incremento del 20 por ciento de inspecciones secundarias, respecto a un 3 por ciento de promedio para el resto de los arribos internacionales.

A esto se agrega que, al tiempo que han aumentado las restricciones para que el residente o ciudadano norteamericano de origen cubano pueda viajar a Cuba para ver a sus familiares o mandarles dinero, se han incrementado las ventas de productos agrícolas a la isla. De $6 millones a $350 millones en el período comprendido entre el 2000 y el 2006. La Oficina de Industria y Seguridad del Departamento de Comercio (BIS) ha procesado el doble de licencias de exportación hacia la isla en el 2006 que en el 2001. El embargo, evidentemente, está funcionando en un solo sentido, afectando a los cubanos de ambas orillas mientras permite a los agricultores y empresas norteamericanas hacer negocios con La Habana.

Las justificaciones para el mantenimiento de esta política caen en el ridículo, a falta de argumentos mejores. Hace pocos días, el profesor Jaime Suchlicki, director del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos, argumentaba ante la Comisión de Finanzas del Congreso en Washington que era necesario mantener la política del embargo y las restricciones de los viajes y las remesas para no perjudicar a ``Jamaica, República Dominicana, Bahamas y Puerto Rico''.

Este interés repentino en el bienestar económico de varias naciones caribeñas --las cuales, por otra parte, no necesitan tal defensa, ya que desde hace tiempo vienen preparándose al respecto-- resulta insólito al abordar el tema del turismo en cualquier país. Como si de pronto en Miami fueran una gran preocupación los planes hoteleros de las playas mexicanas, las posibilidades de visitar Canadá y los placeres de asistir a los museos europeos, debido al perjuicio potencial que tales recorridos representan para las playas dominicanas y de las Bahamas, los centros hedonistas jamaicanos y los encantos puertorriqueños que aguardan a los viajeros.

Sin embargo, el aspecto fundamental de un informe reciente de la Oficina de Fiscalización del Gobierno (GAO), del que he extraído los datos anteriores, es mostrar que toda la compleja armazón construida por la actual administración, con el supuesto fin de endurecer el embargo y de esta manera acelerar la caída del gobierno de La Habana, no es más que una operación de propaganda política, destinada en realidad a complacer a una parte del exilio de Miami y justificar la labor de los legisladores cubanoamericanos. En estos momentos, más importante aún que el debate en favor o en contra del embargo, es señalar que las restricciones a los viajes y remesas no sólo han fracasado en su objetivo, sino que han resultado contraproducentes: que en lugar de fortalecer el embargo han contribuido a debilitarlo.

El informe deja claro que las agencias federales confrontan obstáculos para hacer cumplir el embargo, debido a la falta de cooperación internacional y la división nacional existente en torno a las últimas restricciones. En el marco de las investigaciones de la GAO, funcionarios norteamericanos indicaron que ''la falta de cooperación de los países extranjeros ha minado la eficacia del embargo y ha obstaculizado las inspecciones e investigaciones. Añade que, al dividir la opinión pública dentro del país, las restricciones han contribuido a ``pequeñas violaciones generalizadas''. Quienes se propusieron aumentar el rigor de las prohibiciones idearon una estrategia inadecuada, y en última instancia han servido a los propósitos de sus enemigos con su inutilidad y tontería.

De acuerdo al documento, la mayoría de las sanciones impuestas entre el 2000 y el 2005 por la Oficina para el Control de Bienes Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro estaba relacionada con la compra de puros cubanos y, en promedio, fueron menores que las sanciones por violar otras partes del embargo, según comenta un cable de la agencia Efe.

Así que al final de tanto esfuerzo, por parte de los legisladores cubanoamericanos y el presidente George W. Bush, lo único que se ha logrado es amargarles el día a unos cuantos fumadores. El único mérito que posiblemente han alcanzado ha sido prolongarles la vida. Las compañías de seguro deberían darles un premio, el único que merecen.

El informe recomienda una evaluación total de los recursos que los departamentos del Tesoro y de Seguridad Nacional destinan a la inspección, investigación y puesta en vigor de sanciones para hacer cumplir el embargo. Si esta investigación se lleva a cabo, conoceremos cuántos millones de dólares han sido desperdiciados, el número de funcionarios destacados a una labor menor y el alcance de unas medidas destinadas a complacer a un grupo. Ojalá se pueda conocer la cifra de lo que ha costado cada voto, obtenido gracias a las restricciones. Lo que sí es seguro es que más allá de un número de boletas, que no resultó definitivo para elección alguna, poco se ha logrado. Algo que deben tener en cuenta los partidarios del embargo

 
 
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