Una
buena táctica contra el embargo
ALEJANDRO ARMENGOL
En abril del 2004,
el representante demócrata William Delahunt se quejaba de
que la Oficina del Tesoro de Estados Unidos estaba más interesada
en perseguir ancianas norteamericanas montando bicicletas en Cuba
que en investigar las cuentas bancarias de Osama bin Laden. Hoy
sabemos que los fumadores de puros cubanos corren mayor peligro
de ser encausados en este país que los narcotraficantes,
terroristas e inmigrantes ilegales que representan un peligro para
esta nación. Un simple ciudadano, que quizá inconscientemente
incumple las complejas y cambiantes medidas que restringen los viajes
y el envío de remesas a la isla, puede ser sancionado más
fácilmente que un sujeto que está violando las restricciones
que rigen para países como Irán. Cualquier terrorista
que intente entrar ilegalmente a esta nación no tiene que
pensarlo mucho. Le basta escoger el Aeropuerto Internacional de
Miami. En esta terminal, los viajeros que llegan en vuelos fletados
desde la isla han sufrido un incremento del 20 por ciento de inspecciones
secundarias, respecto a un 3 por ciento de promedio para el resto
de los arribos internacionales.
A esto se agrega que, al tiempo que han aumentado
las restricciones para que el residente o ciudadano norteamericano
de origen cubano pueda viajar a Cuba para ver a sus familiares o
mandarles dinero, se han incrementado las ventas de productos agrícolas
a la isla. De $6 millones a $350 millones en el período comprendido
entre el 2000 y el 2006. La Oficina de Industria y Seguridad del
Departamento de Comercio (BIS) ha procesado el doble de licencias
de exportación hacia la isla en el 2006 que en el 2001. El
embargo, evidentemente, está funcionando en un solo sentido,
afectando a los cubanos de ambas orillas mientras permite a los
agricultores y empresas norteamericanas hacer negocios con La Habana.
Las justificaciones para el mantenimiento de esta
política caen en el ridículo, a falta de argumentos
mejores. Hace pocos días, el profesor Jaime Suchlicki, director
del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos, argumentaba
ante la Comisión de Finanzas del Congreso en Washington que
era necesario mantener la política del embargo y las restricciones
de los viajes y las remesas para no perjudicar a ``Jamaica, República
Dominicana, Bahamas y Puerto Rico''.
Este interés repentino en el bienestar económico
de varias naciones caribeñas --las cuales, por otra parte,
no necesitan tal defensa, ya que desde hace tiempo vienen preparándose
al respecto-- resulta insólito al abordar el tema del turismo
en cualquier país. Como si de pronto en Miami fueran una
gran preocupación los planes hoteleros de las playas mexicanas,
las posibilidades de visitar Canadá y los placeres de asistir
a los museos europeos, debido al perjuicio potencial que tales recorridos
representan para las playas dominicanas y de las Bahamas, los centros
hedonistas jamaicanos y los encantos puertorriqueños que
aguardan a los viajeros.
Sin embargo, el aspecto fundamental de un informe
reciente de la Oficina de Fiscalización del Gobierno (GAO),
del que he extraído los datos anteriores, es mostrar que
toda la compleja armazón construida por la actual administración,
con el supuesto fin de endurecer el embargo y de esta manera acelerar
la caída del gobierno de La Habana, no es más que
una operación de propaganda política, destinada en
realidad a complacer a una parte del exilio de Miami y justificar
la labor de los legisladores cubanoamericanos. En estos momentos,
más importante aún que el debate en favor o en contra
del embargo, es señalar que las restricciones a los viajes
y remesas no sólo han fracasado en su objetivo, sino que
han resultado contraproducentes: que en lugar de fortalecer el embargo
han contribuido a debilitarlo.
El informe deja claro que las agencias federales
confrontan obstáculos para hacer cumplir el embargo, debido
a la falta de cooperación internacional y la división
nacional existente en torno a las últimas restricciones.
En el marco de las investigaciones de la GAO, funcionarios norteamericanos
indicaron que ''la falta de cooperación de los países
extranjeros ha minado la eficacia del embargo y ha obstaculizado
las inspecciones e investigaciones. Añade que, al dividir
la opinión pública dentro del país, las restricciones
han contribuido a ``pequeñas violaciones generalizadas''.
Quienes se propusieron aumentar el rigor de las prohibiciones idearon
una estrategia inadecuada, y en última instancia han servido
a los propósitos de sus enemigos con su inutilidad y tontería.
De acuerdo al documento, la mayoría de las
sanciones impuestas entre el 2000 y el 2005 por la Oficina para
el Control de Bienes Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro
estaba relacionada con la compra de puros cubanos y, en promedio,
fueron menores que las sanciones por violar otras partes del embargo,
según comenta un cable de la agencia Efe.
Así que al final de tanto esfuerzo, por parte
de los legisladores cubanoamericanos y el presidente George W. Bush,
lo único que se ha logrado es amargarles el día a
unos cuantos fumadores. El único mérito que posiblemente
han alcanzado ha sido prolongarles la vida. Las compañías
de seguro deberían darles un premio, el único que
merecen.
El informe recomienda una evaluación
total de los recursos que los departamentos del Tesoro y de Seguridad
Nacional destinan a la inspección, investigación y
puesta en vigor de sanciones para hacer cumplir el embargo. Si esta
investigación se lleva a cabo, conoceremos cuántos
millones de dólares han sido desperdiciados, el número
de funcionarios destacados a una labor menor y el alcance de unas
medidas destinadas a complacer a un grupo. Ojalá se pueda
conocer la cifra de lo que ha costado cada voto, obtenido gracias
a las restricciones. Lo que sí es seguro es que más
allá de un número de boletas, que no resultó
definitivo para elección alguna, poco se ha logrado. Algo
que deben tener en cuenta los partidarios del embargo
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