Hace
mutis el general # 2
Juan González Febles
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) -En La Habana,
indicios inquietantes presagian el fin inminente para el recién
nacido Raulato. Con un tiempo escaso y peor aprovechado, la mini
era raulista parece llegar a su fin. Regresa “Fidel I el Terrible”.
La eliminación de Eliades Acosta de la nómina
coral del parlamento cubano, junto a la censura de una entrevista
por él concedida a la página digital Cubarte, parecen
suficientes elementos para que círculos cortesanos castristas
apuesten por lo peor.
Otros indicios señalan el anunciado fin del
humorístico televisivo Punto G, promovido por la Sra. Mariela
Castro y contramarchas en la esfera agrícola relacionadas
con pagos que Fidel Castro consideró excesivos.
Tradicionalmente, Castro no tolera la presencia de
nuevos acaudalados en Cuba. Sólo extranjeros, él mismo
y los que eventualmente ya ha designado.
Dicen los conocedores del protocolo no escrito para
la corte castrista, que la ausencia de Raúl Castro en Santiago
de Cuba en la conmemoración del alzamiento del 30 de noviembre
de 1956 y el hecho de que la ofrenda floral recibida fuera sólo
la enviada por Fidel Castro, marcan una sensible diferencia.
La postulación por Santiago de Cuba y la previsible
reelección de Fidel Castro en los venideros comicios, son
hados adversos de un devenir sombrío para todos.
Ciertamente, y al cabo de una demasiada larga vida,
Fidel Castro logró la unidad que siempre anheló: Todos
desean que Dios lo acoja…pronto.
Su regreso al poder se vislumbra como una desgracia,
como un cataclismo, en fin, como un desastre de no calculadas proporciones.
Por lo pronto, se espera que Mesa Redonda vuelva
para eternizar su permanencia en las pantallas y que el noticiero
de televisión se vaya más allá del tiempo que
tiene asignado. Algunos piensan que si no está en condiciones
de agobiar al público con discursos interminables, Castro
ordenará televisar el Aló presidente del discípulo
amado, que es muchísimo peor.
Ocultistas, adivinos, astrólogos y hechiceros
de toda laya afirman que Fidel Castro es una reencarnación
del zar ruso Iván el Terrible. Para ello echan mano a toda
una serie de circunstancias que pudieran ser o no fortuitas. Desde
confluencias estelares, hasta médium en contacto con espíritus
relevantes.
Lo cierto es que ambos (Fidel e Iván) impusieron
en sus respectivos países un estilo de gobierno que guarda
inquietantes semejanzas. Esta puede ser la mala noticia. La buena
es que al menos Iván reservó lo mejor de sus horrores
para sus propios cortesanos. No se trata de que el pueblo la pasara
bien bajo su mandato, sólo que los nobles la pasaron peor.
En fin, algo tenía que tocarles.
Aquí se adelantaron mucho en eso de enterrar
al viejo. No se bailó en las calles como en Miami, pero algo
se hizo. Desde reuniones para decir cosas o casi todas las cosas,
hasta tormentas de e-mails, etc. Pero no hay que preocuparse tanto.
Fidel Castro o si lo prefieren Fidel I el Terrible,
está viejo, cansado, desgastado y enfermo. No es el mismo
de hace 20 años. Faltan los bríos y la juventud para
el enroque final o para cualquier otro tipo de tremendismo. Sólo
queda esperar tranquilos por el inevitable desenlace, cuando ocurra.
Cuando llegue su fin, en Cuba se le culpará
de todo lo malo de las últimas más de cuatro décadas.
La élite sobreviviente optará por un modelo chino,
vietnamita o marciano. Algo que les permita vivir con un margen
mínimo de paz y el sosiego necesario, para disfrutar el botín.
Antes, claro está, habrá que diluir o asimilar a la
oposición interna, como se hizo en Rusia.
Nada se ha perdido. Sólo es cuestión
de tiempo. El conteo final comenzó de todas formas.
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