A
la cubana
José Antonio Fornaris, Sindical Press
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) – El
proceso eleccionario de Cuba continúa por el camino establecido.
En estos momentos los medios muestran los rostros de los 614 delegados
a diputados. ¿Cuántos serán los diputados?
Seiscientos, por supuesto.
Oficialmente se asegura que a los sufragios generales
en Cuba los caracteriza la transparencia y la democracia.
El cincuenta por ciento de esos miembros de la Asamblea
Nacional del Poder Popular (diputados) los escoge el estado; la
otra mitad las organizaciones de masas, todas creadas por el gobierno
y en permanente función de sus intereses. Eso es transparencia.
La casi totalidad de los candidatos-diputados son
miembros del Partido Comunista. Botón de muestra: de los
candidatos (y seguramente diputados) de las provincias Pinar del
Río, La Habana (más de cien), sólo dos no son
miembros del Partido Comunista, pero gozan del beneplácito
oficial. Eso es democracia participativa.
Los militantes del Partido y de la Unión de
Jóvenes comunistas son aproximadamente el diez por ciento
de la población, a pesar de que esa militancia es primordial
para obtener un buen empleo y crecer en jerarquía, y de que
existe (casi de forma ininterrumpida) el llamado “proceso
de crecimiento” de sus filas.
No obstante, los comunistas en Cuba se definen como
la fuerza superior de la sociedad y del estado. Así está
plasmado en la Carta Magna. Una Constitución que hicieron
ellos mismos.
Son tan “superiores” que están
por encima de ellos mismos. A eso se debe que lleven doce años
sin hacer su congreso, aunque sus estatutos establecen que ese encuentro
de trascendencia universal (cuando hicieron el primero dijeron que
era “la reunión más importante de la historia
de Cuba”- se organice cada cuatro años.
Partido tan superior no tiene que explicar por qué
viola sus propios estatutos. Eso es nimio. Cuba es una plaza sitiada
por el imperio más feroz de la historia, y se hace obligatorio
pensar que los que promovieron y pusieron en práctica esos
estatutos están por encima de ellos.
Cuando los comunistas llegaron al poder por la fuerza
en 1959 juraron y perjuraron que no eran comunistas, y prometieron
elecciones generales representativas en dieciocho meses; es decir,
unieron las terminologías representativa y participativa
en una sola cosa.
Ellos, los comunistas, están representados
en todos, a la vez que participan de todos los cargos públicos
habidos y por haber, y de todo lo que tenga alguna cuota de poder
político y económico.
Ese estilo de democracia a veces no es bien entendido
por todas las personas, lo mismo dentro que fuera de Cuba. Por eso
es que los estudiantes en Venezuela, cuando estaban realizando sus
actos en la calle a favor del NO al plebiscito para reformar la
Constitución de su país, gritaban: “No nos da
la gana de que nos impongan una dictadura a la cubana”.
Bendícelos, Señor, aunque ellos
no saben muy bien de lo que se han perdido. Por el camino de Chávez
iban a tener unas elecciones tan democráticas y rojas como
las de Cuba.
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