Crónica           IMPRIMIR
24 de dciiembre de 2007

A la cubana

José Antonio Fornaris, Sindical Press

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) – El proceso eleccionario de Cuba continúa por el camino establecido. En estos momentos los medios muestran los rostros de los 614 delegados a diputados. ¿Cuántos serán los diputados? Seiscientos, por supuesto.

Oficialmente se asegura que a los sufragios generales en Cuba los caracteriza la transparencia y la democracia.

El cincuenta por ciento de esos miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular (diputados) los escoge el estado; la otra mitad las organizaciones de masas, todas creadas por el gobierno y en permanente función de sus intereses. Eso es transparencia.

La casi totalidad de los candidatos-diputados son miembros del Partido Comunista. Botón de muestra: de los candidatos (y seguramente diputados) de las provincias Pinar del Río, La Habana (más de cien), sólo dos no son miembros del Partido Comunista, pero gozan del beneplácito oficial. Eso es democracia participativa.

Los militantes del Partido y de la Unión de Jóvenes comunistas son aproximadamente el diez por ciento de la población, a pesar de que esa militancia es primordial para obtener un buen empleo y crecer en jerarquía, y de que existe (casi de forma ininterrumpida) el llamado “proceso de crecimiento” de sus filas.

No obstante, los comunistas en Cuba se definen como la fuerza superior de la sociedad y del estado. Así está plasmado en la Carta Magna. Una Constitución que hicieron ellos mismos.

Son tan “superiores” que están por encima de ellos mismos. A eso se debe que lleven doce años sin hacer su congreso, aunque sus estatutos establecen que ese encuentro de trascendencia universal (cuando hicieron el primero dijeron que era “la reunión más importante de la historia de Cuba”- se organice cada cuatro años.

Partido tan superior no tiene que explicar por qué viola sus propios estatutos. Eso es nimio. Cuba es una plaza sitiada por el imperio más feroz de la historia, y se hace obligatorio pensar que los que promovieron y pusieron en práctica esos estatutos están por encima de ellos.

Cuando los comunistas llegaron al poder por la fuerza en 1959 juraron y perjuraron que no eran comunistas, y prometieron elecciones generales representativas en dieciocho meses; es decir, unieron las terminologías representativa y participativa en una sola cosa.

Ellos, los comunistas, están representados en todos, a la vez que participan de todos los cargos públicos habidos y por haber, y de todo lo que tenga alguna cuota de poder político y económico.

Ese estilo de democracia a veces no es bien entendido por todas las personas, lo mismo dentro que fuera de Cuba. Por eso es que los estudiantes en Venezuela, cuando estaban realizando sus actos en la calle a favor del NO al plebiscito para reformar la Constitución de su país, gritaban: “No nos da la gana de que nos impongan una dictadura a la cubana”.

Bendícelos, Señor, aunque ellos no saben muy bien de lo que se han perdido. Por el camino de Chávez iban a tener unas elecciones tan democráticas y rojas como las de Cuba.

 
 
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