Crónica           IMPRIMIR
20 de dciiembre de 2007

Trova en Boniato

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Ahora se anuncian unos guitarrazos en Boniato. Alguien que presume de una rara filantropía va para allá en enero próximo con una guitarra acústica, su voz siempre a merced de la desafinación y un exuberante stock de canciones donde el lirismo y belleza se mancha con ciertos compromisos extra artísticos.

El afamado trovador Silvio Rodríguez prepara su concierto en Boniato, una de las cárceles más tenebrosas del GULAG caribeño. Según el reporte aparecido en la edición digital del periódico Sierra Maestra que se publica en la ciudad de Santiago de Cuba, el artista persigue el objetivo de utilizar la cultura como un elemento para rehabilitar a los reclusos allí confinados.

Cualquiera que no conozca el intríngulis de lo que sucede en esos sitios llenos de miedos y excesos, podría dedicar un bombardeo de aplausos a la iniciativa patrocinada por Rodríguez. Aunque muchos de los miles de reos se contentarán con el recital, pues será una pausa en su calvario. Otros, fundamentalmente los que cumplen sanciones por razones políticas y de conciencia, condenados a penas desproporcionadas, y también los recluidos por alguna trasgresión para la que no era necesario el internamiento; todos ellos sentirán entre nota y nota un nuevo castigo y no les será difícil descubrir el maquillaje de un sistema carcelario que intenta tapar sus desaciertos y su larga estela de hechos bárbaros.

Los presos apaleados por esos días es muy posible que se olviden de los chichones, las fracturas y otras heridas ocasionadas por los bastones de goma, los troncos de madera, las botas de punta reforzada para aumentar la calidad del golpe y las cabillas entizadas con cinta adhesiva. En una secuencia de canciones vendrá el remedio breve, modesto, pero los más desgraciados pensarán en la máxima popular: “del lobo un pelo”.

Con un texto poético de los que Silvio Rodríguez configura con notable maestría se encenderán los bombillos de la nostalgia, los recuerdos dolorosos y los que dibujan mundos idílicos donde las alegrías son mansas como palomas. Habrá, pavimentado por las melodías, un tenue pasadizo para llegar a la órbita de la esperanza.

Todo en función de fundar expectativas terriblemente incompatibles con el hambre, los peligros, el sofocante calor de las celdas, el abuso indiscriminado de los guardias y todo el andamiaje que anida en estos sitios que el socialismo sembró con una eficacia, fuera de dudas, a lo largo y ancho del territorio nacional.

De 14 prisiones antes de 1959, hoy superan con creces las 200. ¿Quién se atrevería a cuestionar uno de los mayores “logros” de la revolución? .Al estilo de la prisión de Boniato, considerada de máxima seguridad, existen decenas donde los suicidios, la violencia, las palizas, adquieren dimensiones imposibles de describir dada su naturaleza fuera de toda lógica.

Si me propusiera relatar parte de lo que pude ver como integrante de esa especie de república habitada por cerca de 100 000 hombres y mujeres, según estimados de organizaciones locales que monitorean la situación de los derechos humanos, me expondría a ser considerado como un fabulador fuera de serie.

Haría falta que Silvio Rodríguez se brindara como partícipe voluntario de estas experiencias. Desde una celda de castigo llena de mosquitos, cucarachas y escorpiones no hay garantías de que descienda la musa.

No obstante va y ahí está la materia prima de otra canción de fama universal. Nadie sabe. Los misterios de la creación son así de inexplicables.

Particularmente, desde mi perspectiva, no veo nada loable en la iniciativa del conocido trovador. El planteamiento que hizo Rodríguez, de llevar la cultura a los centros penitenciarios cuando era diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular, es algo que se contradice con un contexto donde el régimen encarcela, incluso por presunción de un delito. Lo plausible hubiese sido que invocara la revisión de un código penal draconiano y un mejoramiento de las condiciones de vida de los prisioneros.

Creo que es mucho pedir para alguien que vive de maravillas dentro de la dictadura. Tiene fama y millones de dólares. No sé los objetivos, ni sus razones para llevar el arte a las cárceles. ¿Picardía, cinismo, amagos de filantropía? Para esa charranada hubiese sido mejor su silencio de cómplice.

 
 
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