Trova
en Boniato
Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Ahora
se anuncian unos guitarrazos en Boniato. Alguien que presume de
una rara filantropía va para allá en enero próximo
con una guitarra acústica, su voz siempre a merced de la
desafinación y un exuberante stock de canciones donde el
lirismo y belleza se mancha con ciertos compromisos extra artísticos.
El afamado trovador Silvio Rodríguez prepara
su concierto en Boniato, una de las cárceles más tenebrosas
del GULAG caribeño. Según el reporte aparecido en
la edición digital del periódico Sierra Maestra que
se publica en la ciudad de Santiago de Cuba, el artista persigue
el objetivo de utilizar la cultura como un elemento para rehabilitar
a los reclusos allí confinados.
Cualquiera que no conozca el intríngulis de
lo que sucede en esos sitios llenos de miedos y excesos, podría
dedicar un bombardeo de aplausos a la iniciativa patrocinada por
Rodríguez. Aunque muchos de los miles de reos se contentarán
con el recital, pues será una pausa en su calvario. Otros,
fundamentalmente los que cumplen sanciones por razones políticas
y de conciencia, condenados a penas desproporcionadas, y también
los recluidos por alguna trasgresión para la que no era necesario
el internamiento; todos ellos sentirán entre nota y nota
un nuevo castigo y no les será difícil descubrir el
maquillaje de un sistema carcelario que intenta tapar sus desaciertos
y su larga estela de hechos bárbaros.
Los presos apaleados por esos días es muy
posible que se olviden de los chichones, las fracturas y otras heridas
ocasionadas por los bastones de goma, los troncos de madera, las
botas de punta reforzada para aumentar la calidad del golpe y las
cabillas entizadas con cinta adhesiva. En una secuencia de canciones
vendrá el remedio breve, modesto, pero los más desgraciados
pensarán en la máxima popular: “del lobo un
pelo”.
Con un texto poético de los que Silvio Rodríguez
configura con notable maestría se encenderán los bombillos
de la nostalgia, los recuerdos dolorosos y los que dibujan mundos
idílicos donde las alegrías son mansas como palomas.
Habrá, pavimentado por las melodías, un tenue pasadizo
para llegar a la órbita de la esperanza.
Todo en función de fundar expectativas terriblemente
incompatibles con el hambre, los peligros, el sofocante calor de
las celdas, el abuso indiscriminado de los guardias y todo el andamiaje
que anida en estos sitios que el socialismo sembró con una
eficacia, fuera de dudas, a lo largo y ancho del territorio nacional.
De 14 prisiones antes de 1959, hoy superan con creces
las 200. ¿Quién se atrevería a cuestionar uno
de los mayores “logros” de la revolución? .Al
estilo de la prisión de Boniato, considerada de máxima
seguridad, existen decenas donde los suicidios, la violencia, las
palizas, adquieren dimensiones imposibles de describir dada su naturaleza
fuera de toda lógica.
Si me propusiera relatar parte de lo que pude ver
como integrante de esa especie de república habitada por
cerca de 100 000 hombres y mujeres, según estimados de organizaciones
locales que monitorean la situación de los derechos humanos,
me expondría a ser considerado como un fabulador fuera de
serie.
Haría falta que Silvio Rodríguez se
brindara como partícipe voluntario de estas experiencias.
Desde una celda de castigo llena de mosquitos, cucarachas y escorpiones
no hay garantías de que descienda la musa.
No obstante va y ahí está la materia
prima de otra canción de fama universal. Nadie sabe. Los
misterios de la creación son así de inexplicables.
Particularmente, desde mi perspectiva, no veo nada
loable en la iniciativa del conocido trovador. El planteamiento
que hizo Rodríguez, de llevar la cultura a los centros penitenciarios
cuando era diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular, es
algo que se contradice con un contexto donde el régimen encarcela,
incluso por presunción de un delito. Lo plausible hubiese
sido que invocara la revisión de un código penal draconiano
y un mejoramiento de las condiciones de vida de los prisioneros.
Creo que es mucho pedir para alguien que vive
de maravillas dentro de la dictadura. Tiene fama y millones de dólares.
No sé los objetivos, ni sus razones para llevar el arte a
las cárceles. ¿Picardía, cinismo, amagos de
filantropía? Para esa charranada hubiese sido mejor su silencio
de cómplice.
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