Emigración
y desarrollo
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - La
globalización avanza aceleradamente y abarca todos los aspectos
de la vida humana. Cuando se emplea este término, en especial
se piensa en los aspectos económicos y comerciales, y en
el incremento de los flujos financieros e inversionistas que con
rapidez extraordinaria traspasan las fronteras.
Sin embargo, el proceso de interconexión mundial
va más allá, al acercar a los pueblos en materia cultural
y de contactos personales. Tiene impacto importantísimo el
crecimiento de la emigración que crea verdaderas corrientes
humanas entre los países, particularmente procedentes de
aquellos con menos progresos hacia los de mayores niveles de desarrollo.
Recientemente, el Fondo Internacional para el Desarrollo
Agrícola (IFAD) de las Naciones Unidas presentó un
informe sobre el impacto mundial de las emigraciones desde el punto
de vista social y económico a través de remesas a
sus países de origen. Según ese estudio, en 2006 las
remesas ascendieron a 301,0 miles de millones de dólares,
cifra superior a la inversión extranjera directa y a la ayuda
internacional recibida por los países en desarrollo. Se calcula
que el crecimiento de las remesas en los últimos tiempos
ha tenido una tasa de engrosamiento del 10,0% anual, que de mantenerse
pudiera duplicar el monto actual en 8 años.
En América Latina, las remesas recibidas ascendieron
a 68,1 miles de millones de dólares en 2006, siendo México
con 24,3 miles de millones el que más dinero recibió.
En algunos países, el flujo de remesas es absolutamente vital
para su funcionamiento. En la pequeña isla de Granada constituyó
el 31,2% del Producto Interno Bruto (PIB); Honduras el 24,8%; Haití
21,1%; El Salvador 18,2%; Nicaragua 14,9%; Jamaica 18,3%. En total,
hay 30,4 millones de emigrantes de Latinoamérica y el Caribe
que generan por esa vía alrededor de 2 128 dólares
per cápita como promedio al año.
Las naciones que reciben a los emigrantes tienen
altos beneficios del trabajo que realizan en su territorio, sobre
todo por efectuar actividades muchas veces rechazadas por sus nacionales.
Estudios efectuados sobre el tema indican que en la Unión
Europea el crecimiento del PIB se pudo alcanzar, en parte, en el
período 1995-2005, gracias al aporte de los trabajadores
emigrantes. La proporción de inmigrantes legales en España
en 2007 era el 9,9% de la población total; en Francia, 8,1%
en 2004 y en Alemania 10,0% en 2006. En conjunto, en 2006 había
en la UE 18,5 millones de residentes legales de terceros países,
casi el 4,0% de la población comunitaria. Este fenómeno
seguirá expandiéndose, teniendo en consideración
las bajas tasas de natalidad en el viejo continente, que motivan
que sus países no tengan la capacidad demográfica
para enfrentar los nuevos empleos. Queda clara la necesidad de la
inmigración, a pesar de las dificultades, incomprensiones
y los inevitables choques culturales, así como el intenso
flujo de ilegales que debe regularse.
Sin embargo, resulta falsa la teoría de que
sólo los países desarrollados se benefician de este
proceso. Habría que imaginarse que pasaría si América
Latina y el Caribe en las condiciones actuales no hubieran podido
crear el flujo de más de 30 millones de personas, ni captado
los 68,1 miles de millones de dólares anuales. Indudablemente,
los índices de paro y los niveles de pobreza serían
muy superiores, con graves consecuencias sociales. En otras áreas
geográficas emisoras de emigrantes la situación sería
igual o más crítica, sin la concurrencia de la emigración.
Asimismo, por lo regular los países a donde
van los emigrante tienen niveles elevados de desarrollo económico,
tecnológico, social y político. Aunque también
se pueden adquirir malos hábitos, la lógica indica
que los emigrantes al regresar pueden ser fuente de progreso y conocimientos
para las naciones emisoras; incluso sus remesas no sólo ayudan
a elevar el nivel de consumo de las familias, sustrayéndolas
de la pobreza, sino están siendo empleadas en el ahorro y
la inversión, con la creación de pequeñas y
medianas empresas, lo cual debe estimularse mediante creativos esquemas
financieros y fiscales.
El informe del IFAD estima que a Cuba llegan 983
millones de dólares anuales en remesas. Esto coincide aproximadamente
con estimaciones de CEPAL. Estos son uno de los principales ingresos
en divisas del país, y proceden fundamentalmente de la inmigración
en Estados Unidos. No obstante, el potencial de remesas debe ser
mucho mayor considerando que países como El Salvador y Guatemala
recibieron 3,3 y 3,5 miles de millones, respectivamente, en 2006,
y que la inmigración cubana aunque no es relativamente de
las mayores allí, con cerca de 1,5 millones de personas,
está bien posicionada social y económicamente. En
el monto de las remesas a Cuba desempeña un papel negativo
las restricciones del gobierno estadounidense al envío de
dinero hasta 300 dólares trimestrales y sólo a familiares
cercanos (padres, hijos y hermanos), y las altas cargas impuestas
por el gobierno cubano a las remesas.
Si se eliminaran esos obstáculos, es indudable
que las remesas crecerían sustancialmente. Al mismo tiempo,
el gobierno cubano debería eliminar las prohibiciones a la
iniciativa individual, para que este flujo financiero no sólo
sirva al sostenimiento de las familias receptoras de los envíos,
sino también para ser invertido en negocios propios con resultados
favorecedores al desarrollo del país.
En conclusión puede afirmarse que a
pesar de las dificultades e incomprensiones, la emigración
desde países menos desarrollados hacia los más desarrollados
arroja un balance positivo tanto para los receptores como para los
emisores. Pero todavía se está muy distante de que
esos beneficios puedan ser aún mayores en la lucha contra
la pobreza y por el desarrollo sostenible; condiciones indispensables
para alcanzar un mundo equilibrado y pacífico.
|