Nuestra
risa criolla
Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Mi
padre solía contar anécdotas muy simpáticas
relacionadas con la política en las primeras décadas
de la República. Recuerdo la de un alcalde villaclareño,
que mientras despedía el duelo de un contrincante amigo fallecido,
en medio del silencio propio del campo santo, se le escapó
un pedo. Algunos no pudieron controlar la risa, y otros se miraron
sorprendidos.
Pero la anécdota que más nos podría
hoy llamar la atención, en medio de tanta austeridad política
propia de una dictadura más dura y prolongada que la anterior,
es la que cuenta el colega Francisco Ramón Martínez
Hinojosa en su libro Personajes populares de Santiago de Cuba, editado
recientemente en esa provincia.
Vale aclarar que este narrador pudo publicar esas
vivencias humorísticas porque pertenecen al pasado político
de Cuba. Aunque sus personajes hoy se repitieran no sería
fácil escribir sobre ellos: el ladrón de chivos, el
creador de chispeantes sentencias, el rey de los apodos, el vendedor
ambulante de quincallería, el que se sacó el premio
gordo en la Lotería Nacional, el veterano mambí que
inventa anécdotas de la guerra, etc. El castrismo jamás
admitiría esos personajes como propios, en su sociedad de
nuevos hombres.
La anécdota cuenta cómo en 1940 el
gobernador provincial de Oriente, Ramón Corona, más
conocido en su época como Mancorona, apostó seis mil
pesos a que pellizcaba las nalgas a Fulgencio Batista y Zaldívar,
presidente de la República a partir de ese año.
Mancorona logró hacerlo mientras subía
las escaleras del Hotel Casagranda, en Santiago de Cuba, simplemente
diciéndole al presidente que debía bajar de peso,
porque estaba engordando mucho.
Batista se sorprendió, pero todo quedó
ahí. No había por qué alarmarse. El campechano
presidente lo vio como algo sin importancia. Ni siquiera sus guarda
espaldas, y mucho menos la policía política de aquellos
años supo que el pellizco de Mancorona había sido
intencional, para obtener, en una apuesta, una buena suma de dinero.
Si trasladáramos esta anécdota a nuestros
tiempos, cualquiera podría imaginar las consecuencias, sobre
todo si recordamos aquél cubano que estuvo tres años
entre rejas porque contó a un vecino que en sueños
había matado a Fidel Castro, o esos otros que fueron ingresados
durante años en el Hospital Psiquiátrico de Mazorra
sólo porque exclamaron en público Abajo Fidel o los
famosos cómicos Leopoldo Fernández, Enrique Arredondo,
Los Tadeos y muchos otros, separados del sector artístico
por hacer chistes relacionados con el régimen castrista.
Si en vez de haber pellizcado las nalgas a
Batista, Mancorona lo hubiera hecho a Fidel, habría sido
investigado como supuesto agente de la CIA por altos oficiales de
la Contra Inteligencia Cubana graduados en la KGB. Hoy fuera un
ex preso político viviendo en Miami. Habría cumplido
treinta años de cárcel, diez por desviar fondos públicos
en el ejercicio de su cargo y veinte por intento de atentado al
dictador invicto.
|