Crónica           IMPRIMIR
19 de dciiembre de 2007

Nuestra risa criolla

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Mi padre solía contar anécdotas muy simpáticas relacionadas con la política en las primeras décadas de la República. Recuerdo la de un alcalde villaclareño, que mientras despedía el duelo de un contrincante amigo fallecido, en medio del silencio propio del campo santo, se le escapó un pedo. Algunos no pudieron controlar la risa, y otros se miraron sorprendidos.

Pero la anécdota que más nos podría hoy llamar la atención, en medio de tanta austeridad política propia de una dictadura más dura y prolongada que la anterior, es la que cuenta el colega Francisco Ramón Martínez Hinojosa en su libro Personajes populares de Santiago de Cuba, editado recientemente en esa provincia.

Vale aclarar que este narrador pudo publicar esas vivencias humorísticas porque pertenecen al pasado político de Cuba. Aunque sus personajes hoy se repitieran no sería fácil escribir sobre ellos: el ladrón de chivos, el creador de chispeantes sentencias, el rey de los apodos, el vendedor ambulante de quincallería, el que se sacó el premio gordo en la Lotería Nacional, el veterano mambí que inventa anécdotas de la guerra, etc. El castrismo jamás admitiría esos personajes como propios, en su sociedad de nuevos hombres.

La anécdota cuenta cómo en 1940 el gobernador provincial de Oriente, Ramón Corona, más conocido en su época como Mancorona, apostó seis mil pesos a que pellizcaba las nalgas a Fulgencio Batista y Zaldívar, presidente de la República a partir de ese año.

Mancorona logró hacerlo mientras subía las escaleras del Hotel Casagranda, en Santiago de Cuba, simplemente diciéndole al presidente que debía bajar de peso, porque estaba engordando mucho.

Batista se sorprendió, pero todo quedó ahí. No había por qué alarmarse. El campechano presidente lo vio como algo sin importancia. Ni siquiera sus guarda espaldas, y mucho menos la policía política de aquellos años supo que el pellizco de Mancorona había sido intencional, para obtener, en una apuesta, una buena suma de dinero.

Si trasladáramos esta anécdota a nuestros tiempos, cualquiera podría imaginar las consecuencias, sobre todo si recordamos aquél cubano que estuvo tres años entre rejas porque contó a un vecino que en sueños había matado a Fidel Castro, o esos otros que fueron ingresados durante años en el Hospital Psiquiátrico de Mazorra sólo porque exclamaron en público Abajo Fidel o los famosos cómicos Leopoldo Fernández, Enrique Arredondo, Los Tadeos y muchos otros, separados del sector artístico por hacer chistes relacionados con el régimen castrista.

Si en vez de haber pellizcado las nalgas a Batista, Mancorona lo hubiera hecho a Fidel, habría sido investigado como supuesto agente de la CIA por altos oficiales de la Contra Inteligencia Cubana graduados en la KGB. Hoy fuera un ex preso político viviendo en Miami. Habría cumplido treinta años de cárcel, diez por desviar fondos públicos en el ejercicio de su cargo y veinte por intento de atentado al dictador invicto.


 
 
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