El
largo final de una dictadura
Jorge Olivera Castillo, Sindical Press.
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - La
leve y lejana cobertura hacia el campo de la democracia en Cuba
tiene, por el momento, los días contados. El portazo es algo
a anunciar sin equivocaciones en un escenario que de aperturas apenas
puede brindar sentencias y alusiones de indudable valor semántico,
pero nada de realidades tangibles.
Altos dirigentes proyectan discursos donde la espesa
ideologización ha cedido a modestas visiones reformistas,
grupos de académicos promueven un pensamiento adscrito a
una lógica muy cercana al pragmatismo en franca oposición
a las políticas actuales o con matices que ofrecen una perspectiva
menos ortodoxa a las del partido comunista, el debate y la crítica
en algunos sectores de la intelectualidad persiste a merced de tácticas
acomodaticias, treguas pactadas y viejos miedos de muchos de sus
integrantes.
Lo que se imagina como un amanecer a cielo limpio,
podría ser no más que una pausa para recibir los aires
de otras tormentas.
No es un alarmismo gratuito, es que Fidel Castro
vuelve a la lista de nominados a las "elecciones" a la
Asamblea Nacional a efectuarse el próximo 20 de enero.
A más de 16 meses de convalecencia y sin que
ofrezca señales creíbles de un retorno a los múltiples
cargos que ostenta, ahora se postula ensanchando los márgenes
de la incertidumbre. ¿Recobrará la vitalidad de antaño?
, ¿Podrá desde una precaria ancianidad proyectarse
como el líder imbatible y resuelto que embelesó a
multitudes durante un mandato aún por concluir?
Con esta nominación no es de dudar que en
marzo de 2008 sea ratificado como el Presidente de la República,
según el procedimiento electivo que marca el proceso que
sus promotores califican como uno de los más democráticos
del mundo.
Tal posibilidad insta a atenuar el margen de esperanzas
en relación con un proceso de apertura no ya hacia una democracia
con todos o la mayoría de sus atributos, sino a un socialismo
menos idealista y más cercano a una funcionalidad concreta.
Hay dudas en la cúpula, no saben el rumbo
a tomar ante la ausencia del hombre que diseñó una
nación a su imagen y semejanza. Fidel Castro no puede escapar
de su mortalidad, aunque su séquito persista en maniobras
con vistas a alargar los capítulos de una novela que se acerca
a los primeros párrafos del epílogo.
El problema es que los finales en este tipo de género
suelen ser densos y sinuosos, pero finalmente tendremos que voltear
la última página y empezar a buscar otras lecturas,
nuevas historias útiles para borrar un pasado de tragedias
e insomnios.
¿Habrá otra Era para Cuba en 2008?
Es azaroso aventurarse en una respuesta afirmativa. Va y en el primer
semestre todavía Fidel gobierna desde la cama de su hospital
o consigue insuflarle un mínimo de vitalidad a sus 81 años
para volver a vestir de verde olivo y salir, previos acondicionamientos,
presidiendo un acto revolucionario.
Cualquier cosa es posible en esta dramaturgia por
conservar el liderazgo de Fidel, aunque sea como un símbolo
de notable relevancia para lograr la cohesión de los herederos
y la relativa estabilidad institucional.
Finalmente todo se acaba, pero los meses venideros
seguiremos con la mirada sesgada a través de las rendijas.
En lontananza se divisa la transición, el país sin
torniquetes, la libertad plena. Siento decir que hay aires de tormenta
y la presunción de un portazo. La democratización
de Cuba no está lo suficientemente cerca para ver su textura
y sus colores, además es muy poca la cobertura y demasiada
la ventolera.
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