No
estamos locos
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de
Expresión
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Hay quienes
dicen que estamos locos. Puede ser, pero locos por un cambio en
nuestras vidas y en las de los demás. Hasta hace algunos
años, la mayoría de la población, al identificar
a cualquier activista por los derechos humanos en Cuba, se refería
a él como a alguien que no estaba en sus cabales.
Con el tiempo, esta apreciación ha tenido
su variación y, ahora mismo, una mirada si no de apoyo, al
menos de solidaridad silenciosa, refuerza la actitud de esos locos.
Al saber cómo las Damas de Blanco son respetadas
en las calles de la ciudad cada vez que salen para pedir la libración
de sus esposos, mientras reparten gladiolos y sueltan palomas blancas,
símbolo universal de paz y concordia, se puede afirmar que
algo ha cambiado en la opinión ciudadana.
A pesar de los mítines de repudio orquestados
por las fuerzas represivas gubernamentales, aunque les griten e
insulten, el digno silencio y la firme decisión de las Damas
de Blanco de continuar su paso, han despertado la admiración
de los transeúntes que dicen: “Miren ahí, van
las Damas”.
Otro ejemplo de estos locos bastante cuerdos, son
las bibliotecas independientes con unos cuantos años de existencia
ya, y una amplia red extendida por la isla con el fin de ofrecer
una selección de libros de calidad a lectores ansiosos de
obtener una información libre de tendencia política.
Además, las bibliotecas independientes se
han convertido prácticamente en centros de información
cultural comunitarios. No obstante, los adjetivos denigrantes y
las acciones represivas en su contra desde el inicio de este movimiento,
los bibliotecarios independientes han mostrado cuánto puede
la decisión de abrir un espacio para la lectura.
También, entre esos locos, están un
grupo de mujeres y hombres ocupados en transmitir informaciones
a diferentes páginas electrónicas que difunden la
realidad de una Cuba que no reflejan los medios de comunicación
oficiales.
Desde hace aproximadamente unos tres lustros, la incorporación
masiva de intelectuales, profesionales del ramo e individuos cuya
vocación despertó al paso de su incorporación
en las filas de la oposición, ha proporcionado un espacio
para que la libertad de expresión sea defendida sin capa
ni espada, pero sí con pasión y deseo de superación
profesional.
Los que pensamos diferente al régimen, no
esquivamos el peligro de realizar acciones en pro de nuestros ideales.
Todos soñamos con un país distinto al que vivimos.
Soñamos con una nación donde los derechos
humanos no sean una moneda de cambio a favor del régimen,
donde los ciudadanos sean respetados por ser ciudadanos. Un país
donde se promulguen leyes y se respeten.
Puede que la anhelada transición esté
a la vuelta de la esquina o más lejos. Pero está en
nuestras manos. Es algo que depende exclusivamente de nosotros.
Debemos darnos cuenta que quienes defienden mejor nuestros derechos
humanos somos nosotros mismos y no ninguna oficina gubernamental.
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