Crónica           IMPRIMIR
13 de dciiembre de 2007

Y del guajacón ¿qué?

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) – Un bio-larvicida no contaminante contra el mosquito Aedes Aegypti, vector del dengue y otros insectos dañinos, de patente cubana, y como se anuncia, superior a los plaguicidas químicos, comenzará a producirse el próximo año.

El anuncio pone sobre el tapete la importancia de un pez de agua dulce en peligro de extinción, de nombre indígena: el guajacón o guayacán, que se tuvo siempre como importante depredador natural de huevos y larvas de mosquitos.

El guajacón, de unos 3 a 5 centímetros de largo perteneciente al orden de los ceprinodontoformes, puede vivir en aguas limpias, imprescindibles para la reproducción del Aedes Aegypti, o en aguas estancadas verdosas, que sirven de criadero a otros tipos de mosquitos.

En Cuba no se conoció la epidemia del dengue si no hasta hace dos o tres décadas, asociada al deterioro sanitario, y según la sabiduría popular, aunque sin confirmación científica, a la alarmante disminución del guajacón en la Isla, abundante en otros tiempos.

Esteban Pichardo (1801-1879), en su Diccionario Provincial Casi Razonado de Vozes y Frases Cubanas, al referirse al guajacón, nos da información muy importante sobre el pequeño pez, su medio, y cómo agente de control biológico del mosquito, al señalar: “Críanse con larvas de mosquito, se encuentran en los fosos de La Habana, en el Jardín Botánico y en la zanja de Güines”.

El propio lingüista refiere que el sabio cubano Felipe Poey (26 de mayo de 1799 - 28 de enero de 1891), fue el primero en describir y dar nombre a tres de las cinco especies reconocidas de guajacón en su notable obra Ictología cubana.

Carlos Juan Finlay (1833-1915), considerado el más universal de los científicos cubanos, fue el descubridor del mosquito Culex fatigans o Stegomia fasciata, como el agente trasmisor de la fiebre amarilla, que tanto estrago causó en Cuba y en otros países del continente.

El guajacón, mínimo y voraz, de presencia poco atractiva (por lo que nunca se le acogió en las peceras), reclama respeto y el lugar que le corresponde en la naturaleza y en la sanidad de Cuba.


 
 
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