Crónica           IMPRIMIR
12 de dciiembre de 2007

La lírica de Dulce María Loynaz

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - A 105 años de distancia del nacimiento de Dulce María Loynaz, su legado más alto es el tratamiento del lenguaje en sus versos y prosa. Nacida el 10 de diciembre de 1902 en La Habana, se convirtió por derecho propio en una leyenda en la vida cultural cubana.

Además, para coronar su existencia literaria, es una de las dos mujeres que ha recibido el Premio Cervantes. Otorgado por reconocimiento a la validez de una obra que fue escrita muchos años antes de ser creado tal galardón.

En la vida de la Loynaz se cruzan líneas que históricamente fueron antagónicas. La filiación cubana la alineaba a la raigambre patricia por ser hija de un general de las guerras por la independencia de la isla de la metrópoli española. Por otro lado, su devoción confesa al legado cultural y religioso español, la empujó a plasmar en su obra la herencia hispana.

No es por eso extraño que en el discurso poético loynaciano se enuncie de manera refinada la lengua castellana como canal de comunicación para expresar su lírica. El intimismo que alimenta sus versos y su prosa corre por un cauce privilegiado gracias a una norma selecta de empleo del español hablado en Cuba en el siglo XX y legado por la alta cultura criolla del XIX.

Verdaderas joyas de expresión poética en lengua española, como ejemplo, son los versos de la corta selección de poemas suyos titulada Bestiario, dada conocer ya en los postrimeros años de su vida aunque fueron escritos en su juventud.

En ellos hay un magistral uso de adjetivos en la construcción de la estructura de las imágenes, metáforas y símiles que sirven de armazón para un discurso lírico de altísimo nivel. Una originalidad sin desmayo en la selección de los significados de las definiciones que sorprenden gratamente al lector destinatario, creando un intercambio de símbolos entre la vida animal y los tropos líricos que utilizó.

Dulce María Loynaz Muñoz expresó en una ocasión que supo vencer al tiempo y al olvido. Pero los muros de ostracismo oficial y el personal aislamiento, que se impuso ante el derrumbe de su sociedad y de su mundo, fueron vencidos por la importancia de su obra en la que la magnificencia del lenguaje aumenta los quilates de su lírica como diamantes incorruptibles ante la desidia del tiempo.

Hoy, su figura asumida como un icono más de la cultura oficial cubana brilla extrañamente desde su sitial y lanza un mensaje diferente e inalienable a las corrientes preconizadas por la política cultural de la isla.

 
 
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