La
lírica de Dulce María Loynaz
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de
Expresión
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - A
105 años de distancia del nacimiento de Dulce María
Loynaz, su legado más alto es el tratamiento del lenguaje
en sus versos y prosa. Nacida el 10 de diciembre de 1902 en La Habana,
se convirtió por derecho propio en una leyenda en la vida
cultural cubana.
Además, para coronar su existencia literaria,
es una de las dos mujeres que ha recibido el Premio Cervantes. Otorgado
por reconocimiento a la validez de una obra que fue escrita muchos
años antes de ser creado tal galardón.
En la vida de la Loynaz se cruzan líneas que
históricamente fueron antagónicas. La filiación
cubana la alineaba a la raigambre patricia por ser hija de un general
de las guerras por la independencia de la isla de la metrópoli
española. Por otro lado, su devoción confesa al legado
cultural y religioso español, la empujó a plasmar
en su obra la herencia hispana.
No es por eso extraño que en el discurso poético loynaciano
se enuncie de manera refinada la lengua castellana como canal de
comunicación para expresar su lírica. El intimismo
que alimenta sus versos y su prosa corre por un cauce privilegiado
gracias a una norma selecta de empleo del español hablado
en Cuba en el siglo XX y legado por la alta cultura criolla del
XIX.
Verdaderas joyas de expresión poética
en lengua española, como ejemplo, son los versos de la corta
selección de poemas suyos titulada Bestiario, dada conocer
ya en los postrimeros años de su vida aunque fueron escritos
en su juventud.
En ellos hay un magistral uso de adjetivos en la
construcción de la estructura de las imágenes, metáforas
y símiles que sirven de armazón para un discurso lírico
de altísimo nivel. Una originalidad sin desmayo en la selección
de los significados de las definiciones que sorprenden gratamente
al lector destinatario, creando un intercambio de símbolos
entre la vida animal y los tropos líricos que utilizó.
Dulce María Loynaz Muñoz expresó
en una ocasión que supo vencer al tiempo y al olvido. Pero
los muros de ostracismo oficial y el personal aislamiento, que se
impuso ante el derrumbe de su sociedad y de su mundo, fueron vencidos
por la importancia de su obra en la que la magnificencia del lenguaje
aumenta los quilates de su lírica como diamantes incorruptibles
ante la desidia del tiempo.
Hoy, su figura asumida como un icono más
de la cultura oficial cubana brilla extrañamente desde su
sitial y lanza un mensaje diferente e inalienable a las corrientes
preconizadas por la política cultural de la isla.
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