10 de diciembre de 2007
 
 
             
 

El legado de Jorge Mas Canosa


JORGE MAS SANTOS


Nuestra comunidad conmemoró recientemente el décimo aniversario del fallecimiento de mi padre, Jorge Mas Canosa. Con motivo de esta fecha se ha escrito y comentado mucho sobre su legado y nos complace de manera extraordinaria a la Directiva de la Fundación Nacional Americana, a nuestra familia y a mí personalmente que se honre su memoria con tanta deferencia y consideración. Al contemplar los actos que ofreció nuestro pueblo en homenaje a este patriota excepcional, yo me preguntaba: ¿cómo interpretan otros su legado?

Mi padre dedicó su vida a la causa de la libertad de Cuba. No obstante, admiraba de manera impar a los Estados Unidos. Comprendía acertadamente que luchar por la libertad, la democracia y la instauración de un estado de derecho en Cuba representa, de por sí, valores intrínsecamente americanos.

A mi juicio, no es el torbellino de activismo audaz lo que personifica el legado de mi padre, como popularmente se acepta, sino la pasión y valentía que guiaron todas sus acciones, tanto privadas como públicas. Como lo demuestra su historial, con frecuencia se atrevía a desafiar los peligros incógnitos más allá de lo patente. De ahí, sus osadas visitas a la Unión Soviética en momentos de gran incertidumbre y abruptos cambios; y posteriores negociaciones con Gorbachov y Yeltsin que procuraron la retirada de las tropas soviéticas del territorio cubano. O la Ley Torricelli, que robustece el embargo económico contra la dictadura mientras paralelamente crea vías para la comunicación con el pueblo en la isla. O la alianza que se forjó en Angola y que condujo al fin de la guerra civil y el retiro de las fuerzas enviadas por el comunismo cubano a ese país. Es fácil olvidar hoy, con el éxito histórico cómodamente en la mano, las acerbas críticas que se arrojaron en su contra en aquel entonces, aun desde las filas de nuestro propio exilio.

Otro elemento revelador de su legado fue su rechazo contundente a cualquier crítica en contra de los esfuerzos de otros dirigentes y organizaciones del exilio cubano. Durante un repaso reciente a mis archivos, hallé no menos de siete referencias sobre este tema en alocuciones entre 1963 y 1987. Su más apropiada aclaración proviene de un discurso a mediados de los años setenta: ''En lo que a mí respecta, jamás he pronunciado un ataque contra ningún exiliado cubano. Jamás lo haré, porque cada ataque constituye una victoria para Fidel Castro. El día que me dedique a atacar a otros cubanos en el exilio, estaré sirviendo a Fidel Castro y atentando contra el espíritu de integración política que necesitamos desesperadamente en el exilio''. Luego de la muerte de mi padre en 1997, la Junta Directiva de la Fundación Nacional Cubano Americana fue sometida a severas presiones externas que pretendieron quebrar el delicado equilibrio bipartidista que había unido a la organización por más de década y media, con el saldo neto de que algunos miembros de la institución optaron por separarse. Si bien dicho suceso ha sido indudablemente lamentable, seguiremos comprometidos con los principios bipartidistas originarios y continuaremos tratando de unir a nuestro exilio.

Sería un gran descuido, además, no evocar en esta ocasión lo que Jorge Mas Canosa siempre consideró el triunfo primordial de su legado: su familia. Con nosotros y a través de nosotros pudo lograr todo a lo que aspiró durante una vida demasiado corta, como bien señalan los testimonios de millares de personas cuyos corazones alcanzó, tocó e imbuyó de esperanza con sus últimas palabras inspiradoras, entregadas a una nación esclavizada: ¡Adelante! Nuestra peregrinación en familia transcurrió como un sueño en vida. Y como protectores de su legado, nos honra defender ahora los mismos principios y valores que heredamos, conjuntamente con ese don indomable que lo caracterizaba: su fe.

Mi padre siempre supo hallar los caminos superiores. Se percataba de la necesidad de erigirse por encima de lo superficial y centrarse en la esencia. El 2008 será otro año de elecciones en nuestra comunidad e invariablemente las presiones externas resucitarán. Mi padre jamás aceptó el status quo porque comprendía correctamente que, por definición, el status quo implica la permanencia de los hermanos Castro en el poder. Por tanto, pasó su vida encontrando formas innovadoras que condujeran a Cuba hacia la libertad; pero a la misma vez, era un hombre sumamente pragmático que entreveía las distinciones sutiles en el rejuego político entre los principios, la estrategia y la táctica. En Washington se aferró prudentemente al bipartidismo, reflejado en una independencia feroz, sin ataduras a partidos políticos particulares.

Ahora más que nunca, el exilio cubano debe aplicar las lecciones que nos confirió el ejemplo insigne de Jorge Mas Canosa. Primero, debemos asentar nuestros esfuerzos por Cuba sobre principios sólidos, a la vez que enfatizamos lo práctico y lo posible. Segundo, tenemos que romper el status quo que progresivamente está facilitando la sucesión de un Castro por otro. En ambos casos, es crucial otorgarle ayuda directa, tanto privada como gubernamental, al movimiento opositor dentro de Cuba. Tercero, el exilio debe abandonar la crítica como instrumento de lucha y apoyar los esfuerzos de todos los cubanos de buena voluntad que desean el cambio democrático en Cuba, sobre todo la obra de aquellos en la isla. Tal vez no siempre estaremos de acuerdo cuando se trata de tácticas de momento, pero no debemos dudar de la integridad patriótica de aquellos que históricamente se han dedicado a esta sagrada causa de décadas. A fin de cuentas, si nos mantenemos fieles a los principios rectores que nos dejó Jorge Mas Canosa, encontraremos no sólo libertad y democracia para Cuba, sino la certeza de que hemos sido fieles a su legado.


Chairman de la Fundación Nacional Cubano Americana

 
 
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