El
legado de Jorge Mas Canosa
JORGE MAS SANTOS
Nuestra comunidad conmemoró recientemente el décimo
aniversario del fallecimiento de mi padre, Jorge Mas Canosa. Con
motivo de esta fecha se ha escrito y comentado mucho sobre su legado
y nos complace de manera extraordinaria a la Directiva de la Fundación
Nacional Americana, a nuestra familia y a mí personalmente
que se honre su memoria con tanta deferencia y consideración.
Al contemplar los actos que ofreció nuestro pueblo en homenaje
a este patriota excepcional, yo me preguntaba: ¿cómo
interpretan otros su legado?
Mi padre dedicó su vida a la causa de la libertad
de Cuba. No obstante, admiraba de manera impar a los Estados Unidos.
Comprendía acertadamente que luchar por la libertad, la democracia
y la instauración de un estado de derecho en Cuba representa,
de por sí, valores intrínsecamente americanos.
A mi juicio, no es el torbellino de activismo audaz
lo que personifica el legado de mi padre, como popularmente se acepta,
sino la pasión y valentía que guiaron todas sus acciones,
tanto privadas como públicas. Como lo demuestra su historial,
con frecuencia se atrevía a desafiar los peligros incógnitos
más allá de lo patente. De ahí, sus osadas
visitas a la Unión Soviética en momentos de gran incertidumbre
y abruptos cambios; y posteriores negociaciones con Gorbachov y
Yeltsin que procuraron la retirada de las tropas soviéticas
del territorio cubano. O la Ley Torricelli, que robustece el embargo
económico contra la dictadura mientras paralelamente crea
vías para la comunicación con el pueblo en la isla.
O la alianza que se forjó en Angola y que condujo al fin
de la guerra civil y el retiro de las fuerzas enviadas por el comunismo
cubano a ese país. Es fácil olvidar hoy, con el éxito
histórico cómodamente en la mano, las acerbas críticas
que se arrojaron en su contra en aquel entonces, aun desde las filas
de nuestro propio exilio.
Otro elemento revelador de su legado fue su rechazo
contundente a cualquier crítica en contra de los esfuerzos
de otros dirigentes y organizaciones del exilio cubano. Durante
un repaso reciente a mis archivos, hallé no menos de siete
referencias sobre este tema en alocuciones entre 1963 y 1987. Su
más apropiada aclaración proviene de un discurso a
mediados de los años setenta: ''En lo que a mí respecta,
jamás he pronunciado un ataque contra ningún exiliado
cubano. Jamás lo haré, porque cada ataque constituye
una victoria para Fidel Castro. El día que me dedique a atacar
a otros cubanos en el exilio, estaré sirviendo a Fidel Castro
y atentando contra el espíritu de integración política
que necesitamos desesperadamente en el exilio''. Luego de la muerte
de mi padre en 1997, la Junta Directiva de la Fundación Nacional
Cubano Americana fue sometida a severas presiones externas que pretendieron
quebrar el delicado equilibrio bipartidista que había unido
a la organización por más de década y media,
con el saldo neto de que algunos miembros de la institución
optaron por separarse. Si bien dicho suceso ha sido indudablemente
lamentable, seguiremos comprometidos con los principios bipartidistas
originarios y continuaremos tratando de unir a nuestro exilio.
Sería un gran descuido, además, no
evocar en esta ocasión lo que Jorge Mas Canosa siempre consideró
el triunfo primordial de su legado: su familia. Con nosotros y a
través de nosotros pudo lograr todo a lo que aspiró
durante una vida demasiado corta, como bien señalan los testimonios
de millares de personas cuyos corazones alcanzó, tocó
e imbuyó de esperanza con sus últimas palabras inspiradoras,
entregadas a una nación esclavizada: ¡Adelante! Nuestra
peregrinación en familia transcurrió como un sueño
en vida. Y como protectores de su legado, nos honra defender ahora
los mismos principios y valores que heredamos, conjuntamente con
ese don indomable que lo caracterizaba: su fe.
Mi padre siempre supo hallar los caminos superiores.
Se percataba de la necesidad de erigirse por encima de lo superficial
y centrarse en la esencia. El 2008 será otro año de
elecciones en nuestra comunidad e invariablemente las presiones
externas resucitarán. Mi padre jamás aceptó
el status quo porque comprendía correctamente que, por definición,
el status quo implica la permanencia de los hermanos Castro en el
poder. Por tanto, pasó su vida encontrando formas innovadoras
que condujeran a Cuba hacia la libertad; pero a la misma vez, era
un hombre sumamente pragmático que entreveía las distinciones
sutiles en el rejuego político entre los principios, la estrategia
y la táctica. En Washington se aferró prudentemente
al bipartidismo, reflejado en una independencia feroz, sin ataduras
a partidos políticos particulares.
Ahora más que nunca, el exilio cubano debe
aplicar las lecciones que nos confirió el ejemplo insigne
de Jorge Mas Canosa. Primero, debemos asentar nuestros esfuerzos
por Cuba sobre principios sólidos, a la vez que enfatizamos
lo práctico y lo posible. Segundo, tenemos que romper el
status quo que progresivamente está facilitando la sucesión
de un Castro por otro. En ambos casos, es crucial otorgarle ayuda
directa, tanto privada como gubernamental, al movimiento opositor
dentro de Cuba. Tercero, el exilio debe abandonar la crítica
como instrumento de lucha y apoyar los esfuerzos de todos los cubanos
de buena voluntad que desean el cambio democrático en Cuba,
sobre todo la obra de aquellos en la isla. Tal vez no siempre estaremos
de acuerdo cuando se trata de tácticas de momento, pero no
debemos dudar de la integridad patriótica de aquellos que
históricamente se han dedicado a esta sagrada causa de décadas.
A fin de cuentas, si nos mantenemos fieles a los principios rectores
que nos dejó Jorge Mas Canosa, encontraremos no sólo
libertad y democracia para Cuba, sino la certeza de que hemos sido
fieles a su legado.
Chairman de la Fundación Nacional Cubano Americana
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