10 de diciembre de 2007
 
 
             
 

Finalmente, lo callaron

CARLOS ALBERTO MONTANER


Primero el rey lo mandó callar. Ahora los venezolanos acaban de hacer lo mismo. Los dos fenómenos, además, están relacionados. Cuando don Juan Carlos le exigió que cerrara la boca, creó, sin proponérselo, el más formidable eslogan contra el aprendiz de dictador, y le dio a la oposición el impulso que necesitaban los estudiantes universitarios para vencer la apatía y llevar al pueblo a las urnas nuevamente.

Las consecuencias de esta derrota de Chávez son enormes. Aparentemente estaba en juego la aprobación de una constitución cercana a la que rige en Cuba (inspirada en la legislación estalinista de 1936), pero, en realidad, se jugaba algo mucho más importante: el destino del llamado ''socialismo del siglo XXI'' y los delirantes planes de conquistar América Latina para la causa del colectivismo autoritario. Los venezolanos no quieren el comunismo dentro de su patio, y mucho menos costear la aventura de convertir a Venezuela en la URSS de nuestro tiempo.

Los mandamases cubanos seguramente tomaron buena nota: no podrán contar indefinidamente con el subsidio venezolano, calculado en cuatro mil millones de dólares anuales. Esos cien mil barriles de petróleo diarios en algún momento dejarán de fluir, lo que les obligaría a un feroz racionamiento energético, peor al sufrido a principio de los noventa.

Todo esto sucede con un Fidel Castro moribundo, que insiste en postularse al parlamento para seguir siendo presidente, ya sin otro objetivo que impedir cualquier cambio en Cuba. Pero la verdad es que si pretendía sostenerse enquistándose en el presupuesto venezolano, como hizo antes con la URSS, ese saqueo no será posible durante mucho tiempo.

Para Evo Morales la noticia también es un mazazo. Su gobierno es el más débil del eje chavista. La derrota del venezolano lo sorprende en medio de una fraudulenta operación para forzar una nueva constitución que le permita reelegirse. Tiene en contra medio país geográfico y étnico. Si Chávez no pudo imponer su voluntad, mucho menos podrá él frente a la aguerrida oposición que lo adversa.

En Ecuador, con otra intensidad, ocurre algo parecido. Rafael Correa, uno de los pocos amigos personales de Chávez en la región, basado en su popularidad, intenta refundar el país para manejarlo con una vieja visión cepaliana de la economía, trufada con la influencia de la ''teología de la liberación'', pero probablemente la experiencia venezolana le sirva como un factor de moderación. La percepción que ahora se generaliza en toda la región es que el socialismo del siglo XXI será un fenómeno efímero.

Pero es en Venezuela, naturalmente, donde la derrota de Chávez genera mayores turbulencias. El mito de la invencibilidad del líder adorado se acabó, y el chavismo está mucho más cerca de ser una banda primitiva que de un partido político moderno. Si Chávez abandonara la presidencia en el 2013, ¿quién lo sustituye y cómo se elige al nuevo candidato? Ahora comienza la lucha por la sucesión y la consecuente fragmentación del grupo.

En la oposición hay también una recomposición importante. El factor más novedoso fueron los estudiantes demócratas, verdaderos héroes en la derrota de Chávez, con tres brillantes portavoces como primeras figuras. Quedan políticamente vivos, entre otros, Manuel Rosales, gobernador del Zulia; Julio Borges, líder de Primero Justicia, y Enrique Mendoza, muy activo tras bambalinas en respaldo del rechazo a Chávez. Sin embargo, la figura clave, a partir de ahora, quizás sea el enigmático general Raúl Baduel, quien en el 2002 devolviera la autoridad a Hugo Chávez y ahora se ha movido en la dirección contraria. Si decide aspirar, será un personaje a tomar en cuenta. En todo caso, la oposición democrática necesitará un candidato único para resistir al chavismo, más o menos como los chilenos de la Concertación tuvieron que ponerse de acuerdo para derrotar a Pinochet.

Lamentablemente, todavía es prematuro para hablar de la herencia que dejará el chavismo. Al teniente coronel le queda mucho por destruir mientras permanezca en Miraflores. En medio del río de petrodólares más impresionante que ha recibido Venezuela a lo largo de la historia, el país está hoy infinitamente peor gobernado, y la sociedad mucho más crispada que en 1998, cuando de una manera insensata se entregó a un aventurero ignorante cuya mejor credencial era que en 1992 había intentado acabar a tiros con el sistema democrático. Tal vez, cuando termine este triste episodio, ésa sea la única herencia positiva que deje el chavismo: para que una nación prospere y triunfe, hay que saber elegir. Los venezolanos, parece, están aprendiendo.


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