Finalmente,
lo callaron
CARLOS ALBERTO
MONTANER
Primero el rey lo mandó callar. Ahora los venezolanos acaban
de hacer lo mismo. Los dos fenómenos, además, están
relacionados. Cuando don Juan Carlos le exigió que cerrara
la boca, creó, sin proponérselo, el más formidable
eslogan contra el aprendiz de dictador, y le dio a la oposición
el impulso que necesitaban los estudiantes universitarios para vencer
la apatía y llevar al pueblo a las urnas nuevamente.
Las consecuencias de esta derrota de Chávez
son enormes. Aparentemente estaba en juego la aprobación
de una constitución cercana a la que rige en Cuba (inspirada
en la legislación estalinista de 1936), pero, en realidad,
se jugaba algo mucho más importante: el destino del llamado
''socialismo del siglo XXI'' y los delirantes planes de conquistar
América Latina para la causa del colectivismo autoritario.
Los venezolanos no quieren el comunismo dentro de su patio, y mucho
menos costear la aventura de convertir a Venezuela en la URSS de
nuestro tiempo.
Los mandamases cubanos seguramente tomaron buena
nota: no podrán contar indefinidamente con el subsidio venezolano,
calculado en cuatro mil millones de dólares anuales. Esos
cien mil barriles de petróleo diarios en algún momento
dejarán de fluir, lo que les obligaría a un feroz
racionamiento energético, peor al sufrido a principio de
los noventa.
Todo esto sucede con un Fidel Castro moribundo, que
insiste en postularse al parlamento para seguir siendo presidente,
ya sin otro objetivo que impedir cualquier cambio en Cuba. Pero
la verdad es que si pretendía sostenerse enquistándose
en el presupuesto venezolano, como hizo antes con la URSS, ese saqueo
no será posible durante mucho tiempo.
Para Evo Morales la noticia también es un
mazazo. Su gobierno es el más débil del eje chavista.
La derrota del venezolano lo sorprende en medio de una fraudulenta
operación para forzar una nueva constitución que le
permita reelegirse. Tiene en contra medio país geográfico
y étnico. Si Chávez no pudo imponer su voluntad, mucho
menos podrá él frente a la aguerrida oposición
que lo adversa.
En Ecuador, con otra intensidad, ocurre algo parecido.
Rafael Correa, uno de los pocos amigos personales de Chávez
en la región, basado en su popularidad, intenta refundar
el país para manejarlo con una vieja visión cepaliana
de la economía, trufada con la influencia de la ''teología
de la liberación'', pero probablemente la experiencia venezolana
le sirva como un factor de moderación. La percepción
que ahora se generaliza en toda la región es que el socialismo
del siglo XXI será un fenómeno efímero.
Pero es en Venezuela, naturalmente, donde la derrota
de Chávez genera mayores turbulencias. El mito de la invencibilidad
del líder adorado se acabó, y el chavismo está
mucho más cerca de ser una banda primitiva que de un partido
político moderno. Si Chávez abandonara la presidencia
en el 2013, ¿quién lo sustituye y cómo se elige
al nuevo candidato? Ahora comienza la lucha por la sucesión
y la consecuente fragmentación del grupo.
En la oposición hay también una recomposición
importante. El factor más novedoso fueron los estudiantes
demócratas, verdaderos héroes en la derrota de Chávez,
con tres brillantes portavoces como primeras figuras. Quedan políticamente
vivos, entre otros, Manuel Rosales, gobernador del Zulia; Julio
Borges, líder de Primero Justicia, y Enrique Mendoza, muy
activo tras bambalinas en respaldo del rechazo a Chávez.
Sin embargo, la figura clave, a partir de ahora, quizás sea
el enigmático general Raúl Baduel, quien en el 2002
devolviera la autoridad a Hugo Chávez y ahora se ha movido
en la dirección contraria. Si decide aspirar, será
un personaje a tomar en cuenta. En todo caso, la oposición
democrática necesitará un candidato único para
resistir al chavismo, más o menos como los chilenos de la
Concertación tuvieron que ponerse de acuerdo para derrotar
a Pinochet.
Lamentablemente, todavía es prematuro para
hablar de la herencia que dejará el chavismo. Al teniente
coronel le queda mucho por destruir mientras permanezca en Miraflores.
En medio del río de petrodólares más impresionante
que ha recibido Venezuela a lo largo de la historia, el país
está hoy infinitamente peor gobernado, y la sociedad mucho
más crispada que en 1998, cuando de una manera insensata
se entregó a un aventurero ignorante cuya mejor credencial
era que en 1992 había intentado acabar a tiros con el sistema
democrático. Tal vez, cuando termine este triste episodio,
ésa sea la única herencia positiva que deje el chavismo:
para que una nación prospere y triunfe, hay que saber elegir.
Los venezolanos, parece, están aprendiendo.
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