A
pesar de la diplomacia española
Miriam Leiva
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Los
cubanos sentimos que somos un mismo pueblo, donde quiera que estemos
asentados por los avatares de la vida. El gobierno instaurado en
Cuba hace apenas 50 años dividió y catalogó
las familias y los amigos entre revolucionarios, gusanos y mercenarios.
Más de millón y medio de isleños debieron emigrar,
y no se sabe cuantos hoy añoran igual destino.
Durante decenios no se podía mantener contactos
con esos supuestos apátridas, pues los cubanos tenían
que ser fieles a Fidel Castro o exponerse a perder el trabajo, los
estudios universitarios y soportar la vigilancia de los Comités
de Defensa de la Revolución, los informantes, y en definitiva
del aparato represivo de la Seguridad del Estado. Posiblemente así
comenzó la doble moral, porque infinidad de padres, hijos,
hermanos y amigos se comunicaban clandestinamente.
También existieron excesos de quienes se iban
y quienes se quedaban, al virarse la espalda e injuriarse con pasión
caribeña. Aún hay familiares que no se comunican,
no envían siquiera medicamentos a los necesitados en la isla,
o desde acá les aterran los contactos para no perder posiciones
en el Partido y la Juventud Comunistas y acceder a cargos en sectores
priorizados. Pero esas actitudes pierden adeptos a ambos lados del
Estrecho de Florida y en otros parajes.
Cuando se permitieron los viajes de la ¨comunidad¨
a Cuba hubo temor inicial tanto por los que llegaban como por quienes
los recibían. Incluso había que informar que se recibiría
a alguien, pedir permiso y hasta hacer un informe sobre el grado
de relación, donde se viajaba y si se recibían invitaciones
“sospechosas”. Con el aumento de las llegadas, el paso
del tiempo y la mejoría económica de los cada vez
más empobrecidos isleños gracias a ellos, todo eso
se vino abajo, con excepciones para los funcionarios, que timoratos
acogen con entusiasmo disimulado para los vecinos.
Paradójicamente, los “comunitarios”
han llegado a valorarse muy alto por obra del gobierno cubano. En
el Caimán Verde, quienes nos quedamos, no podemos alojarnos
en un hotel ni comprar en una ¨Farmacia Internacional¨,
nuestros hermanos con su pasaporte sí pueden hacerlo. Es
más, ellos pudieran abrir negocios privados aquí,
nosotros no. Nos complace que con mucho trabajo y tesón ellos
hayan logrado niveles económicos y sociales impensables de
alcanzar acá, donde casi todo está prohibido y es
ilegal. Agradecemos su solidaridad.
Por su parte, el gobierno de Estados Unidos castiga
desde mayo de 2004 a los cubanos-americanos con las limitaciones
a los viajes cada tres años y el envío de remesas.
No permite a sus ciudadanos visitar Cuba, lo que traería
influjo de ideas, de manera que al igual que el gobierno cubano,
al que critica, viola el derecho de salir libremente de su país
y regresar a él, contenido en la Declaración Universal
de las Naciones Unidas. Crea otra diferencia, pues siempre hay personas
astutas que desconocen esas limitaciones, mientras que los demás
tienen que escoger, por ejemplo, entre ver al pariente muy enfermo
o asistir a su funeral, así como pagar mucho para hacer llegar
el dinero ilegalmente.
Para colmo de incongruencia, el gobierno español
parece también considerar más cubanos a los de la
diáspora que a los de la isla. Difícil de asimilar
para no ser injustos con nuestros hermanos del exilio, que no desearían
provocar una situación semejante. Resulta que la Secretaria
de Estado para Iberoamérica, Doña Trinidad Jiménez,
se ha reunido con distinguidos compatriotas de organizaciones cubanas
en Miami, pero no habló ni por teléfono con disidentes
cuando estuvo en La Habana, acompañando a Don Miguel Ángel
Moratinos, según lo acordado con sus anfitriones. Entonces
sí pudo toda la delegación española intercambiar
sonrisas y presenciar que Felipe Pérez Roque llamara mercenarios
a los sufridos prisioneros de conciencia y políticos cubanos.
Las conversaciones con la Secretaria de Estado en
Miami difícilmente podían desestimarse. No obstante,
saltan muchas interrogantes ante ese cambio tan brusco de la diplomacia
española, cuando por estos días se suponía
que se reuniera en Madrid el llamado Grupo de Trabajo de Derechos
Humanos pactado con las autoridades cubanas. La reacción
de La Habana debe ser muy airada, según su tradición.
No se sabe si finalmente el gobierno ibérico comprendió
que su homólogo sólo ha promovido el cambio de política
de la Unión Europea utilizando la buena voluntad o los intereses
españoles, sin reciprocidad alguna; prevé un posible
desenlace del impasse político existente en Cuba desde la
enfermedad del Presidente Fidel Castro; o responde a estrategias
electorales con vista a los comicios de marzo en España.
Los cubanos tenemos sangre española,
y nos duele. Los de aquí, especialmente los presos, seguimos
siendo rehenes de los intereses de muchos. Llegará el día
en que se converse con todos en Cuba democrática. Nadie puede
olvidar lo más importante, estamos convencidos de que somos
un solo pueblo.
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