10 de dciiembre de 2007
 
 
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Las falsedades de Armando

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - En mayo de 2006 se imprimió en la Editora Política del Comité Central del Partido Comunista de Cuba el libro ¿Disidencia? Mercenarios del Imperio, una defensa al régimen castrista, por supuesto, realizada por Armando J. Arias Santos, agente de la policía política cubana y Licenciado en Derecho.

Llegó a mis manos el libro hace ya algunos meses. A pesar de que en él me menciona numerosas veces, me pareció innecesario comentarlo en alguna de las crónicas que escribo para CubaNet, porque forma parte de una gran colección de títulos, publicados con el mismo fin: convencer al mundo que la oposición a la dictadura de Fidel Castro es obra del Imperialismo.

No me referiré a ese punto, que al parecer, se trata de una teoría que incluso niega que difieran las longitudes geocéntricas de dos cuerpos celestes, que elementos homogéneos se diferencien en un sistema lingüístico y que en un jardín haya flores de distintos colores y tamaños. En fin, que cada hombre sea distinto a otro y tenga la libertad de no pensar igual.

Los regímenes totalitarios, sobre todo los dictadores, tratan por todos los medios de que el hombre no ande por la Tierra con su pensamiento libre. Eso lo sabemos de sobra y eso no lo entiende el agente Armando, o José.

Pero por amor a la verdad, sí quisiera aclarar los primeros párrafos de su libro, cargados de ofensas e ilustraciones terroríficas como rostros de feas serpientes, monstruos alusivos a Drácula, etc.

El libro comienza así: “Una fría tarde de diciembre del año 1987, en un apartamento ubicado en Centro Habana, en la capital de Cuba, un individuo nombrado Ricardo Bofill, muy bien conectado con las embajadas europeas y la estación de la CIA en esta ciudad, revela toda su filosofía a la anfitriona y a otro de sus colegas”.

Las imprecisiones de estas primeras páginas son muchas. ¡Cómo no lo voy a saber, si yo era la anfitriona cuyo nombre repite más adelante! Comienzo a aclarar: No fue una fría tarde de diciembre, sino una noche muy cálida de octubre. No era un apartamento, sino una casona. No me habló Bofill de ninguna filosofía, sino de la Carta de los Derechos Humanos, que yo ya conocía.

Nunca me dijo que luchaba por salir de Cuba. Bofill se fue custodiado por coroneles de la Seguridad del Estado y vive en Miami su destierro, como cientos de miles de cubanos a quienes se les niega el denigrante permiso para regresar a su país.

En ningún momento dijo que había que llamar la atención, sino luchar para que se respetaran los Derechos Humanos. En las cárceles de Fidel Castro de aquellos años había cientos de personas cumpliendo largas condenas, sólo porque expresaron su deseo de irse a Estados Unidos, porque simplemente lo intentaron o fueron capturados en alta mar.

En ningún momento la fundación del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, ocurrida el 20 de julio de 1988, representó una iniciativa de la Oficina de Intereses de Estados Unidos. Fue, sin darme cuenta, sugerencia mía.

Aquel año los simpatizantes del Comité Cubano Pro Derechos Humanos se multiplicaban por días. En dos o tres meses llegaron a ser más de trescientos. Cuando lo comenté con Ricardo, me aclaró que el CCPDH debía componerse de muy pocos miembros, porque el Comité no era un partido.

¡Entonces -dije- vamos a crear un Partido, porque toda esta gente quiere trabajar por los Derechos Humanos!

Así surgió nuestro querido Partido, que aún existe en Cuba, representado actualmente por René Montes de Oca, ese valiente y honesto cubano llevado también a prisión injustamente.

Para el policía político autor del citado libro, todos los que luchamos por los Derechos Humanos en nuestra Patria somos culebras, víboras, marionetas, seudo intelectuales, crápula, mercenarios y las palabras de siempre dichas por sus antecesores: fulleros, delincuentes, plumíferos y vedettes.

Hasta el difunto Sumo Pontífice, Juan Pablo II, quedó difamado en el libro de Armando José Arias Santos, cuando en las páginas 8 y 9 lo acusa de haber establecido vínculos con la CIA en la década del ochenta.


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