5 de dciiembre de 2007
 
 
Crónica            
 

Eran otros tiempos

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) “Cacha, pero, ¿tú aquí, en mi propia casa? Bueno, en lo que era mi casa. ¡Qué descaro!” –dijo Josefa, sorprendida, colérica.

Por años trató de arrinconar su ira y olvidar viejos agravios, pero ahora que la tenía frente a frente no se pudo contener. La herida no había cicatrizado y volvió a la carga.

-¡Tú, Caridad Gómez! Tú, la primera en lanzarme huevos cuando aquel acto de repudio porque quise irme del país. Tú que me gritaste gusana, vendepatria, traidora –estalló entre sollozos-; tú, mi mejor amiga, mi hermana. Juntas fuimos a la escuela, a todas parte, hasta intercambiábamos la ropa y los secretos. ¿Te acuerdas, Cacha?

-¡Cómo no voy a acordarme, chica! ¡Ay, perdóname, Fefa! Todo era una confusión entonces. ¡Perdóname!

Se abrazaron, llorando. Tenían mucho de qué hablar.

-Cacha, cuéntame de tu hijo.

-¿Pedrito? Bueno, sabes que era salvavidas; conoció en Varadero a una turista canadiense, se casaron y viven en Canadá. Tienen un niño. Ya soy abuela y el año pasado pude visitarlos.

-Cacha, perdona la pregunta, me han dicho que todavía eres presidenta del comité.

-¡Cierto, muy cierto! Y mejor presidenta que ella no la queremos –intervino Gumersindo, el vecino jubilado, quien también fue a saludar a la antigua vecina, de visita en Cuba.

-Cachita lleva muchos años en el cargo, casi vitalicio. ¿Sabes el secreto? Nadie quiere ese cargo porque es candela viva. Pero la gente entiende a Cacha y ella nos entiende –enfatizó Gumersindo, guiñando un ojo a Fefa. Y continuó.- Si alguien necesita una recomendación del CDR para el trabajo, o para comprar un equipo eletrodoméstico, o para tener derecho a un apartamento o un viaje al extranjero, ahí está Cacha, disimulando faltas y anotándole algunas guardias del CDR de más. Con las donaciones de sangre sí que no hay invento, tienes que presentar el comprobante de la extracción. Pero de la conexión clandestina a Internet y la televisión satelital del barrio Cachita ni se da por enterada, aunque no se pierde un capítulo de novela ni un show musical. El otro día Cacha se asustó, y de qué manera, cuando vino a verla un policía para comprobar si Pura estaba jineteando. Le dijo muy incómoda al agente que estaba muy equivocado, que era una calumnia decir que Pura es una puta, porque algunos vejetes extranjeros la invitan a la playa o a un restaurante caro.

-Ay, Gume –interrumpe Cacha a su vecino-, no digas esas cosas que me sacas los colores.

-Las digo y bien, para que nadie te confunda. Pero, mira, Fefita, cuando Cacha nos dice que tenemos tal meta de donaciones de sangre, de recogida de materia prima para reciclaje, y que hay que tener al día el pago de la cuota del comité, ¡hay que cumplir con ella, sí señor!

Caridad, presidenta del CDR #71, interviene otra vez:

-A propósito, Gume, aquí tengo un recorte del periódico Juventud Rebelde donde Leonardo Tracter Jordán, coordinador provincial de los CDR de Ciudad de La Habana, declara: “¿Acaso podemos permitirnos dejar brechas a la indisciplina y al delito? ¿De qué vale custodiar una cuadra hasta la una de la mañana si después nos retiramos a dormir y dejamos a la delincuencia despierta y los bienes desprotegidos?”. Pero oye esto otro, Gumersindo, dice el coordinador que en los barrios se levantan y arreglan casas con materiales de dudosa procedencia, y operan fábricas clandestinas, y esto no se denuncia y los comités ni si dan por enterado.

-No sé, Cachita, por qué me dices esas cosas. Yo sólo quería…

-Mi querido Gume, y te lo digo delante de Fefa que ya no vive aquí: ¡hay que ponerse patines! No podemos perder nuestra condición de CDR vanguardia. Tú tienes el cargo de vigilancia y tienes que decirle a Ramona que aguante la venta de tamales; a Joaquín lo alertas sobre lo que dijeron de las fabriquitas clandestinas. Ah, también le dices a Pura que se deje de tanta putería y le diga a sus clientes que parqueen sus turistaxis bien lejos su casa. Y tú, mi querido Gumersindo, cuídate bien de que la policía no te vaya a agarrar con la lista de apuntaciones de la bolita, porque vas directo a prisión.

Dirigiéndose entonces a su amiga gusana, hoy mariposa, le dice:

-¿Te das cuenta, querida amiga? ¡Aquellos eran otros tiempos!


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