3 de dciiembre de 2007
 
 
Crónica            
 

Negros problemas

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Hasta hace unos años, nadie lo discutía. En Cuba, la discriminación racial había sido eliminada por decreto. De un plumazo. Era otro logro de la revolución. Aquí el racismo no era un problema. En ese aspecto, estábamos en paz con nuestras conciencias, especialmente si éramos blancos o lo parecíamos.

Parece que no era exactamente así. El problema no estaba del todo resuelto. Sólo lo habían ocultado bajo la cama. Donde mismo estaban los cadáveres inquietos de los casi tres mil negros masacrados en “la guerrita racista” de 1912, las abolidas sociedades de color y las calumnias contra paleros y abakuás (las del período republicano y las que publicaba la revista “El Militante Comunista”).

Ahora que estamos a punto de hacer limpieza general, algunas escobas indiscretas comienzan a regar el polvo por toda la casa. Amenaza traer lodos.

Se vuelve a hablar de racismo. De poco valió eludir el tema durante tantos años. Está saliendo a flote en el peor momento posible. Sucede que el conflicto racial sería otra trampa mortal en el campo minado que nos separa de la democracia.

El año pasado, el veterano luchador por los derechos civiles de los afro americanos, James Meredith, afirmó durante una video conferencia con un grupo de activistas pro democracia cubanos, que si cien mil negros salen a las calles habaneras a manifestarse por sus derechos, la dictadura caería.

La Habana no es Birmingham ni Montgomery. Si se lanzara a la calle esa cantidad de personas, de la raza que sean, el régimen caería también.

En la lucha por el cambio democrático no hay por qué establecer separaciones por el color de la piel. Dividir a los opositores cubanos en blancos y negros sería un costoso y absurdo error. Reconocer que existen rasgos de discriminación racial en la sociedad cubana actual no puede significar apagar un fuego con petróleo.

No es un secreto para ningún cubano. Faltan negros en las corporaciones, el gobierno y la televisión. Para recaudar los dólares y euros del turismo, el folklore, la salsa y la santería son más rentables si tienen rostros mulatos.

Según las insólitas cifras del último censo, el 64,8 % de los cubanos son blancos. En realidad, la mayoría son mulatos, pero sólo admiten serlo los que tienen pronunciados rasgos negroides. Los demás “pasan por blancos”. Su identidad racial neutralizada niega y a la vez confirma el racismo. Después de todo, ¿hay algo malo en que casi todos seamos mulatos?

Así, los negros son mayoría sólo en el deporte, los solares de Centro Habana y las 200 cárceles diseminadas por la isla.

Los prejuicios raciales estaban más arraigados de lo que estábamos dispuestos a admitir. Prendidos como una mala hierba. Conviviendo con nosotros en forma de chistes o estereotipos acuñados desde la colonia.

Pero sería desmesurado decir que en Cuba hay un racismo institucional. En su lugar, lo que hay es un aberrante círculo vicioso. Los más desfavorecidos recurren a estrategias marginales de supervivencia que son reprimidas por una policía que sigue empeñada en vincular el delito con el color de la piel.

Apuntar el problema negro en despistadas agendas políticas sólo contribuye a complicar las cosas.

Igual se pudiera hablar de un problema oriental, que los negros no son los únicos discriminados en Cuba. ¿No han escuchado a algunos culpar a los orientales de todos los males de La Habana?

Los problemas existen. También el problema negro. Enterrar la cabeza en la arena y negarlo no es la solución. Tampoco agigantar fantasmas. La democracia y un estado de derecho siguen siendo los mejores remedios conocidos para problemas de cualquier color. El antídoto universal contra todo tipo de ponzoñas.

Ya se anuncian (lo dice la cartelera de desastres) conflictos raciales y regionales. Por suerte, a nadie se le ha ocurrido todavía crear un partido fundamentalista islámico. Con la manía que hemos adquirido de complicar todavía más el camino a la democracia, estamos a punto de inventarnos problemas para mañana y pasado mañana. Sólo por tener en que entretenernos cuando ya no haya más una dictadura que nos ocupe.

 

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