Osiris
y los intocables
Juan González Febles
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Osiris Martínez
López es la fiscal jefa de la Dirección de Procesos
Penales en la Fiscalía General de la República. Recientemente
descartó que la corrupción involucre en la actualidad
a las altas esferas del poder político en Cuba, a pesar de
lo que denominó “contratos perjudiciales” con
firmas extranjeras y ventas de exámenes a alumnos.
La divina Osiris afirmó: “Por suerte,
en las altas esferas del estado y el gobierno no tenemos corrupción
política, por eso decimos que aquí este mal no ha
minado la esencia de la sociedad”.
Resultan comprensibles las afirmaciones de Osiris.
La corrupción, dicho de forma muy simplificada, aparece cuando
alguien toma la decisión de destinar un bien público
para si, o para alguien de su elección. El grupúsculo
reducido al que la Sra. Osiris llama “altas esferas del estado
y el gobierno” sólo administra lo que le pertenece
y todo parece indicar que además son “la esencia de
la sociedad”.
Si fuéramos a escoger un modelo político
en los anales históricos de la humanidad, comparable con
ventaja al actual régimen cubano, el más cercano en
sus rasgos más ostensibles sería el antiguo Egipto
de los faraones.
En Egipto tampoco hubo corrupción entre las
“altas esferas del estado y el gobierno”, porque los
faraones y los altos sacerdotes no tenían necesidad real
para ello. En Cuba pasa exactamente lo mismo.
Egipto era de Faraón, de la familia real y
de sus altos sacerdotes; Cuba es de Fidel Castro, de sus familiares
más allegados y de la élite político-militar
que gobierna. Al igual que Faraón, Castro, su familia y su
élite no roban. Sólo administran a discreción
lo que por derecho les pertenece, lo que se “ganaron”
en buena lid. Al igual que Faraón, su familia y sus altos
sacerdotes, Castro y los suyos son intocables y divinos.
Dentro del marco del recientemente clausurado IV
Encuentro Internacional sobre la Sociedad y sus Retos frente a la
Corrupción, se escucharon cosas muy interesantes sobre la
elástica legalidad en la Isla.
Lo más interesante fue como la fiscalía
cubana diluyó las responsabilidades de los altos niveles
políticos en su relación con el tema. La funcionaria
se refirió al “tráfico de influencias”
sin hacer mención del ostensible nepotismo practicado sin
ningún pudor, desde la cima del poder hasta la base.
Sobre las violaciones a los derechos constitucionales
de los cubanos, orientadas por el más alto nivel de dirección
política del país, no se habló. Las limitaciones
en los derechos de propiedad y la total falta de libertad económica
de que adolece la sociedad cubana, no fueron destacadas como causas
posibles de corrupción.
Otras causas que tienen real incidencia sobre la
corrupción, como son entre otras, la carestía de lo
más elemental, situación de la que se desmarca la
nomenklatura de gobierno, fueron delineadas en formas eufemísticas
y epidérmicas.
La fiscal Osiris fue muy cuidadosa con los intereses
de los intocables en la sociedad cubana actual. No se habló
sobre los arbitrarios mecanismos de distribución de la riqueza
en la Isla. Tampoco sobre las impunidades y privilegios de que gozan
los elegidos por si mismos del castrismo.
La Sra. fiscal lamentó que “todavía
convivimos con amiguismos”. Los ciudadanos comenzaron a usar
el término tan cuestionado, “tengo que luchar”.
Desde su óptica oficial los que delinquen son los que se
ven precisados a usar “el término tan cuestionado”.
Todo parece indicar que los únicos a
salvo del virus de la corrupción son “las altas esferas
del poder político en Cuba”. Quizás porque lo
lucharon antes y lo poseen todo: Un país para realizar sus
más caras y descocadas fantasías, sin rendir cuentas
a nadie todo el tiempo del mundo.
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