3 de dciiembre de 2007
 
 
Crónica            
 

Osiris y los intocables

Juan González Febles

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Osiris Martínez López es la fiscal jefa de la Dirección de Procesos Penales en la Fiscalía General de la República. Recientemente descartó que la corrupción involucre en la actualidad a las altas esferas del poder político en Cuba, a pesar de lo que denominó “contratos perjudiciales” con firmas extranjeras y ventas de exámenes a alumnos.

La divina Osiris afirmó: “Por suerte, en las altas esferas del estado y el gobierno no tenemos corrupción política, por eso decimos que aquí este mal no ha minado la esencia de la sociedad”.

Resultan comprensibles las afirmaciones de Osiris. La corrupción, dicho de forma muy simplificada, aparece cuando alguien toma la decisión de destinar un bien público para si, o para alguien de su elección. El grupúsculo reducido al que la Sra. Osiris llama “altas esferas del estado y el gobierno” sólo administra lo que le pertenece y todo parece indicar que además son “la esencia de la sociedad”.

Si fuéramos a escoger un modelo político en los anales históricos de la humanidad, comparable con ventaja al actual régimen cubano, el más cercano en sus rasgos más ostensibles sería el antiguo Egipto de los faraones.

En Egipto tampoco hubo corrupción entre las “altas esferas del estado y el gobierno”, porque los faraones y los altos sacerdotes no tenían necesidad real para ello. En Cuba pasa exactamente lo mismo.

Egipto era de Faraón, de la familia real y de sus altos sacerdotes; Cuba es de Fidel Castro, de sus familiares más allegados y de la élite político-militar que gobierna. Al igual que Faraón, Castro, su familia y su élite no roban. Sólo administran a discreción lo que por derecho les pertenece, lo que se “ganaron” en buena lid. Al igual que Faraón, su familia y sus altos sacerdotes, Castro y los suyos son intocables y divinos.

Dentro del marco del recientemente clausurado IV Encuentro Internacional sobre la Sociedad y sus Retos frente a la Corrupción, se escucharon cosas muy interesantes sobre la elástica legalidad en la Isla.

Lo más interesante fue como la fiscalía cubana diluyó las responsabilidades de los altos niveles políticos en su relación con el tema. La funcionaria se refirió al “tráfico de influencias” sin hacer mención del ostensible nepotismo practicado sin ningún pudor, desde la cima del poder hasta la base.

Sobre las violaciones a los derechos constitucionales de los cubanos, orientadas por el más alto nivel de dirección política del país, no se habló. Las limitaciones en los derechos de propiedad y la total falta de libertad económica de que adolece la sociedad cubana, no fueron destacadas como causas posibles de corrupción.

Otras causas que tienen real incidencia sobre la corrupción, como son entre otras, la carestía de lo más elemental, situación de la que se desmarca la nomenklatura de gobierno, fueron delineadas en formas eufemísticas y epidérmicas.

La fiscal Osiris fue muy cuidadosa con los intereses de los intocables en la sociedad cubana actual. No se habló sobre los arbitrarios mecanismos de distribución de la riqueza en la Isla. Tampoco sobre las impunidades y privilegios de que gozan los elegidos por si mismos del castrismo.

La Sra. fiscal lamentó que “todavía convivimos con amiguismos”. Los ciudadanos comenzaron a usar el término tan cuestionado, “tengo que luchar”. Desde su óptica oficial los que delinquen son los que se ven precisados a usar “el término tan cuestionado”.

Todo parece indicar que los únicos a salvo del virus de la corrupción son “las altas esferas del poder político en Cuba”. Quizás porque lo lucharon antes y lo poseen todo: Un país para realizar sus más caras y descocadas fantasías, sin rendir cuentas a nadie todo el tiempo del mundo.

 

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