2 de diciembre de 2007
 
 
             
 

Sólo para adictos a Cuba

OSCAR PEÑA / El Nuevo Herald

Desde el primer momento que el presidente George W. Bush distinguió al activista de derechos humanos Oscar Elías Biscet con la más alta condecoración de Estados Unidos, enviamos una nota de agradecimiento al mandatario.

Igual habíamos hecho con la Unión Europea cuando distinguieron a Oswaldo Payá Sardiñas, y con los suecos cuando premiaron a Manuel Cuesta Morúa; también lo hemos hecho con las organizaciones y países que han emitido premios a destacados exiliados. Igual disfrutamos como propias aquellas resonantes y reiteradas ganadas elecciones del cubano Raúl Martínez en Hialeah, o la llegada del primer cubano al Senado norteamericano, Mel Martínez. ¿Habrá algún cubano que no experimentó agrado y orgullo al conocer de la designación de un compatriota como secretario de Comercio? ¿Habrá alguno que no lo experimente mañana si la candidata Hillary Clinton escogiera a Bob Menéndez como compañero de fórmula y ganaran? El único lamento es pensar que todos hayan tenido que triunfar fuera de su patria o estén presos dentro de ella.

Es muy importante hacer saber que los cubanos que abogamos por una Cuba democrática agradecemos esas solidarias acciones. Iguales notas enviaríamos al presidente de Rusia o el de China si lo hicieren. La solidaridad la agradecemos de cualquier esquina que proceda. No sólo la necesitamos de un país o partido político. La necesitamos de todos. Sirva esta experiencia personal: cuando llegue de Cuba fui invitado y recibido en el Departamento de Estado, estando en la presidencia un republicano (Bush padre); después ganaron los demócratas y tengo dos cartas enviadas por el presidente Clinton. Esas acciones no me hicieron más republicano o más demócrata. A ambos partidos expreso las mismas opiniones y de ambos recabo la misma solidaridad. Así estimo debían actuar los exiliados.

Sin embargo, parece que el idealismo nos ciega: por la acción de felicitar al presidente Bush por otorgar el galardón a Oscar Elías Biscet, recibimos críticas de cubanos que al parecer están más inmersos en luchas partidistas de Estados Unidos o en una inútil competencia entre organizaciones exiliadas por una Cuba libre. Aprovecho el episodio para aconsejar a todos los cubanos algo imperioso: el momento no es el de estar seleccionando a mi exiliado (para los que están dentro de Cuba), o a mi disidente o preso político (para los que están afuera). Tampoco es el de poner las esperanzas y la búsqueda de posibles reformistas dentro de la nomenclatura del régimen sólo en Raúl Castro, su hija Mariela, Julio Casas Regueiro, Carlos Lage, Ricardo Alarcón, Fernando Remírez de Estenoz o Rafael Hernández. No debemos poner barreras. Todos los que forman parte del régimen tienen que recibir señales de que contamos con ellos como protagonistas y partes del cambio en Cuba. A todos tenemos que darles un voto de confianza. Inevitablemente el hogar cubano hay que reconstruirlo con el concurso de todos sus hijos.

Para alistarse los cubanos al fino, delicado y muy necesario juego de la democracia primero lleguemos entre todos a la orilla. Mañana, cuando nuestro país sea libre, cada cubano tendrá la oportunidad de escoger sus a candidatos, leyes, partidos y organizaciones. No es sólo una opción, es una necesidad vital. El contrapunto, balance y consenso de las diferentes opiniones y puntos de vista sin duda ayudan a alcanzar el desarrollo y seriedad de los países. Pero hoy lamentablemente todavía los cubanos no estamos en esos momentos. Querer hacer esos ejercicios genuinamente democráticos en el actual proceso cubano es conspirar contra la llegada de la democracia a Cuba. Hoy tenemos que acopiarnos --allá y aquí-- de tacto, sentido común, amor a Cuba, buena voluntad, desprendimiento de cinismos, partidismos, excesos de protagonismo, críticas despiadadas a cubanos demócratas o republicanos, a ex batistianos o ex fidelistas, disidentes o exiliados. Lleguemos a la meta y después tratemos de hacer el compromiso y pacto social de vivir con la útil diferencia, sellada calidad ciudadana y el respeto entre todos.

Hago una pregunta válida: ¿tendrá valor Raúl Castro para, estando vivo Fidel Castro, poner en libertad al prisionero de su hermano, Oscar Elías Biscet, y al resto de los presos políticos? Sería el segundo gesto de gallardía, valor e independencia del sucesor. El primero fue reconocer públicamente el pasado 26 de julio que Cuba necesita cambios serios. Si ahora Raúl Castro suelta a los inocentes presos políticos comenzaría a soltar lastre de dictadura.

 

 

 
 
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