PRENSA INDEPENDIENTE
Octubre 4, 2006

POLITICA
P.A.N. y agua

Jorge Olivera Castillo

LA HABANA, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) - Andrés Manuel López Obrador intenta atrapar la realidad y proclamarla como una ilusión óptica.

Dice que es el presidente de México. Lo reafirma con vehemencia. Convierte su discurso en bombas retóricas que explotan muy cerca del Instituto Federal Electoral y sus adherentes que refrendaron la legalidad de una derrota vista en la lejanía meses atrás, pero omnipresente hoy como el tequila en los bares de Jalisco.

Su intransigencia toma la forma angular de un boomerang. La estabilidad social recibe sus impactos con los llamados a la desobediencia civil y las convocatorias a otros desafíos que podrían culminar con la desarticulación del país.

Por sobre las instituciones democráticas también se sienten los silbidos del arma en vuelo.

López Obrador persiste en el ataque, a sabiendas de que puede terminar inmolándose frente a su ejército de correligionarios.

El candidato del Partido de la Revolución Democrática (P.R.D) huye hacia delante, acercándose a una zona donde el hallazgo más seguro es una lápida con sus datos personales.

Terminar como un cadáver político sin velas para el entierro y con escasa presencia de dolientes es una probabilidad que va conformándose al compás de las alocuciones vacías de prudencia y realismo.

El revés en las urnas del beligerante adalid de la izquierda mexicana fue un trago de chile en ayunas para los que en la región comulgan con las ideas estatistas y el populismo.

Aunque objetivamente es imposible concebir un totalitarismo a lo cubano o un desafuero bolivariano en la tercera nación más extensa de Hispanoamérica, sin lugar a dudas, un gobierno marcado por un estilo ideologizante, con énfasis en teorías de corte nacionalista y que de cierto modo se suma a la demonización del libre mercado hubiera arrancado aplausos en La Habana, Caracas y La Paz.

López Obrador era un amigo potencial de los respectivos regímenes, no propiamente un aliado, pero sí una pieza que al menos reportaría algún rédito en los ámbitos diplomático, político y psicológico.

Es harto conocido que la vinculación económica de México con los Estados Unidos es tan estrecha que resulta invulnerable a las quiebras. Los intereses que se mueven hacia ambos lados son vitales y de hecho constituyen lazos que niegan exabruptos, más allá de ejercicios orales que no por repetidos llegan a insertarse en las estrategias que conforman las agendas del poder real.

Felipe Calderón no es moneda que genera un sonido agradable en las alcancías de los revolucionarios de vieja data, ni en la de los noveles herederos. Es el elegido en sufragios que evadieron, pese a las acusaciones, la senda del fraude. Es un hombre que rehúsa las estridencias y se enrumba hacia la modernización y al pragmatismo.

No quiere desgastarse en batallas bizantinas por causas que sólo aumentan la espesura de la ambigüedad y se pierden en la noria del espectáculo y el alboroto.

Su proyección es la de un gobernante ajustado a las reglas del consenso, sin pretensiones de caudillaje y anclado en razones que favorezcan un clima de desarrollo integral y sostenible que atenúe los márgenes de pobreza presentes en amplios sectores de la población mexicana.

Su indocilidad en prestarse al juego de un marxismo trasnochado y folklórico tendrá su cosecha de ataques velados y aparatosos.

En Hugo Chávez tiene un adversario tenaz. La batería de insultos está lista en un rescoldo del Palacio de Miraflores con su siempre generoso parque de municiones.

En Cuba, o mejor dicho, en el régimen de partido único, el presidente panista no goza de muchas simpatías. Se le verá como un fiel exponente del capitalismo, un defensor del estado de derecho y de los cánones inherentes a la democracia que, sin tapujos, la tildan de porquería. Suficiente para que las relaciones bilaterales se mantengan en hibernación.

Silverio Cavazos Cevallos, el gobernador del estado de Colima, mostró hace pocos días en La Habana, algo muy parecido al optimismo respecto a la normalización de los contactos oficiales.

Militante del Partido Revolucionario Institucional (P.R.I), la tercera fuerza política en México, el Sr. Cavazos puede que haya manifestado ese criterio por pura formalidad.

Con Andrés Manuel López Obrador a la izquierda del continente, sobre todo la más rancia, se le hacía la boca agua, tejía planes, soñaba con ampliar su esfera de influencia, claro que en este caso de manera modesta.

Ahora con Felipe Calderón, la cosa no está para festejos. El menú en la carta pone en mayúscula la humildad y el tiempo. P.A.N y agua durante un sexenio.


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