POLITICA
P.A.N. y agua
Jorge Olivera Castillo
LA HABANA, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) -
Andrés Manuel López Obrador intenta
atrapar la realidad y proclamarla como una ilusión
óptica.
Dice que es el presidente de México. Lo
reafirma con vehemencia. Convierte su discurso
en bombas retóricas que explotan muy cerca
del Instituto Federal Electoral y sus adherentes
que refrendaron la legalidad de una derrota vista
en la lejanía meses atrás, pero
omnipresente hoy como el tequila en los bares
de Jalisco.
Su intransigencia toma la forma angular de un
boomerang. La estabilidad social recibe sus impactos
con los llamados a la desobediencia civil y las
convocatorias a otros desafíos que podrían
culminar con la desarticulación del país.
Por sobre las instituciones democráticas
también se sienten los silbidos del arma
en vuelo.
López Obrador persiste en el ataque, a
sabiendas de que puede terminar inmolándose
frente a su ejército de correligionarios.
El candidato del Partido de la Revolución
Democrática (P.R.D) huye hacia delante,
acercándose a una zona donde el hallazgo
más seguro es una lápida con sus
datos personales.
Terminar como un cadáver político
sin velas para el entierro y con escasa presencia
de dolientes es una probabilidad que va conformándose
al compás de las alocuciones vacías
de prudencia y realismo.
El revés en las urnas del beligerante adalid
de la izquierda mexicana fue un trago de chile
en ayunas para los que en la región comulgan
con las ideas estatistas y el populismo.
Aunque objetivamente es imposible concebir un
totalitarismo a lo cubano o un desafuero bolivariano
en la tercera nación más extensa
de Hispanoamérica, sin lugar a dudas, un
gobierno marcado por un estilo ideologizante,
con énfasis en teorías de corte
nacionalista y que de cierto modo se suma a la
demonización del libre mercado hubiera
arrancado aplausos en La Habana, Caracas y La
Paz.
López Obrador era un amigo potencial de
los respectivos regímenes, no propiamente
un aliado, pero sí una pieza que al menos
reportaría algún rédito en
los ámbitos diplomático, político
y psicológico.
Es harto conocido que la vinculación económica
de México con los Estados Unidos es tan
estrecha que resulta invulnerable a las quiebras.
Los intereses que se mueven hacia ambos lados
son vitales y de hecho constituyen lazos que niegan
exabruptos, más allá de ejercicios
orales que no por repetidos llegan a insertarse
en las estrategias que conforman las agendas del
poder real.
Felipe Calderón no es moneda que genera
un sonido agradable en las alcancías de
los revolucionarios de vieja data, ni en la de
los noveles herederos. Es el elegido en sufragios
que evadieron, pese a las acusaciones, la senda
del fraude. Es un hombre que rehúsa las
estridencias y se enrumba hacia la modernización
y al pragmatismo.
No quiere desgastarse en batallas bizantinas
por causas que sólo aumentan la espesura
de la ambigüedad y se pierden en la noria
del espectáculo y el alboroto.
Su proyección es la de un gobernante ajustado
a las reglas del consenso, sin pretensiones de
caudillaje y anclado en razones que favorezcan
un clima de desarrollo integral y sostenible que
atenúe los márgenes de pobreza presentes
en amplios sectores de la población mexicana.
Su indocilidad en prestarse al juego de un marxismo
trasnochado y folklórico tendrá
su cosecha de ataques velados y aparatosos.
En Hugo Chávez tiene un adversario tenaz.
La batería de insultos está lista
en un rescoldo del Palacio de Miraflores con su
siempre generoso parque de municiones.
En Cuba, o mejor dicho, en el régimen de
partido único, el presidente panista no
goza de muchas simpatías. Se le verá
como un fiel exponente del capitalismo, un defensor
del estado de derecho y de los cánones
inherentes a la democracia que, sin tapujos, la
tildan de porquería. Suficiente para que
las relaciones bilaterales se mantengan en hibernación.
Silverio Cavazos Cevallos, el gobernador del estado
de Colima, mostró hace pocos días
en La Habana, algo muy parecido al optimismo respecto
a la normalización de los contactos oficiales.
Militante del Partido Revolucionario Institucional
(P.R.I), la tercera fuerza política en
México, el Sr. Cavazos puede que haya manifestado
ese criterio por pura formalidad.
Con Andrés Manuel López Obrador
a la izquierda del continente, sobre todo la más
rancia, se le hacía la boca agua, tejía
planes, soñaba con ampliar su esfera de
influencia, claro que en este caso de manera modesta.
Ahora con Felipe Calderón, la cosa no está
para festejos. El menú en la carta pone
en mayúscula la humildad y el tiempo. P.A.N
y agua durante un sexenio.
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