PRENSA INDEPENDIENTE
Noviembre 15, 2005
 

CULTURA
Los silencios de Rafael Alcides

Luis Cino

LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - Rafael Alcides puede pasar los próximos 10 años o más sin publicar en su país. Lleva décadas resistiendo impávido y desentendido las más absurdas paradojas totalitarias.

Laborioso y testarudo, tiene su almacén doméstico de poemas y novelas inéditas. Tiene la terca paciencia de los poetas que no tienen prisa porque se saben dueños absolutos del tiempo y las palabras.

Los que alguna vez le agradecimos "Agradecido como un perro", rastreábamos su verbo por los corredores del silencio. Tuvimos la suerte de encontrar sus crónicas y poemas en Encuentro.

Son suficiente para saberlo claro y lúcido e incluirlo en la lista de los poetas amigos. Para, sin conocerlo personalmente, tomar café y fumar en la cocina, flanqueado por sus perros. Alegrarme de saber que con Regina y un bolero elude la hecatombe de otro día negro.

Una vez lo quisieron hacer parte de la multitud. Casi lo lograron. Los poetas tienen sueños. Algunos hasta están dispuestos a ofrendar su vida por ellos. Pero no saben cantar en coro. Tienden a aburrirse de las loas. Son reacios a órdenes y mandatos.

Rafael Alcides, resignado, filosófico, resistiendo los olvidos, se hizo a un lado a presenciar el desfile triste de mediocres, serviles y corifeos.

Se quedó escuchando "el rumor de lo que fue la vida antes que llegara el porvenir". Para las dudas, consultó con su abuelo mambí, lisiado de guerra, desalojado y sin pensión.

Buscó asegurarse de que Barrancas seguía estando a sus espaldas como el último de los refugios. Sin naves quemadas, sirenas cantoras ni ideologías letales. Que ni los sueños ni la vida cambiaron.

El poeta vive y muere cada día en La Habana con vidrios molidos en la boca. Firme como una dura raíz de la sabana oriental. Advertido y advirtiendo que nada es como suponíamos.

Enfrenta la incertidumbre del mañana con un puñado de tierra de una esquina del caserío como amuleto único e infalible.

Romántico sobreviviente de un mundo que se deshace y se vacía, se sienta a un lado del camino. Toma un segundo aire antes de vadear la próxima trinchera y remontar la penúltima corriente.

Su tiempo de ilusiones vanas pasó. Se convirtió en cenizas. Sobre ellas ya no hay humo ni rencores. El poeta no se llama a engaños:

"El pasado y el porvenir pasaron ya
Todo lo que tuvimos lo perdimos
Y era más de lo que se podía tener".

Sabe que, en un final, lo único seguro es Barrancas. Como Ulises a Itaca, un día volverá. Será el fin de un viaje largo y circular.

Entre el pasado y el porvenir, en paz con sus demonios, sin temor, con paciencia de poeta, Rafael Alcides espera.


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