CULTURA
Los silencios de Rafael Alcides
Luis Cino
LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org)
- Rafael Alcides puede pasar los próximos
10 años o más sin publicar en su
país. Lleva décadas resistiendo
impávido y desentendido las más
absurdas paradojas totalitarias.
Laborioso y testarudo, tiene su almacén
doméstico de poemas y novelas inéditas.
Tiene la terca paciencia de los poetas que no
tienen prisa porque se saben dueños absolutos
del tiempo y las palabras.
Los que alguna vez le agradecimos "Agradecido
como un perro", rastreábamos su verbo
por los corredores del silencio. Tuvimos la suerte
de encontrar sus crónicas y poemas en Encuentro.
Son suficiente para saberlo claro y lúcido
e incluirlo en la lista de los poetas amigos.
Para, sin conocerlo personalmente, tomar café
y fumar en la cocina, flanqueado por sus perros.
Alegrarme de saber que con Regina y un bolero
elude la hecatombe de otro día negro.
Una vez lo quisieron hacer parte de la multitud.
Casi lo lograron. Los poetas tienen sueños.
Algunos hasta están dispuestos a ofrendar
su vida por ellos. Pero no saben cantar en coro.
Tienden a aburrirse de las loas. Son reacios a
órdenes y mandatos.
Rafael Alcides, resignado, filosófico,
resistiendo los olvidos, se hizo a un lado a presenciar
el desfile triste de mediocres, serviles y corifeos.
Se quedó escuchando "el rumor de
lo que fue la vida antes que llegara el porvenir".
Para las dudas, consultó con su abuelo
mambí, lisiado de guerra, desalojado y
sin pensión.
Buscó asegurarse de que Barrancas seguía
estando a sus espaldas como el último de
los refugios. Sin naves quemadas, sirenas cantoras
ni ideologías letales. Que ni los sueños
ni la vida cambiaron.
El poeta vive y muere cada día en La Habana
con vidrios molidos en la boca. Firme como una
dura raíz de la sabana oriental. Advertido
y advirtiendo que nada es como suponíamos.
Enfrenta la incertidumbre del mañana con
un puñado de tierra de una esquina del
caserío como amuleto único e infalible.
Romántico sobreviviente de un mundo que
se deshace y se vacía, se sienta a un lado
del camino. Toma un segundo aire antes de vadear
la próxima trinchera y remontar la penúltima
corriente.
Su tiempo de ilusiones vanas pasó. Se
convirtió en cenizas. Sobre ellas ya no
hay humo ni rencores. El poeta no se llama a engaños:
"El pasado y el porvenir pasaron ya
Todo lo que tuvimos lo perdimos
Y era más de lo que se podía tener".
Sabe que, en un final, lo único seguro
es Barrancas. Como Ulises a Itaca, un día
volverá. Será el fin de un viaje
largo y circular.
Entre el pasado y el porvenir, en paz con sus
demonios, sin temor, con paciencia de poeta, Rafael
Alcides espera.
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