DESDE
LA CARCEL
De
cuchillos, puñales y otros demonios
José Ubaldo Izquierdo Hernández,
prisionero político y de conciencia condenado
a 16 años.
PENITENCIARIA DE GUANAJAY, Cuba - Junio (www.cubanet.org)
- Dos de la tarde. Es día jueves y el penal
se encuentra aparentemente tranquilo. Aprovecho
para dormir la siesta en mi celda, la número
11 del tercer destacamento en la penitenciaría
de Guanajay, situada a 45 kilómetros al
oeste de la capital cubana.
El sueño me vence y me duermo profundamente.
Minutos después intensos gritos me hacen
despertar entre pasos apresurados de prisioneros
que corren despavoridos de un lado a otro del
pasillo que conduce al comedor del destacamento:
"¡No lo pinchen! ¡No lo hagan,
socios!", vocifera uno de los mandantes a
los dos reos que, cuchillo en mano, trataban de
apuñalear a su víctima, un hombre
de tez negra, acorralado entre bancos y mesas
de concreto y rodeado de una multitud que instigaba
a un desenlace fatal del conflicto.
Los consejos del mediador no fueron escuchados,
y varias veces cada objeto punzante penetraba
en los brazos y el abdomen del indefenso hombre,
que desde el suelo trataba infructuosamente de
esquivar las puñaladas de sus atacantes,
dispuestos a cegar su vida para siempre.
Entre gritos ensordecedores varios reos cargan
al herido y lo ubican en un rincón contiguo
al comedor. La sangre brota a chorros, mientras
todos esperan atónitos la llegada de los
carceleros que, al parecer, ignoran lo sucedido.
Quince minutos después, una treintena
de uniformados, deseosos de estrenar sus porras,
hacen acto de presencia. Un silencio absoluto
cubre al edificio, y el jefe de orden interior
ordena esposar a los victimarios, mientras tres
prisioneros cargan al apuñaleado y se lo
llevan hacia el puesto médico para ser
atendido.
Horas después veo, a través de
mi ventana, cómo son conducidos los dos
atacantes hacia calabozos de castigo donde permanecerán
a los sumo 21 días hasta ser procesados
e incorporados nuevamente a un destacamento, sin
obviar que intenten otra vez agredir a cualquier
otro recluso, ajeno a la trifulca anterior.
Así transcurren los días, los meses,
los años, en la penitenciaría de
Guanajay, catalogada de "máxima seguridad"
por la Dirección General de Establecimientos
Penitenciarios. Acá, donde sólo
se comenta de "hierros", como se conoce
entre la población penal a las armas blancas
(cuchillos, puñales, machetes, etc.). La
seguridad de vida es casi nula, pues de nada sirven
las periódicas requisas ni los constantes
chequeos corporales a que son sometidos los casi
700 prisioneros que conviven en este bien llamado
"cementerio de hombres vivos".
Las prisiones cubanas, hoy sobresaturadas, no
ofrecen seguridad de vida alguna para quienes,
por desgracia, extinguen sanciones en uno de los
países que mayor población penal
muestra en el mundo.
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