PRENSA INDEPENDIENTE
Junio 23, 2005
 

DESDE LA CARCEL
De cuchillos, puñales y otros demonios

José Ubaldo Izquierdo Hernández, prisionero político y de conciencia condenado a 16 años.

PENITENCIARIA DE GUANAJAY, Cuba - Junio (www.cubanet.org) - Dos de la tarde. Es día jueves y el penal se encuentra aparentemente tranquilo. Aprovecho para dormir la siesta en mi celda, la número 11 del tercer destacamento en la penitenciaría de Guanajay, situada a 45 kilómetros al oeste de la capital cubana.

El sueño me vence y me duermo profundamente. Minutos después intensos gritos me hacen despertar entre pasos apresurados de prisioneros que corren despavoridos de un lado a otro del pasillo que conduce al comedor del destacamento: "¡No lo pinchen! ¡No lo hagan, socios!", vocifera uno de los mandantes a los dos reos que, cuchillo en mano, trataban de apuñalear a su víctima, un hombre de tez negra, acorralado entre bancos y mesas de concreto y rodeado de una multitud que instigaba a un desenlace fatal del conflicto.

Los consejos del mediador no fueron escuchados, y varias veces cada objeto punzante penetraba en los brazos y el abdomen del indefenso hombre, que desde el suelo trataba infructuosamente de esquivar las puñaladas de sus atacantes, dispuestos a cegar su vida para siempre.

Entre gritos ensordecedores varios reos cargan al herido y lo ubican en un rincón contiguo al comedor. La sangre brota a chorros, mientras todos esperan atónitos la llegada de los carceleros que, al parecer, ignoran lo sucedido.

Quince minutos después, una treintena de uniformados, deseosos de estrenar sus porras, hacen acto de presencia. Un silencio absoluto cubre al edificio, y el jefe de orden interior ordena esposar a los victimarios, mientras tres prisioneros cargan al apuñaleado y se lo llevan hacia el puesto médico para ser atendido.

Horas después veo, a través de mi ventana, cómo son conducidos los dos atacantes hacia calabozos de castigo donde permanecerán a los sumo 21 días hasta ser procesados e incorporados nuevamente a un destacamento, sin obviar que intenten otra vez agredir a cualquier otro recluso, ajeno a la trifulca anterior.

Así transcurren los días, los meses, los años, en la penitenciaría de Guanajay, catalogada de "máxima seguridad" por la Dirección General de Establecimientos Penitenciarios. Acá, donde sólo se comenta de "hierros", como se conoce entre la población penal a las armas blancas (cuchillos, puñales, machetes, etc.). La seguridad de vida es casi nula, pues de nada sirven las periódicas requisas ni los constantes chequeos corporales a que son sometidos los casi 700 prisioneros que conviven en este bien llamado "cementerio de hombres vivos".

Las prisiones cubanas, hoy sobresaturadas, no ofrecen seguridad de vida alguna para quienes, por desgracia, extinguen sanciones en uno de los países que mayor población penal muestra en el mundo.


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