POLITICA
Diplomacia entre caballeros
Juan González Febles
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - La veintena
de cubanos que irrumpió en la sede diplomática
de México hace un tiempo no va a pasarla
bien. Están siendo juzgados en La Habana.
La fiscal actuante en el caso es la señora
Edelmira Pedriz. Ya están condenados de
antemano. No habrá compasión ni
justicia. Se trata del respeto al derecho de asilo.
Están involucrados el gobierno de México
y el gobierno de Fidel Castro.
Esas personas fueron desalojadas de la embajada
de México por un grupo operativo del Ministerio
del Interior castrista. Buscaron asilo político
y fueron desalojados de esa sede diplomática
por la fuerza. Esto se hizo posible gracias al
consentimiento de los funcionarios mexicanos.
Hoy, la fiscalía castrista les pide penas
que oscilan entre los dos y los veinte años
de cárcel.
Afortunadamente no habrá paredón
esta vez, aunque en el grupo hay suficientes negros
y mestizos.
Ninguno de los caballeros bajo cuyo consenso
se procedió al desalojo de los candidatos
a asilo se ha pronunciado sobre el caso. El hecho
involucra al gobierno de México y a su
ministro de Relaciones Exteriores. Es decir, al
presidente Vicente Fox y al señor ministro
canciller Derbés. Por la parte cubana,
el gobernante Fidel Castro y su canciller, el
señor Felipe Pérez Roque.
México ha sido en el pasado un país
respetuoso del derecho de asilo. Son muchos los
perseguidos políticos que han encontrado
santuario en tierras mexicanas.
Pero los tiempos cambian. El régimen de
Fidel Castro se fue por encima de los cálculos
y las expectativas de los políticos y tratadistas
que diseñaron las bases para los acuerdos
sobre derecho de asilo en las Américas.
El régimen castrista argumenta que los
que irrumpieron en la sede diplomática
mexicana son delincuentes comunes. Afirma, además,
que ninguno de los que optó por asilo era
objeto de persecución política.
En relación con el primer punto, en Cuba
es difícil no delinquir. Con más
de 200 cárceles, 100 mil reclusos como
cifra tentativa de población penal y un
Código Penal atípico en América
e injusto y cruel ante la humanidad, hay poco
que agregar.
En relación con el segundo argumento,
si antes de irrumpir en la embajada no eran perseguidos,
desde que lo hicieron, lo son. Así de sencillo.
A los gobiernos democráticos en los que
impera el Estado de Derecho, les resulta difícil
el entendimiento con el régimen castrista.
Resulta obvio que para comprender este régimen
no funciona la policiología. Con un cuerpo
diplomático compuesto en su mayoría
por policías-espías, ¿qué
otra cosa podía esperarse?
Otro elemento que los gobiernos democráticos
no parecen interiorizar es hasta qué punto
es necesaria la fuerza en el trato con el gobierno
de Fidel Castro. No me refiero a su empleo. Basta
con la posesión de la misma y la saludable
y educativa disposición a usarla si fuera
necesario.
Las relaciones Cuba-Estados Unidos son un ejemplo
de esta afirmación. El primer país
que disfrutó de pago al contado e inmediato
en sus limitadas transacciones con el régimen
castrista, fue Estados Unidos. El trato cuidadoso
que el gobierno castrista emplea con su vecino
del norte es proverbial.
Pero debe hacerse una salvedad. Para que las
relaciones sean verdaderamente armónicas,
en Estados Unidos deben gobernar los republicanos.
Con un gobierno demócrata pueden ser derribadas
avionetas civiles o podría producirse un
éxodo masivo, o quién sabe, cualquier
otro incidente desagradable.
Si el episodio protagonizado por los desesperados
que penetraron en la embajada de México
hubiera involucrado a los Estados Unidos, es posible
que a estas alturas nadie estuviera siendo juzgado.
Acosados, hostigados, pero libres. La política
es así de sucia. Una buena amiga, una americana
de Boston, resumía todo en una frase: "Proud
to be an American, buddy". ¿Tendrá
razón?
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