PRENSA INDEPENDIENTE
Enero 12 , 2005
 

CORRUPCION
El Agromercado de 17 y K o un cuento de las Mil y una noches

Adrián Leiva, Grupo Decoro

LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - La degradación social y moral que afecta a una mayoría de la población cubana como resultado de la pérdida de valores tradicionales de honestidad y decencia se hace más palpable, entre otros aspectos de la vida social del país, en la esfera del comercio y la gastronomía.

De cierta manera en ello ha incidido la intervención del Estado cubano desde que llegó al poder en controlar toda la vida económica de la sociedad, lo que ha traído como resultado la falta de proyectos individuales en la esfera económica, el crecimiento del cúmulo de necesidades sin solucionar y el pago de salarios que no alcanzan para que los trabajadores lleven una vida desahogada.

Al calor de estos problemas se ha desarrollado un modo turbio de resolver los problemas de la vida diaria a través de una modalidad de robo nunca antes vista entre nosotros. Un ejemplo de este fenómeno puede ser constatado en el agromercado ubicado en la calle 17 y K del Vedado.

Este agromercado, situado en un céntrico barrio habanero, comercializa sus productos a un precio ligeramente inferior a otros lugares de este tipo, lo cual no significa que las tarifas guarden justa relación con los salarios percibidos. En distintas ocasiones he podido comprobar violaciones que se producen en el pesaje de los distintos productos que allí se venden. He observado cómo un cliente que solicitó cuatro libras de malanga ha salido con media libra de menos, mientras se le ha cobrado la cantidad solicitada, situación que se repite casi en todas las tarimas con todos los productos. Pero los casos más significativos ocurren en las áreas destinadas a la venta de carne de cerdo y en los del giro gastronómico.

Un hecho que sirve para ilustrar lo anterior ocurrió en mi presencia. En horas de la tarde, cercanas al cierre de la unidad, se oyó la voz de uno de los vendedores de la tarima ubicada al fondo del agromercado anunciando una repentina rebaja de precio que beneficiaba a los posibles compradores de unas costillas de cerdo con algo de manteca que aún permanecían sobre los mostradores. La nueva oferta anunciada era de diez pesos, lo cual ahorraba casi seis pesos en cada libra adquirida por el consumidor.

Atraídas por la oferta, varias personas se concentraron en el lugar para efectuar una pequeña compra. Con toda impudicia el dependiente, a medida en que iba despachando la carne, cuando decía el precio añadía una cantidad mayor que prácticamente al valor anterior. Cuando me tocó mi turno de comprar, sospechando la maniobra del empleado, puse atención al pesaje. Al comprobar que las tres libras solicitadas no se correspondían con el valor señalado, hice la reclamación correspondiente sobre la diferencia. El vendedor, sin inmutarse ante la estafa descubierta, simplemente se negó a entregarme el producto adquirido. Para ese entonces ya había engañado a otros que evidentemente desconocían la lectura de la pesa. El resultado de no aceptar la consumación del robo fue que me tuve que retirar sin poder comprar el pedazo de carne.

En este departamento dedicado a la venta de cerdo y sus derivados se puede hacer todo un compendio sobre formas de estafa y robo a la población. A las piernas y paletas les son cercenadas una parte considerable de carne, dejando la pieza mayoritariamente con el hueso y el cuero grasiento. De esta forma el comprador paga por un pernil mutilado y con una proporción de fibra inferior a la que corresponde por el precio de esta parte del animal sacrificado, la cual es más costosa que el resto de las porciones. Con la parte escamoteada, ya totalmente limpia y sin grasa, lo más probable es que aparezca ofertándose en forma de bistec a treinta y cinco pesos la libra. En fechas señaladas, como en las del final de diciembre, estos empleados hacen su agosto entre los incautos y desesperados compradores.

Por otra parte, en un kiosco especie de cafetería, existente en el interior del mercado, se ofrecen varios comestibles que se exhiben en un muestrario. Entre ellos estaba a la vista un apetitoso pan con jamón que enseñaba en su contenido un abundante surtido del derivado cárnico, pero que en realidad sólo existía en la muestra, pues el que venden a la población contiene sólo unas raquíticas lascas. Para disfrazar el timo, el bocadito es pasado por una tostadora que al presionar las tapas no permite que el comprador perciba la deferencia.

Lo alarmante es que los administradores, inspectores y funcionarios de las distintas dependencias de estos centros estatales, los que deben velar porque estas cosas no ocurran, en la práctica se suman a la cadena de corrupción que afecta a casi todos los niveles de la sociedad. Estos responsables estatales que se suman a la degradación moral que cada vez cobra más fuerza en la mediática maquinaria estatal cubana, en muchos casos son militantes del Partido Comunista.

Por su parte, el pueblo tiene que resignarse ante estos hechos, que son parte cotidiana en la Cuba de hoy.

Mientras el gobierno destina cuantiosos recursos económicos a la llamada Batalla de Ideas es a su vez incapaz de poner orden en el origen de esta situación.

Hace unos meses releí la célebre recopilación de cuentos contenidos en las Mil y una noches. Algunos episodios relatados por la imaginativa Sheherezade que tenían por escenario los zocos de Bagdad y relacionaban las trapacerías de sus comerciantes, son imitados al detalle por estos vendedores caribeños de los agromercados de La Habana, verdaderos émulos, en cuanto a engaño y estafa respecta, de aquellos comerciantes árabes.

 


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