CORRUPCION
El Agromercado de 17 y K o un cuento de las Mil
y una noches
Adrián Leiva, Grupo Decoro
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - La degradación
social y moral que afecta a una mayoría
de la población cubana como resultado de
la pérdida de valores tradicionales de
honestidad y decencia se hace más palpable,
entre otros aspectos de la vida social del país,
en la esfera del comercio y la gastronomía.
De cierta manera en ello ha incidido la intervención
del Estado cubano desde que llegó al poder
en controlar toda la vida económica de
la sociedad, lo que ha traído como resultado
la falta de proyectos individuales en la esfera
económica, el crecimiento del cúmulo
de necesidades sin solucionar y el pago de salarios
que no alcanzan para que los trabajadores lleven
una vida desahogada.
Al calor de estos problemas se ha desarrollado
un modo turbio de resolver los problemas de la
vida diaria a través de una modalidad de
robo nunca antes vista entre nosotros. Un ejemplo
de este fenómeno puede ser constatado en
el agromercado ubicado en la calle 17 y K del
Vedado.
Este agromercado, situado en un céntrico
barrio habanero, comercializa sus productos a
un precio ligeramente inferior a otros lugares
de este tipo, lo cual no significa que las tarifas
guarden justa relación con los salarios
percibidos. En distintas ocasiones he podido comprobar
violaciones que se producen en el pesaje de los
distintos productos que allí se venden.
He observado cómo un cliente que solicitó
cuatro libras de malanga ha salido con media libra
de menos, mientras se le ha cobrado la cantidad
solicitada, situación que se repite casi
en todas las tarimas con todos los productos.
Pero los casos más significativos ocurren
en las áreas destinadas a la venta de carne
de cerdo y en los del giro gastronómico.
Un hecho que sirve para ilustrar lo anterior
ocurrió en mi presencia. En horas de la
tarde, cercanas al cierre de la unidad, se oyó
la voz de uno de los vendedores de la tarima ubicada
al fondo del agromercado anunciando una repentina
rebaja de precio que beneficiaba a los posibles
compradores de unas costillas de cerdo con algo
de manteca que aún permanecían sobre
los mostradores. La nueva oferta anunciada era
de diez pesos, lo cual ahorraba casi seis pesos
en cada libra adquirida por el consumidor.
Atraídas por la oferta, varias personas
se concentraron en el lugar para efectuar una
pequeña compra. Con toda impudicia el dependiente,
a medida en que iba despachando la carne, cuando
decía el precio añadía una
cantidad mayor que prácticamente al valor
anterior. Cuando me tocó mi turno de comprar,
sospechando la maniobra del empleado, puse atención
al pesaje. Al comprobar que las tres libras solicitadas
no se correspondían con el valor señalado,
hice la reclamación correspondiente sobre
la diferencia. El vendedor, sin inmutarse ante
la estafa descubierta, simplemente se negó
a entregarme el producto adquirido. Para ese entonces
ya había engañado a otros que evidentemente
desconocían la lectura de la pesa. El resultado
de no aceptar la consumación del robo fue
que me tuve que retirar sin poder comprar el pedazo
de carne.
En este departamento dedicado a la venta de cerdo
y sus derivados se puede hacer todo un compendio
sobre formas de estafa y robo a la población.
A las piernas y paletas les son cercenadas una
parte considerable de carne, dejando la pieza
mayoritariamente con el hueso y el cuero grasiento.
De esta forma el comprador paga por un pernil
mutilado y con una proporción de fibra
inferior a la que corresponde por el precio de
esta parte del animal sacrificado, la cual es
más costosa que el resto de las porciones.
Con la parte escamoteada, ya totalmente limpia
y sin grasa, lo más probable es que aparezca
ofertándose en forma de bistec a treinta
y cinco pesos la libra. En fechas señaladas,
como en las del final de diciembre, estos empleados
hacen su agosto entre los incautos y desesperados
compradores.
Por otra parte, en un kiosco especie de cafetería,
existente en el interior del mercado, se ofrecen
varios comestibles que se exhiben en un muestrario.
Entre ellos estaba a la vista un apetitoso pan
con jamón que enseñaba en su contenido
un abundante surtido del derivado cárnico,
pero que en realidad sólo existía
en la muestra, pues el que venden a la población
contiene sólo unas raquíticas lascas.
Para disfrazar el timo, el bocadito es pasado
por una tostadora que al presionar las tapas no
permite que el comprador perciba la deferencia.
Lo alarmante es que los administradores, inspectores
y funcionarios de las distintas dependencias de
estos centros estatales, los que deben velar porque
estas cosas no ocurran, en la práctica
se suman a la cadena de corrupción que
afecta a casi todos los niveles de la sociedad.
Estos responsables estatales que se suman a la
degradación moral que cada vez cobra más
fuerza en la mediática maquinaria estatal
cubana, en muchos casos son militantes del Partido
Comunista.
Por su parte, el pueblo tiene que resignarse
ante estos hechos, que son parte cotidiana en
la Cuba de hoy.
Mientras el gobierno destina cuantiosos recursos
económicos a la llamada Batalla de Ideas
es a su vez incapaz de poner orden en el origen
de esta situación.
Hace unos meses releí la célebre
recopilación de cuentos contenidos en las
Mil y una noches. Algunos episodios relatados
por la imaginativa Sheherezade que tenían
por escenario los zocos de Bagdad y relacionaban
las trapacerías de sus comerciantes, son
imitados al detalle por estos vendedores caribeños
de los agromercados de La Habana, verdaderos émulos,
en cuanto a engaño y estafa respecta, de
aquellos comerciantes árabes.
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