RELIGION
Una revista que quiere seguir siendo palabra nueva
para Cuba
Miguel Saludes
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Una persona
puede ver reducidos sus movimientos a un espacio
mínimo durante muchos años, tal
vez la mayor parte de la vida, sin perder por
ello lo esencial de su existencia. Incluso privada
de la luz, en la más completa oscuridad,
podrá percibir a través de la claridad
de su pensamiento. Pero la vida sin poder expresar
la palabra, seguramente sería algo impensable
para un ser que se distingue por poseer el don
de la comunicación.
La revista Palabra Nueva, publicación
de la Iglesia Católica cubana que edita
la archidiócesis de La Habana, concentra
en el nombre que la identifica dos significados
que constituyen símbolo y reto a la vez,
para cualquier medio informativo. Asumir la tarea
de ser palabra en la realidad actual de Cuba entraña
responsabilidad y valor. Atribuirse además
el hecho de la novedad en medio de tanta reiteración
y vaciedad, es una osadía que precisa mesura,
capacidad e iniciativa. La sociedad cubana está
muy necesitada de esa unidad capaz de propiciar
el diálogo novedoso que abra paso a la
diversidad, ayudándonos a de la inercia
mediante una inyección de vitalidad y espíritu
renovador. El camino para llegar a esa meta ha
comenzado a recorrerse y las publicaciones católicas,
entre ellas la revista habanera, marchan a buen
paso en la vanguardia de esta misión.
Faltando apenas unas horas para el término
del 2004, Orlando Márquez, director de
la publicación diocesana, varios miembros
del consejo de redacción entre los que
se destacan Monseñor Carlos Manuel de Céspedes,
y un número de colaboradores, se reunieron
con el propósito de valorar el trabajo
realizado durante el año concluyó.
La mayoría de los participantes constituyen
una familia entre los que resulta difícil
hacer distinciones, pues todos escriben para esta
revista sobre las más variadas temáticas.
El cine, la televisión, los deportes, la
literatura, la religión, historia, asuntos
internacionales y sociales de actualidad son tratados
con seriedad y respeto por articulistas ya reconocidos,
entre los que se destacan los nombres del propio
director, Carlos Manuel de Céspedes, Perla
Cartaya, Monseñor Polcari, Francisco Almagro,
Miguel Sabater, Pedro Herrera, Navia García,
Orlando Segundo, Nelson de la Rosa, Julio César
Perea y otros que se van integrando al colectivo,
como Raúl León o la jovencita Grettel
Delgado.
El público lector también estuvo
presente en este encuentro de trabajo, a través
de los resultados de una encuesta hecha meses
atrás por medio de un cuestionario distribuido
con uno de los números de la revista. Los
datos aportados por cerca de 860 planillas devueltas
a la redacción apenas dan una idea sobre
la opinión de las 50 mil personas que se
estima leen la revista, cuya tirada ronda los
11 mil ejemplares.
Algunos antecedentes resultan interesantes. Por
ejemplo, si nos atenemos a las cifras que ofrecen
los participantes en la encuesta, son las mujeres
las que más leen Palabra Nueva. El promedio
de edad de los lectores denota una alta madurez
entre un público donde el 80 por ciento
pasa de los treinta años. Los trabajadores
son los que demuestran mayor predilección
por la publicación católica. El
nivel ocupacional de éstos se reparte de
manera balanceada entre 20 por ciento de obreros,
18 por ciento de intelectuales, quedando el resto
en manos de las amas de casa y jubilados, así
como una pequeña proporción de cuentapropistas.
Creo que aunque necesarias, las estadísticas
nunca llegan a reflejar el complejo mundo que
buscan retratar. Esto se hace más evidente
cuando ellas se efectúan en un ambiente
donde predominan el miedo, la desconfianza y otras
actitudes negativas que inciden en el hecho de
que muchos opten por no dar su opinión
cuando ésta se les solicita, y menos aún
si la petición no proviene de un medio
oficial. Aún en este último caso
tampoco resultan demasiado confiables por la falta
de sinceridad de unas respuestas dirigidas a buscar
la complacencia de aquello que se estima correcto,
el no comprometerse o decir lo que se supone es
más adecuado a fin de evitarse problemas.
A pesar de estos inconvenientes, las opiniones
ofrecidas por los lectores de Palabra Nueva permitieron
delinear un panorama bastante amplio sobre lo
que espera la gente de la publicación.
En las respuestas hubo elogios y críticas.
Peticiones de más artículos acerca
de nuestra historia, economía, política,
problemas sociales y hasta sobre los defensores
de los derechos civiles en Cuba. Entre ellas apareció
la infaltable voz gutural con olor a censura y
acento inquisitorial, con esos desgastados argumentos
de la doble intencionalidad, el juego que se hace
a los enemigos y la ausencia de los logros que
sobreabundan en el resto de las publicaciones
del país. Pero estas consideraciones se
vuelven insignificantes frente a las que manifiestan
su reconocimiento a las palabras del cardenal
Ortega al tener presente los problemas que enfrenta
la familia cubana; los que agradecen la salida
de una publicación cuyo contenido difiere
de lo que se comenta en otras publicaciones oficiales.
Mientras uno de los encuestados llama a que la
revista continúe mejorando sin permitir
que este esfuerzo fenezca, otro expresa que si
toda la prensa plana de la Isla hiciera estos
enfoques, entonces un mundo mejor sí sería
posible, en alusión a un lema que se ha
puesto en boga en los medios cubanos.
Pero los elogios no hacen mella sobre los que
llevan sobre sus hombros la responsabilidad de
esta empresa. Por ello la autocrítica sobre
los problemas a superar, las mejoras que deben
hacerse, nuevos temas y hasta la mayor apertura
hacia el mundo exterior de la iglesia, fuero abordados
por los participantes en el encuentro.
Como expresó Miguel Sabater, la revista
diocesana es un acontecimiento periodístico
inédito en Cuba. Y en verdad el aporte
que están haciendo los medios de comunicación
de la Iglesia Católica en pro de la libertad
de expresión e información de la
sociedad cubana merece quedar en las páginas
de la historia cuando se cierre la presente etapa
de casi medio siglo de oscuridad totalitaria.
Orlando Márquez, quien ha recibido varios
premios internacionales en nombre de la publicación
que dirige, manifestó la necesidad de que
la caridad y la verdad nunca falten en las páginas
de la revista. La presencia de estas dos virtudes
será imprescindible para que Palabra Nueva,
además de renovadora, siga contribuyendo
a la formación de una generación
de cubanos que se fundamente en el amor y la tolerancia.
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