SOCIEDAD
Falta
de previsión en temporada ciclónica
LA HABANA, 26 de
junio (www.cubanet.org) - Existe una pasmosa falta
de previsión para la actual temporada ciclónica
que comprende cada año del 1 de junio al
30 de noviembre. O más exactamente, se
palpa por todos lados una angustiosa falta de
acometividad e implantación de medidas
preventivas por parte de las autoridades para
enfrentar posibles catástrofes naturales.
La preocupación
debiera ser mayor, ya que el Departamento de Pronósticos
del Instituto de Meteorología de Cuba anunció
con suficiente antelación que la actual
temporada será muy activa en el Caribe
y Atlántico norte, con la posibilidad de
ocurrencia de unos diez ciclones, de los cuales
al menos seis pudieran convertirse en huracán,
y todos, directa o indirectamente pudieran afectar
el archipiélago cubano.
Por lo mismo, en
mayo se efectuó un ejercicio nacional de
acciones en caso de catástrofes. Cercano
está el recuerdo de los dos meteoros que
el pasado año asolaron la Isla de la Juventud
y la provincia Pinar del Río, donde causaron
enormes estragos.
Pero el impacto
no es sólo directo por el azote de las
lluvias y los fuertes vientos, sino también
por inundaciones, la penetración del mar,
presas desbordadas y derrumbes.
A pesar de las orientaciones
y alertas dadas a la población por los
medios de difusión masiva del país,
e incluso por Radio Martí, para estar mejor
preparados para enfrentar las adversidades naturales,
y a pesar de que ya estamos dentro de la temporada
ciclónica y que junio es para Cuba el tercer
mes en importancia ciclónica -según
conteo estadístico seguido a través
de 200 años- no se están cumpliendo
las medidas preventivas con el rigor que requiere,
y esto se repite cada año.
Medidas que le compete
implantar al gobierno en todas sus instancias,
porque en sus manos concentra todos los recursos.
Marcha demasiado
lenta la poda de árboles en ciudades y
pueblos, particularmente en la capital, desconociéndose
que los vientos arremolinados, al proyectarse
sobre árboles con grandes ramajes, son
causantes de destrozos enormes en los tendidos
aéreos eléctrico y telefónico,
provocando muertes por electrocutación.
Tragantes sin destupir,
lechos de ríos y arroyos sin limpiar, sumado
a las penetraciones del mar, pondrán en
serios apuros a la ciudadanía.
Edificios declarados
inhabitables hace años, pero habitados,
apuntalados, son como "bombas de tiempo"
a la espera que las lluvias, por arriba y por
abajo actúen como detonantes de tragedias.
"Donde hay
previsión no hay sorpresa", expresa
un refrán. Pero puede haber desagradables
sorpresas si no se acometen con toda urgencia
las medidas previstas.
Basta un recorrido por la capital para percatarnos
del paso de jicotea de la prevención. Otro
tanto puede decirse de los campos.
Mientras, en trágico
presagio, corpulentos árboles abrazan y
esconden de la vista kilómetros de cables
del tendido eléctrico y telefónico,
que en maratónicas y agotadoras jornadas
habrá que reconstruir. cnet/12
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