La calle está
durísima (II y Final)
Parte I
Oscar Mario González, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Al observar las medidas dictadas y
puestas en práctica por el gobierno ante la reconocida situación
de la droga, se impone una pregunta: ¿Por qué precisamente ahora?
Por otra parte, se observan algunos hechos que alimentan la perspicacia
hasta de los más ingenuos. ¿Qué relación puede existir
entre la droga y un alimento de primera necesidad? ¿Qué tiene que
ver un vendedor de coquitos prietos con un expendedor de marihuana y éste
a su vez con una florista? ¿Qué semejanza puede haber entre la cocaína
y la leche en polvo? Además, ¿por qué ese aparatoso
despliegue de fuerza policial contra un pobre diablo adicto a la marihuana, si
las autoridades conocen de sobra que es incapaz de matar una mosca o tirarle un
hollejo a un chino?
Siendo el hombre un ser dotado de raciocinio, siempre busca la causa de los
fenómenos, y a falta de información, apela a la experiencia de
casi medio siglo en que la observación de los hechos le permite dibujar
un patrón de conducta por parte de las autoridades. Surgen así las
hipótesis que, aunque no identificadas con la certeza, pretenden explicar
los motivos, y a la vez satisfacer una necesidad inherente a la naturaleza
humana.
La primera de estas hipótesis acepta como razón el hecho en sí
del significativo consumo de drogas, potenciado por el auge del turismo a partir
de 1990, lo cual ha minado la sociedad, amenazando su propia existencia.
Los que así piensan tienen a su favor las evidencias de un consumo de
drogas extendido a todos los estratos de la sociedad, incluyendo las escuelas en
el campo y las escuelas secundarias básicas. Hechos éstos que
desde hace varios años vienen denunciando la prensa independiente y la
oposición pacífica. Algunos favorecedores de esta idea auguran un
desenlace similar al ocurrido en 1989, cuando el caso Ochoa-La Guardia.
Otros apuntan hacia una extensión de la voluntad represiva del régimen
como respuesta a los logros alcanzados por la sociedad civil emergente, y al
crecimiento y fortalecimiento de la oposición.
Es evidente que la oposición interna al régimen ha obtenido
significativos logros en este año recién finalizado. Sus esfuerzos
unificadores se han visto plasmados en documentos tan concretos como el Proyecto
Varela y los 36 puntos recogidos en el plan "Para salir de la crisis",
entre otros. Algunos de sus principales líderes han sido reconocidos y
galardonados internacionalmente, como Oswaldo Payá, Vladimiro Roca, Marta
Beatriz Roque Cabello y Oscar Elías Biscet, por citar los más
conocidos.
Por último, algunos creen ver en la actitud del gobierno una
escaramuza enfilada contra la incontenible economía informal como
objetivo primario, y como propósito añadido el problema de la
droga. Para ello se basan en el auge y extensión de esta economía
a través de la cual se mueve una parte significativa de los bienes y
servicios que genera la sociedad, la cual se torna imprescindible para la
subsistencia, así como para la supervivencia del propio régimen.
Es necesario recordar que la antipatía del gobierno totalitario a la
iniciativa privada hizo desaparecer a mediados de la década de 1960 todo
vestigio de negocio privado, desde el tradicional puesto de fritas hasta el
vendedor ambulante, y que no fue sino hasta mediados de la década pasada
que permitió la actividad, por razones coyunturales y sujeta a múltiples
restricciones y normativas. Actualmente la economía informal es mayor que
nunca antes, pese a que casi la mitad de las licencias para ejercer la actividad
han sido canceladas por una u otra razón.
Personalmente considero como válidas todas las hipótesis señaladas
anteriormente.
Se trata de que el régimen, en su naturaleza y esencia es
ineficiente, antihistórico y antinatural. La realidad propicia carencias
materiales y espirituales de todo tipo, y a la vez un enmarañado sistema
de normas y reglamentaciones que tornan inviable el funcionamiento de la
sociedad. El estado totalitario de corte estalinista necesita convivir con la
ilegalidad como requisito para su funcionamiento. Por tal razón, en el
tejido social se insertan lo lícito con lo ilícito como mutua
necesidad, con la paradoja de amor y odio. Pero como el estado es la fuerza y el
poder, en este juego difícil a veces tiene que apretar a la contraparte y
frenar su desarrollo.
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