LA HABANA, Cuba. – Durante la celebración de un Pleno del Comité Provincial del Partido Comunista en La Habana, su primer secretario, Luis Antonio Torres Iríbar, aprovechó la ocasión para referirse a las “elecciones” que tendrán lugar el 26 de marzo.
El funcionario, como primer objetivo del oficialismo para ese proceso, mencionó la estrategia orientada por Fidel Castro, que se basa en el denominado “voto unido”. A renglón seguido apuntó que, “en segundo lugar [había que] enseñar a votar. No es por uno, es por todos. Por eso debemos explicar, argumentar para que nadie se confunda”.
Realmente mueve a la risa que en un país donde sus dirigentes se jactan de haber eliminado el analfabetismo, y de poseer una población con un elevado índice de instrucción, haya que enseñar a alguien a hacer una simple crucecita al lado del nombre del candidato de su predilección.
Ese “enseñar a votar” al que se refiere el jefe partidista consiste en hacer que los electores no se circunscriban a poner la crucecita al lado del nombre de algún candidato, sino que la pongan en el círculo ubicado en la parte superior de la boleta, y que dice “votar por todos”.
El gobernante Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha tratado de justificar el voto unido manifestando que de esa manera se logra que candidatos menos conocidos reciban también el voto de los electores. Sin embargo, muchas voces opinan que se trata de todo lo contrario. Es decir, constituye una maniobra gubernamental para garantizar que ninguna figura de la cúpula del poder se quede sin recibir más del 50% de los votos válidos, y por tanto resulte elegida a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Aquí incluimos a las altas instancias del Partido Comunista, los principales funcionarios del Gobierno, a algunas figuras simbólicas para el sistema (como el caso de Elián González), artistas y deportistas comprometidos con el régimen, así como al generalato de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior.
Como sucede siempre que el castrismo va a someter algún documento al voto de los electores, o cuando se va a celebrar algún evento electoral en el país, todos los medios de difusión se dan a la tarea de promover el punto de vista o la alternativa que le conviene al régimen. Por supuesto, es la única propaganda que se permite.
Desde hace varios días el periódico Granma y varios de los canales nacionales de la televisión se dedican a mostrar las fotos y una síntesis biográfica de los 470 candidatos a diputados al Parlamento castrista. De igual manera, se informa de las visitas que esos candidatos a diputados efectúan por las regiones del país donde resultaron nominados.
Resulta llamativo el hecho de que muchos de los candidatos impuestos por la cúpula gubernamental apenas tienen relaciones de trabajo con los municipios que los nominaron. Lo que significa que, después de que resulten electos el 26 de marzo, es muy probable que no se porten más por esos territorios. Un caso típico sería el de Raúl Castro y el municipio de Segundo Frente, en la provincia de Santiago de Cuba.
Y la propaganda preelectoral del régimen tampoco puede desligarse de la inquietud de las autoridades por el ascendente índice de abstencionismo que se viene registrando en los últimos eventos de este tipo.
La asistencia a las urnas cuando el referendo constitucional del 2019 fue del 90,15%, ya algo distante de los 90 y pico porciento que se registraban en elecciones anteriores. Tres años más tarde, en la votación sobre el nuevo Código de las Familias, concurrió a las urnas solo el 74,12% de los electores. Por tanto, tiene el régimen sobrados motivos para preocuparse.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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