El fútbol, “gancho” para alejar a los jóvenes de la delincuencia

“Lo lindo es ver que llegaron llenos de problemas y hoy son mejores personas”, explica uno de los entrenadores de los muchachos en el Ministerio Apostólico de Arroyo Naranjo
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LA HABANA, Cuba.- Es domingo, apenas las 9:00 a.m., y los terrenos de fútbol en la Ciudad Deportiva ya muestran actividad. Sobre el césped, decenas de jóvenes se preparan para jugar. Antes de comenzar a patear el balón se amontonan alrededor del Pastor Guillermo Sánchez Zárate, oran y reflexionan sobre los valores morales que deben guiar sus vidas.

La idea de vincular al fútbol con la iglesia surgió en Arroyo Naranjo, territorio de varias barriadas proclives a la delincuencia. Se inserta dentro del Ministerio Deportivo Honrar al Padre, con el propósito de destruir estereotipos y creencias nocivas relacionadas a la violencia y la delincuencia, convirtiéndose en tabla de salvación para muchos jóvenes.

En términos deportivos el Ministerio se define como “una academia inter denominaciones”, pues agrupa a iglesias de todas las metodologías, quienes se hacen cargo con recursos propios de proveer los artículos necesarios para la práctica del fútbol. Crear espacios de interacción segura a través de la fraternidad que genera el más universal de los deportes, rescatar y educar a jóvenes en situaciones de riesgo, es su primicia.

“Luego, si así lo desean, le transmitimos el Evangelio, buscando que sus vidas puedan cambiar y mejorar a través de Cristo”, explicó Sánchez Zárate, antes de resaltar que también creció en un ambiente hostil, marcado por la violencia. “Y hoy estudio Derecho, tengo familia y soy Pastor de una congregación. Queremos que ellos dejen atrás ese mundo de guapería y falsa hombría”, dijo.

Elegir al fútbol para atraer a los jóvenes fue una sabia estrategia, tomada unos veinte años atrás. Sin embargo, no fue hasta hace poco más de una década que la disciplina comenzó a vivir una efervescencia sin precedentes en la Isla, al punto de desplazar al béisbol de la preferencia de muchos. 

Según subraya el Pastor, por sí solo el amor por el balompié convence de cumplir una serie de reglas y normas de comportamiento a quienes se acercan a formar parte del Ministerio Deportivo, sean o no miembros de alguna iglesia. En ese punto empieza una transformación tácita que, progresivamente, en muchos casos termina trasladando más allá de los terrenos de juego las buenas conductas aprendidas.

“Tenemos jóvenes como el hermano Henry, que salió de la droga y hoy es líder. El Ministerio es la herramienta de alcance que usa la iglesia para ayudar a los muchachos, sacarlos de los malos vicios, de la violencia, de contextos difíciles. Ayudamos a muchos jóvenes, mira cuántos hay acá hoy”, resaltó Sánchez Zárate.

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Academia de fútbol del Ministerio Deportivo. (Foto del autor)

Los muchachos y sus historias de superación

Yaniel García Linares nació en el Canal, municipio Cerro, pero de niño se fue a vivir con su padre a Lawton. Allí vivió su infancia, relacionándose con amigos que, como él, venían de familias disfuncionales. Con ellos aprendió a beber alcohol y fumar marihuana. Eran los días de la secundaria.

Cuando repasa aquella etapa aclara que no fue “un muchacho tan malo”, pero reconoce que sí andaba en malos pasos. Uno de sus amigos más cercanos fue preso por marihuana, así que pudo correr la misma suerte. “Me había enseñado lo que era fumar –marihuana–. Cuando lo cogieron dije: `Señor, gracias, si llego a andar con él en ese momento…´”, contó.

A los 16 años, un día entró a una iglesia, donde alguien le habló de los beneficios de transformar su vida para bien, acercándose a Dios. Entonces supo de la existencia del Ministerio Deportivo, y quiso formar parte. De la mano de varios líderes aprendió a jugar al fútbol y aceptó recibir las enseñanzas religiosas. Diez años más tarde, ahora dirige un equipo.

Empezó a trabajar en la Ciudad Deportiva con un grupo de ocho –describe–, pero decidió entrenar en Campo Armada, 10 de Octubre, a muchachos que viven cerca de su papá. Con algunos había compartido infancia. Le impactó descubrir que adolescentes de 12 años consumían drogas, al igual que él años atrás, siendo propensos a la violencia y otras prácticas delictivas.

“No ha sido una tarea fácil, pero reconforta que hoy tengo muchachos que ya dejaron de fumar, de beber, y que están pasando el curso de discipulado para bautizarse. Su vida dio un giro radical. Tengo otros que son nuevos, con fe y sacrificio sé que con ellos puedo obtener los mismos resultados. Ayudarlos”, destacó García Linares.

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Terreno en la Ciudad Deportiva. (Foto del autor)

Vocación por el prójimo

Darío Ray Lafargue prefirió hacer a un lado sus sueños de niño, y cambiar la fama y la gloria del hombre por la gloria de Dios. Todo por el propósito de ayudar a mejorar la vida de otros jóvenes.

En él se repite la historia de desventaja social. A los ocho años de edad, cuando falleció su padre, vivía en Vista Alegre, uno de los barrios marginales en Lawton. De aquel sitio, intrincado y pegado a unos albergues, parecía difícil que pudiera salir algo bueno.

Aunque la temprana muerte de su progenitor le dolió, cuenta que eso le ayudó a salir del negativo ambiente de Vista Alegre. El suceso llevó a que su madre conectara con otras personas, entre ellas un pastor que pidió ocuparse de varios aspectos de su vida. En las tardes este lo sacaba a jugar en las calles hasta que un buen día, viendo el talento innato del muchacho, lo llevó al estadio de Campo Armada.

“Con nueve (años) sabía lo que era jugar la provincial, y a los 10 representaba a La Habana. Fui creciendo y conocí a Miki Gándara, que en ese momento era líder del Ministerio Apostólico. Tenía 14 años. Me cautivó ver que usaban este deporte para predicar a las personas y ayudarlas, entendí que había algo más importante que llegar al equipo Cuba”, Narra Ray Lafargue.

Dos años después prefirió abandonar su carrera deportiva para poner su talento a disposición de las tareas del Ministerio. Hasta hoy no se arrepiente de ello. Sus funciones lo han llevado a recorrer todo el país, visitando lugares más intrincados que donde inició su vida; sitios donde escasea la comida, no hay agua y la fe se ausenta tanto como el fluido eléctrico.

“Me han llegado ofertas de contrato en el extranjero, pero sigo firme en mi posición. Soy líder en este Ministerio Deportivo y entreno un equipo de juveniles. Comenzamos hace alrededor de un año, con un balón y 11 muchachos, con muy pocos recursos, los conos para entrenar eran piedras, pomos vacíos, latas. y sin embargo salimos adelante. Somos bendecidos”, espetó.

El equipo recibió la invitación para participar en el torneo provincial de la disciplina, representando a San Miguel del Padrón. Sus integrantes, amplía Ray Lafargue, ninguno proviene de las iglesias, sino que “fueron rescatados de las calles”. En el último entrenamiento el grupo ascendía a 43 miembros, casi todos residentes de Mantilla, Magón, El Moro, La Solita, barrios todos de Arroyo Naranjo que son notorios por la delincuencia.

Durante cinco meses no les predicó la fe en Dios, la interacción se redujo solo a los entrenamientos y a la enseñanza de principios y valores cristianos.

“Eso llamó su atención, y comenzaron a preguntar. Algunos se incorporaron a la iglesia, otros no. Unos se fueron y otros permanecen. Lo lindo es ver que llegaron llenos de problemas y hoy son mejores personas, que son capaces de amar a Dios y a sus semejantes. Ayudarlos hace que valga la pena cualquier sacrificio”, aseveró.

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