centro
Introducción

Sobre el autor

Capítulo XXX


Anda, cabrón, abandónalo todo. Haz lo que debes. La caraqueña sólo te sirve para mostrarla como un atributo de gran conquistador. Bien sabes que no la amas, que no te importa, la tienes para que los demás vean que eres un gran tipo. La estás engañando, eres un miserable. La estás usando para que la gente crea que Zaira ya se te olvidó. La caraqueña es verdaderamente bella, de una belleza agresiva. No puedes llegar con ella a ningún lugar sin que todos los ojos masculinos se le peguen como ventosas y tú lo soportas simplemente porque ella no te interesa. Eres lo suficientemente machista como para no permitirlo si de verdad ella significara algo para tí.

Te estás dilapidando. No sales de una borrachera para entrar en otra. Te estás malgastando. No sales de una mujer para entrar en otra. Primero fue la flaca, la que te aburrió a la semana. Le echaste la culpa a su falta de instrucción, de refinamiento, pero bien sabes que fue a falta de amor. Luego, la mujer de un amigo, a quien detestaste en menos de tres días porque "si se lo hizo a él, a mí qué no me hará." Pero también es mentira, justificaciones falsas.

Tienes a Zaira metida entre huevo y huevo todavía y ahora con la caraqueña, lo único que haces es pavonearte, que los conocidos vean que no padeces, que eres un caballón. Tú lo que eres una jaca de mierda. No tienes timbales para hablarle claro a la caraqueña y decirle que enfile su vida hacia otro rumbo, que Zaira todavía te duele debajo del brazo cuando paseas con otra, aunque bien sabes que no es sólo eso. Tienes un miedo que te meas a quedarte solo.

Enfréntate. Te hace falta pensar, reencontrarte. ¿Adónde fue a parar el hombre de aspiraciones que una mañana partió de su pueblito de provincia para abrirse caminos que no lo dejaban dormir en las noches apacibles y pueblerinas? ¿Dónde está el trabajador infatigable que quería dejarle algo beneficioso a la humanidad? ¿Crees que los padeceres de que se habla para alcanzar la gloria son esas pendejadas que te acoquinan cuando tus asuntos personales no marchan bien? ¿Dónde está la grandeza de tu pensamiento?

Piensa, cabrón. Trabaja, cabrón. Sufre, cabrón. Abandona todo lo que estorbe a tus propósitos nobles. Lo que te enfanga el corazón no sirve para tu empeño de dejar algo valedero como herencia. Tienes que creer en la bondad del hombre, aunque te den patadas por el culo. Tienes que creer en la grandeza del hombre, aunque cada día sus ruindades te asqueen y te revuelvan el estómago. Tienes que creer, tienes que creer, tienes que creer. Si no crees te jodes, te mueres, dejas de pensar, de trabajar. Te jodes, cabrón, te jodes.

Anda, hazme caso, no te jodas. Vaya, te lo digo con un poco de poesía, arpegia tus mejores impulsos, líbrate de mierditas, no dejes de ser tú, muestra al buenazo que eres. Sigue la novela, la que siempre has querido, la que vaya por vericuetos que nadie te pueda enseñar, no amordaces al loco que te la dicta. Deja que el chorro te brote, clamoroso y humeante como cuando meas. No la premedites, dejas que salga de ti como la has soñado, como te la cuentas cuando boca arriba fumas sin poder dormir.

Vamos, salta ahora mismo. Empieza. Lo difícil es la primera oración, el primer párrafo, lo demás viene solo, tú lo sabes. ¿Qué te apendeja? ¿La aceptación ajena? No seas vanidosa, escribe para ti, que te complazca. Que sea el libro que no has leído, no te pongas normas, no dejes que nada te mate los deseos de mostrarte tal como eres. Tu mejor censor eres tú, olvida la censura ajena, que cada quien escriba la novela que le dé la gana. Tú escribe la tuya, pero tienes que aceptar la soledad. Vamos, no seas pendejo. Acaba de despedir a la caraqueña y no te gastes más en estupideces. Después no te quejes. El tiempo es un malandrín y cuando pasó, pasó.

"Mercedes, no quiero engañarte", le digo al fin.

"¿Qué pasa? ¿Qué vaina es ésa?" Y me mira desde unos ojos que no había percibido hasta entonces. El pelo negrísimo, ensortijado, las cejas negrísimas abundantes. Los ojos negrísimos, disparándome dudas.

"Que no puedo escribir, que me he quedado seco."

"Será que no te inspiro."

"No tiene nada que ver contigo, es conmigo."

"Vete a la mierda. Lo que pasa es que estás empapayado con Zaira."

Silencio. Puedo negarlo, pero no quiero.

"Si es así, yo no pinto nada en esta casa, donde ni siquiera me has permitido ponerla a mi gusto."

Silencio, puedo negarlo, pero no quiero.

"Me puse fatal, tropecé con un convaleciente de amor."

Silencio. Puedo negarlo, pero no quiero.

"¿Qué tiene Zaira?"

Silencio. Puedo contestarle, pero no quiero.

"El diablo."

Yo conozco al diablo. Es esa voz que no me deja estar tranquilo, que no me deja dormir, que me agrede, que dice groserías, que se burla de mí, que no me deja decir lo que me conviene. Que me obliga a comportarme inconvenientemente, que me lleva por donde nadie va. Que me hace ver cosas que los otros no ven. Que me busca problemas gritando, cuando yo me había prometido guardar silencio. El diablo que anda conmigo está en contra mía. El diablo que me tocó es mi enemigo. Cuando en una reunión todo el mundo está de acuerdo, él se da cuenta de que son unos demagogos y me empuja y me pone en contra y el que se busca líos soy yo.

Cuando no amo a una mujer pero me la quiero templar, él busca la manera de que se lo diga por lo claro, y ahí mismo se fastidia el negocio. Cuando quiero dejar de trabajar porque creo que no tengo nada importante que decirle a los demás, él vocifera, escandaliza, se entromete, y hasta que no me ve ojeroso, desaliñado, somnoliento, muerto de hambre, garabateando papeles que rompo, estrujo, rescato del cesto y vuelvo a botar, no está tranquilo. Mi diablo me lo otorgó el sindicato. Es un hijo'e puta.

"Entonces, me voy al diablo", me dice al fin Mercedes.

Puedo responder, pero no quiero. Que el silencio lo decida todo. No tomaré más parte, que el diablo y las circunstancias se las arreglen solos. Si ella no entienda que no entienda. Estoy cansado de explicar. Y aunque le explique no entenderá. La gente entiende sólo lo que quiere de los demás.

Capítulo Veintinueve

Capítulo Treinta y Uno





SECCIONES EN CUBANET

prensa independiente . prensa internacional . news . prensa oficial . centro
búsquedas . archivos . suscripciones . cartas . debates . opiniones . documentos
cuba fotos . pinturas . anillas de tabaco . enlaces . correo electrónico
agro-cooperativas . bibliotecas independientes . movimiento sindical independiente

CubaNet