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16 de septiembre de 2008
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Se buscan ordeñadores

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) – Uno de los tantos problemas del sector ganadero es la falta de ordeñadores. Los jóvenes ven el oficio como una esclavitud. Además de las malas condiciones en que desempañan esa labor, gravitan sobre ellos los bajos salarios.

Alfredo Boza, retirado del oficio, apunta: “Fui ordeñador durante muchos años, cuando  cumplí los 16 ya estaba en eso. Entre las tres y las cuatro de la madrugada hay que estar en el establo y sacar las vacas una a una, lavarles las ubres. Si ha llovido están enfangadas. Hay que tener mucho cuidado, aunque no parezca son peligrosas, y deben estar sedadas antes del ordeño. Si se molestan porque sienten dolor te dan una patada. Y si estás distraído viene otra por detrás, y lo mismo. Una vaca no es igual a otra, qué va”.
Boza relata que si en el área de pastos existe anamú, planta que le impregna a la leche un fuerte y desagradable sabor, y la vaca comió de la yerba, al principio del ordeño hay que probar la leche para no mezclarla, porque si no todo el líquido se contamina.

El trabajo del ordeñador es duro, y no se aprecia lo suficiente. “No se nos facilita la ropa apropiada para el trabajo en el campo. A veces ni botas tenemos. Yo iba a trabajar con tenis gastados. El dinero no me alcanzaba para comprar botas a sobre precio, y la empresa, bien gracias. Cuando llueve te entierras hasta las rodillas en el fango y no puedes faltar al trabajo. La norma es ordeñar 25 vacas al día. Como escasean los ordeñadores, si alguno falta por enfermedad u otra razón, el resto se distribuye las vacas. Hay que saber quitarle el berrinche a las reses porque si no, no dan ni una gota”.

El declive acelerado de la ganadería se produjo tras la desaparición de la Unión Soviética. Faltó el pienso y otros insumos básicos para el sector ganadero, incluidas las máquinas empacadoras, y los equipos de ordeño mecánico sobre todo, que facilitan el trabajo.
En la vaquería El portugués, próxima al municipio Artemisa, en provincia La Habana, donde laboró Boza, una parte del trabajo se realizaba mecánicamente. Todo se perdió, al igual que la tradición y la experiencia ganadera del país, cuando Cuba era autosuficiente en cuanto a la producción no sólo de leche, sino de sus derivados: quesos, mantequilla, yogur, y también de carnes. Y le alcanzaba para exportar. La masa ganadera cubana sobrepasaba, en 1958, los cinco millones de cabezas.

Alfredo Boza tiene 44 años. Fue uno de los tantos que abandonaron el campo, el oficio de ordeñador, y se fue a la ciudad a “inventar”, en busca de mejores condiciones de vida. Aprendió la albañilería y hoy vive todavía de la cuchara, el cajón de la mezcla, el nivel y la plomada. “Las madrugadas oscuras en las que uno no se ve ni las manos, y el fango, no me vuelven a agarrar”.

 

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