Crónicas          
18 de abril de 2008

Con la jaba a cuestas

Oscar Mario González                                                                    

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Un cubano que ande por la calle desprovisto de una jabita es como un soldado sin fusil en medio del campo de batalla. Ella, la jaba, ha de ir con nosotros con mayor obligatoriedad que nuestra propia sombra, acompañándonos de noche y de día, a la salida del sol y en el ocaso de la tarde.

Porque, como no somos adivinos ni tenemos una bola de cristal en la mano, no sabemos en cual recoveco de la calle pueda aparecer el vendedor furtivo, nervioso y asustado, proponiéndonos unos aguacates a cinco pesos cada uno y no a diez como se venden en el mercado agropecuario, por poner un ejemplo.

Tampoco sabemos si en nuestro trayecto encontraremos un punto de venta de productos cárnicos donde comprar un jamón mejor elaborado que el habitual; ese  fabricado por el estado, fofo y aguachento, que cuando se mete en el congelador adquiere la consistencia del “duro frío”.

En todas partes, hasta en las fiestas de más “nivel” o en los congresos de cualquier cosa (el socialismo es muy proclive a los congresos, romerías y bachatas); ya al final, luego de los aplausos por lo éxitos alcanzados y de la alusión a la patria y a la muerte y de los vivas a los hermanos Castro, cuando viene la parte “comestible”, hasta los más elegantes y de mejores modales, sacan su jabita de la cartera o el bolsillo y echan, con disimulo, todo lo que puedan en ella. Con sigilo y precaución, pero sin que el pudor les haga cometer la tontería de no llevarse toda la comida posible. Los hijos en casa no perdonarían que los recatos de papá y mamá los dejara con la barriga vacía.

Hay muchos tipos de jabas, de diferentes precios y para diferentes usos. Unas están hechas por particulares, de sacos plásticos, y se venden a cinco o diez pesos, otras de cintas plásticas tejidas que se venden a l5 o 20; las hay también de tela o de nylon, de esas que anuncian todo tipo de productos y empresas.

Las más comunes son las de nylon producidas por el estado con letreros o en blanco. Muchos ancianos se dedican a vender estas bolsitas para ganar algún dinero.
              
Los viejos prefieren venderlas fuera de los comercios, pero el lugar de venta preferido es el agro mercado, estatal o privado. Hace un tiempo se vendían a cincuenta centavos, moneda nacional, pero había que comprar dos por lo menos; de tal modo que alguien pedía una sola, el vendedor le contestaban que no había vuelto.  Ya esto pertenece al pasado, desde hace meses subieron de precio. Hoy cuestan un peso cada una. Este artículo por lo general no lo vende el estado y es frecuente que en los kioscos en moneda fuerte le entreguen el producto sin envasar diciendo que carecen de jabitas.
         
En los comercios que venden en pesos cubanos no ofrecen el envase, sino que ha de llevarlo el cliente. Sencillamente, si el cliente no lleva su jabita debe cargar con lo que compre en sus manos; hasta en las tiendas que venden por moneda fuerte, a veces hay carencia de ellas.
       
En l958 no había tanta sofisticación y variedad de envases, pero en esa área, como en tantas otras, Cuba estaba muy desarrollada. Diferentes tipos de papel de acuerdo al producto brindaban al público higiene, buena conservación y comodidad. Papel “cartucho” para los mandados de la bodega inferiores a una libra y cartuchos para los de mayor peso. Papel encerado para los productos cárnicos y el de china para la flauta de pan; hasta envases de cartulina fina rosada a fin de que el café, tostado o molido, no perdiese del aroma.
     
Todo, además de bien envuelto, despachado con la amabilidad del dependiente afanoso por retener a la marchantería con el buen trato y el servicio rápido, porque la competencia no admitía  el gesto descortés.

Nota: Jaba, significa bolsa en el lenguaje popular cubano.

 

 


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