SOCIEDAD
Los disidentes feos
Luis Cino
LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) -
Me sorprendió la cantidad de opiniones
sobre mi crónica "Sting estuvo en
La Habana". Muchos defendieron el derecho
del cantante británico a viajar a Cuba
con carácter privado, sólo para
bailar salsa e ir a la playa, sin meterse en política.
Incluso, me reprocharon una supuesta manía
que tenemos los cubanos de creernos el ombligo
del mundo. También, cómo no, alguien
me enumeró los tantos problemas del mundo
contemporáneo para intentar convencerme
de que los de Cuba son males menores.
Ya lo hemos dicho varias veces. Todos vendrán
a Cuba. Por una razón u otra. Hasta la
mona Chita. ¿Por qué no iba a hacerlo
Sting?
No creo haber heredado la manía de los
comunistas cubanos de exigir combatividad a todos.
Dios me libre. Sólo me pareció que
Sting, un artista sensible, identificado con las
causas justas a través del mundo, podía
dedicar alguna canción a los presos de
conciencia, las Damas de Blanco o los balseros
ahogados en el estrecho de Florida. Nada más.
Los disidentes cubanos, ante la sordera y la indiferencia
mundial, vamos a terminar aquejados con el síndrome
del patito feo. No somos espectaculares, glamorosos
ni carismáticos. Tampoco lo suficientemente
exóticos para llamar la atención.
Aquí, el carisma lo tiene Fidel Castro
y lo verdaderamente exótico e insólito
es su dictadura absoluta y macondiana de más
de 48 años.
Lo reconozco. No hemos sido tan capaces de despertar
el interés mundial como los indígenas
amazónicos, el Dalai Lama y los monjes
tibetanos, las Madres de la Plaza de Mayo, el
agujero en la capa de ozono o las ballenas del
Océano Pacífico.
El día que un disidente cubano se rocíe
con combustible y se dé candela en la vía
pública, como los bonzos de Saigón,
dirán que sólo un perturbado mental
optaría por el suicidio entre tanta maravilla.
Adicionalmente, le reprocharán haber utilizado
para su propósito el solidario petróleo
venezolano.
Es mucho más fácil comprender a
los terroristas suicidas de Bagdad que vuelan
felices al encuentro de Alá y las huríes.
Entre las decenas de víctimas de sus atentados,
puede que haya algún soldado norteamericano.
Estropeando la nostalgia revolucionaria y romántica
de los eternos zurdos, canosos, panzudos y con
boinas, enfrentamos a una dictadura parlanchina
y fotogénica, que se precia de desafiar
a los Estados Unidos y que alguna vez encarnó
la utopía. ¿Quiénes nos creemos
que somos para contradecir las profecías
de Marx? ¿Quién nos autorizó
a arremeter contra los sagrados iconos?
¿Qué derecho tenemos los disidentes
cubanos a estropear las vacaciones de tantos compañeros
de viaje y viejos verdes? ¿Por qué
arruinar los negocitos en Cuba de Telecom y Meliá?
¿Como vamos a quitarles a las cultas e
instruidas jineteras y a la mano de obra barata?
Es de mal gusto hablarles de las 200 cárceles
y los presos en huelga de hambre. A ellos no les
interesa escuchar a las Damas de Blanco ni a un
gigante llamado Guillermo Fariñas.
¡Cuan desconsiderados somos en no sonreír
a sus cámaras entre los pintorescos escombros
y repetir todo lo que ellos esperan escuchar!
Después de todo, el mundo no es perfecto.
Tal vez un día, cuando caigan los muros
y veamos la luz, comprendamos cuan afortunados
éramos. No obstante, no creo sean muchos
los que añoren la dicha.
Luicino2004@yahoo.com
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