DISIDENCIA
Los arquitectos del sepulcro
Jorge Olivera Castillo LA HABANA, Cuba Marzo (www.cubanet.org)
- Los disidentes en Cuba soportan, perseveran, su luz no se apaga pese al vendaval
represivo. En el transcurso de algo más de 30 años han logrado articular
un entramado de organizaciones y proyectos cuantitativamente superiores a los
ocurridos en los países de Europa del Este y en la Unión Soviética,
cuando el totalitarismo dominaba el escenario político en ambos territorios.
Esto es un hecho que pone en dudas las aseveraciones de críticos y
calumniadores que llenan el éter y las cuartillas con alusiones a la cobardía,
la flacidez moral y el carácter mercenario de quienes se exponen al exilio,
a la cárcel y a la muerte por luchar a favor de los derechos fundamentales
de todos, incluidos los integrantes del Partido Comunista. ¿Puede
un mercenario enfrentar sin dobleces, ni titubeos una condena a prisión
en condiciones semejantes a la de una bestia? ¿Es acaso amoral pedir que
la libertad de expresión sea un derecho sin cortapisas ideológicas?
¿Podría un cobarde enfrentarse, pacíficamente, a una suerte
de engendro totalitario que decide sobre su vida como si fuera Dios? Decenas
de miles de hombres y mujeres han sufrido el encierro por no ajustarse al guión
oficial. Tal vez hoy son simples osamentas dentro de una tumba o viven allende
los mares como forasteros en alguna vecindad ajena a la delación y a tener
en la psiquis un policía de guardia. A pesar de las pesadillas,
los sueños se han impuesto. El lugar vacío a causa de una baja es
ocupado por alguien que rompe las cadenas del temor y se alza con la idea de crear
una nación nueva sin odios, tolerancia y donde nadie use las leyes como
alfombras o calzoncillos. Ser disidente ahora es una virtud porque se
lucha por el futuro. Por cada gota de sufrimiento llega a la conciencia un alud
de satisfacción, y es que nadie de los que empuñan la verdad, su
verdad sin los virus del absolutismo, quiere ser un practicante de la fuerza,
ni persigue honores vanos. Los que discrepan a cara descubierta no tienen
de qué arrepentirse, son paradigmas de la transparencia, personas que no
forran sus pensamientos con palabrerías desprendidas de los vaivenes de
las circunstancias. En Cuba la mentira es el artilugio del náufrago
que evita la inmersión definitiva. Flotar sobre las miserias, el miedo,
los burócratas, la policía, las ilusiones perdidas, las ruinas que
habitan al lado de las consignas. Pocos disienten a viva voz. Es cierto que la
mayoría repite frases, aplaude, finge, derrocha diligencia en cuanto suenan
las campanas de la convocatoria partidista. A su manera van al desquite,
mudando sus valores a lo más recóndito del olvido. Suelen ser expertos
en el hurto, paradigmas del soborno, piezas claves de la corrupción, actores
proclives a cualquier papel con tal de no caer en el abismo de la desgracia. Es
por eso que el país es un desastre. ¿Un teatro? ¿Una jungla
que llaman paraíso? En 2007, valga decir que Cuba revolucionaria no pasa
de ser una entelequia. Casi medio siglo embarcados en un proyecto "socialista"
que a duras penas se sostiene con sus dos muletas: propaganda y represión.
Nadie o muy pocos creen en los discursos que vienen anunciando Eldorado desde
1959. Si las frustraciones tomaran la naturaleza de sus autores hoy tendríamos
casi el doble de la población actual Yo abogo por una reparación
urgente, doy la voz de alarma antes que las desventuras tomen el cariz de una
hecatombe. Por eso me condenan, me lanzan a la hoguera por hereje. De todas formas
insisto en mis disidencias. Quiero vivir en un país real, escribir una
crónica y publicarla en un periódico editado en La Habana sin los
fantasmas de la censura, viajar al extranjero sin pedir un permiso en las oficinas
de inmigración, hospedarme en un hotel de los que ahora son exclusivamente
para turistas foráneos, y por supuesto, no ver en el código penal
ninguna disposición contra quienes practiquen los preceptos inscritos en
la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Lo mismo desean
los disidentes, los ciudadanos sin claras definiciones ideológicas y comunistas
de cartulina. Estos dos últimos grupos son quienes, afanosamente, cavan
la fosa para enterrar lo que queda del socialismo. Con sus desfalcos, malversaciones,
indisciplinas y apatías, son los genuinos arquitectos del sepulcro, los
artesanos de la lápida, quienes aportan la tinta negra para el epitafio.
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