El 'poder
popular cubano' ante una silla vacía
Gerardo E. Martinez-Solanas, El
Nuevo Herald, 2 de enero de 2007.
La Asamblea Nacional del Poder Popular cerró
su período de sesiones el viernes 22 de
diciembre. Su sesión de apertura había
sido el lunes 18. Así de breves son los
esfuerzos legislativos en la Cuba castrista.
La prensa internacional y quienes esperaban el
indicio de algún cambio alimentaban expectativas
inconfesadas, por dos razones que serían
decisivas en otras circunstancias más razonables
y democráticas. Primero, porque el gobernante
vitalicio había desaparecido tras 48 años
como monarca ''insustituible'' y máximo
líder de una ''irrevocable'' revolución
permanente, es decir, una revolución eternizada
porque su dinámica nunca cristaliza en
soluciones ni políticas coherentes.
Segundo, porque la Asamblea Nacional ''es el
órgano supremo del poder del Estado. Representa
y ejerce la voluntad soberana de todo el pueblo
a través de los diputados'', según
proclama la Constitución cubana que, además,
asigna al ''parlamento'' potestad para destituir
al Consejo de Estado y elegir otro renovado.
Sin embargo, la mayor parte de las sesiones de
trabajo fueron a puertas cerradas. La prensa extranjera
no tuvo acceso a ellas y los medios de información
cubanos --todos controlados por el Estado-- sólo
daban breves partes, trasmitiendo al exterior
segmentos que no coincidían con los trasmitidos
para el interior.
Pero si un observador ávido e interesado
acude a la página de la Asamblea en la
web, tampoco allí encuentra gran información:
no publican nada sobre las actas, proyectos de
resolución o de ley; ni cómo ni
por cuántos votos fueron aprobados los
mismos, nada en absoluto sobre la agenda de las
reuniones. Muy poco, en fin, salvo un intrascendente
resumen publicado el 23 de diciembre sobre el
episodio legislativo.
Entre lo poco visto, se mostró la sala
del plenario con un sillón vacío,
aparentemente la obra del ''convidado de piedra''
que ahora escenifica la dirigencia cubana. Frente
a éste, un escuálido número
del periódico Granma, algunos documentos,
una botella de agua y un micrófono. Era
el asiento reservado al líder ''insustituible'',
en el que Raúl Castro, en un discurso anterior
a esta sesión, puntualizó que sólo
podrá sentarse el Partido Comunista en
pleno. Evidentemente una opción alucinante.
Este ''heredero'', a su izquierda, en uniforme
de general, fue el único ''diputado'' que
hizo uso de la palabra, aparte de los miembros
de la presidencia. Por supuesto, no hubo debates.
El presidente de la Asamblea, Ricardo Alarcón,
profirió ocasionales vivas a Fidel, a Raúl,
a la revolución, en fin, lo habitual: continuismo
y sumisión a los poderes que deciden a
puertas cerradas. ¿Se desaprovechaba ese
momento tan oportuno para proponer un cambio e
introducir iniciativas progresistas y renovadoras?
Era de esperar. Todos los diputados son testaferros
del régimen totalitario; fueron elegidos
a ese fantasma legislativo mediante una lista
única promovida por las organizaciones
de masas dirigidas por personeros del Partido
Comunista.
Habría sido ingenuo esperar otra cosa
de quienes no están acostumbrados a tomar
decisiones propias.
Economista y politólogo, ex funcionario
de las Naciones Unidas.
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