PRENSA INTERNACIONAL
Abril 30, 2007

La batalla de Argel

Enrique Patterson, El Nuevo Herald, 29 de abril de 2007.

En el film ''La Batalla de Argel'', el director cinematográfico Costa Gravas muestra las técnicas terroristas utilizadas por el Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino en su enfrentamiento contra el colonialismo francés. Desde la perspectiva del FLN, poner bombas --en restaurantes, cines y supermercados para masacrar a la población civil (mujeres, niños, ancianos) de origen francés o contra los árabes que buscaban otras formas de lucha-- era un acto legítimo. El fin de la independencia justificaba los medios del asesinato a mansalva. En la actualidad Argelia y su gobierno son víctimas de esas mismas acciones, y los asesinatos que desde la insurgencia anticolonialista aparecían como medios lícitos son calificados por el gobierno del FLN como actos criminales ahora perpetrados por el terrorismo islámico.

Que un mismo sujeto califique actos de idéntica naturaleza como aceptables (si se avienen a sus objetivos) o como terroristas (si víctimas de los mismos) denota una profunda enfermedad moral. El relativismo, que en la modernidad Occidente sólo impuso en la periferia (la esclavitud africana, la servidumbre en las colonias), en el pasado siglo fue introducido en la acción política por Lenin, Stalin y Hitler hacia el interior de las sociedades occidentales al nivel del genocidio. Luego continuó o se extendió al llamado tercer mundo acompañando las prácticas de algunos movimientos de liberación nacional y de las utopías sociales que desataron pesadillas como la revolución cultural china, la revolución cubana y el régimen de Pol Pot.

La lista es larga, de Idi Amin Dada a Milosevic. De modo subrepticio ese relativismo nos invade. Todos los días leemos o escuchamos en los medios de prensa referirse a Luis Posada Carriles como a un ''activista anticastrista'', cuando la expresión debiera ser --en aras de una mínima precisión conceptual-- ''presunto terrorista o criminal anticastrista''. Si no por profesionalismo, al menos por decencia, debiera ser evidente que no hay causa política o conflicto ideológico que justifique la voladura de un avión civil por el simple hecho de que en él viajen deportistas que compiten bajo las banderas de un país sumido en una dictadura. El contenido de una monstruosidad no cabe en el concepto del activismo político.

Supongamos que no se probó con suficiencia, como algunos dicen, que Posada Carriles fue uno de los artífices de la voladura del avión de Barbados en 1976, a pesar de sus desparpajantes declaraciones en la prensa. Pues bien, la bomba que el 4 de septiembre de 1997 explotó en un hotel de La Habana lo implica de nuevo, el sujeto tiene una extraña habilidad para relacionarse con actos de carácter terrorista y criminal. La diferencia entre ambos actos (la muerte de los pasajeros y la tripulación del avión en un caso y sólo la de un turista italiano en el otro) radica en el número de víctimas, no en la naturaleza criminal del acto.

El régimen de La Habana, como ahora el gobierno argelino respecto al terrorismo islámico, acusa a Posada Carriles de terrorista, acaso para desdibujar que pertenecen a idénticas escuelas. En la época de la lucha contra la dictadura de Batista, el Movimiento 26 de Julio ponía bombas en los cines. Después del triunfo revolucionario, Raúl Castro fusiló en masa a cientos de cubanos en Santiago de Cuba, sin debido juicio. Los cuerpos, muchos aún con vida, eran empujados con buldózers, como si fueran escombros, hacia las fosas comunes.

Entre el derribo del avión civil de Barbados y el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, lleno de civiles en plena Bahía de La Habana, no hay diferencias. Los testimonios de los sobrevivientes del remolcador muestran la saña con que los guardacostas hundían en el mar a ancianos, mujeres y niños con chorros de agua y brutales embestidas.

La reiteración de las mismas acciones devela la manifestación de una naturaleza. Hace poco Raúl Castro, jefe de Estado en funciones, reconoció --en una reunión de dirigentes partidistas-- haber ordenado el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate. El derribo de aviones civiles con gente desarmada, lo mismo en aguas internacionales como en el territorio nacional, sólo es concebible en mentes de naturaleza criminal.

En un país como Cuba, donde no existe un sistema de justicia independiente, es impensable que quienes ordenaron y ejecutaron el crimen del remolcador 13 de Marzo o de los aviones de Hermanos al Rescate sean juzgados; pero que los Estados Unidos no investiguen y, si es pertinente, juzguen a Posada por acciones análogas a las cometidas por muchos sujetos bajo investigación en el territorio de la Base Naval de Guantánamo deja mucho que desear.

Apoyar y/o sentir empatía por quienes perpetran acciones de ese tipo hace pensar que nuestra enfermedad moral no radica en el castrismo, sino que el castrismo es una de las manifestaciones de nuestra enfermedad moral.

Sanaremos y podremos vivir civilizadamente cuando tanto los que hunden embarcaciones llenas de inocentes en la bahía de La Habana como los que ordenan poner bombas en sus hoteles sean llamados, a ambos lados del Estrecho de la Florida o del Mar Mediterráneo, como lo que propiamente son, criminales y terroristas.



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