Jaime
Ortega: Cuba necesita diálogo, no presión
Arzobispo Ortega pide "tender
puentes"
Mauricio Vicent, Diario El País,
España, 3 de abril de 2007.
LA HABANA, Cuba - El arzobispado de La Habana,
donde vive el cardenal Jaime Ortega, es parada
necesaria para los políticos extranjeros
de visita en la isla. Debido a su conocimiento
de la realidad cubana, obligado siempre a guardar
difíciles equilibrios, Ortega, de 70 años,
se ha convertido en una de las voces independientes
requeridas de Cuba.
Casi no concede entrevistas, y accede a ésta
con EL PAÍS en momentos cruciales, con
Fidel Castro enfermo y ausente del poder por primera
vez en 47 años.
El diálogo es el camino
Las palabras que con mayor énfasis pronuncia
el cardenal cubano Jaime Ortega son tres: "Tender
puentes", "diálogo" y, por
supuesto "reconciliación". Además,
en este momento delicado que atraviesa su país,
con Fidel Castro enfermo y ausente del poder desde
hace ocho meses, 'realismo' y 'responsabilidad'
son para él términos clave.
A sus 70 años, los últimos 25 como
arzobispo de La Habana, Ortega lo ha visto todo
o prácticamente todo: la confrontación
feroz Iglesia-Estado en los primeros años
de la revolución; la sovietización
y la intolerancia, en los setenta; la distensión
una década después; la lenta apertura
y el viaje del papa Juan Pablo II en enero de
1998...
Quizás por esa experiencia, y por lo que
la Iglesia representa, no hay político
extranjero que viaje a Cuba que no quiera verlo,
y él siempre explica lo mismo: "El
camino es el diálogo, con la presión
no se llega a ningún lado".
Ortega sabe que vivir en Cuba obliga a hablar
de política. Y de igual modo que a un escritor
o a un cineasta cubano se le pregunta por la revolución
antes que por su obra, de un alto dignatario de
la Iglesia como él se espera que hable
poco del reino de los cielos y más de Fidel
Castro y del cambio que se adivina.
Concede, por ello, escasas entrevistas. Atiende
ésta en momentos especialmente relevantes
para su país, ocho meses después
de que Castro delegara provisionalmente todos
sus poderes en un equipo encabezado por su hermano
Raúl, el jefe del Ejército.
"Debemos complacernos de que en esta nueva
situación haya reinado la tranquilidad",
dice el cardenal. "Al principio, cuando el
presidente cubano cayó enfermo, algunos
creyeron que podría sobrevenir una crisis
interior que llevara a una situación difícil
a nuestro país. Los obispos hicimos votos
entonces porque ninguna interferencia externa
y ningún tipo de crisis interna pudiera
alterar la paz y la convivencia. Así ha
sido, y es lo mejor".
Hace 10 años, con motivo de los preparativos
del viaje de Juan Pablo II a Cuba, Ortega sostuvo
un encuentro con EL PAÍS en el que repasó
la situación de la Iglesia en Cuba y abordó
las insatisfacciones y demandas de los católicos,
que no eran pocas.
Avances lentos
Una década es tiempo considerable, y hoy,
dice el prelado, puede comprobarse que "se
ha avanzado, aunque lentamente". La entrada
de religiosos extranjeros a la isla ya no es un
problema grave, cada vez se conceden más
permisos. Se han podido reparar algunas iglesias
y crear más de 900 casas-misión
en todo el país, si bien, observa el cardenal,
"es necesario aún que se puedan construir
nuevos templos".
Los medios oficiales de comunicación,
antes vedados a la jerarquía, han ofrecido
algunos espacios radiales a los obispos en fechas
señaladas, 'pero sería deseable
que estos espacios se sistematizaran y tuvieran
alcance nacional'.
La Iglesia tiene unas 30 publicaciones propias
en toda la isla, y aunque alguna -como la revista
Vitral- es bastante crítica con el Gobierno,
se han mantenido pese a las fricciones. "Un
signo positivo", según Ortega. Desde
luego, hay reivindicaciones, como el acceso a
la educación, no satisfechas.
La Iglesia no renuncia a esta vieja demanda pero,
afirma, 'no está entre las cosas que, de
forma realista, puede pensar en obtener en un
futuro inmediato'.
Nuevos rumbos
En el salón del arzobispado de La Habana
en donde tiene lugar esta entrevista, el cardenal
recibe todos los meses a embajadores, representantes
de organizaciones no gubernamentales, políticos
y visitantes extranjeros que acuden a él
en busca de luz sobre la realidad cubana.
Recientemente recibió a un grupo de 10
congresistas norteamericanos, la mayor delegación
de legisladores que ha visitado Cuba desde 1959.
Su objetivo era tender puentes de diálogo
entre Washington y La Habana e impulsar una flexibilización
de las sanciones contra la isla -sobre todo eliminar
las restricciones para que los exiliados puedan
viajar a Cuba y enviar dinero a sus familiares-.
Ortega les animó.
"Me parecieron políticos muy pragmáticos,
con una visión muy realista". En su
criterio, "por ese camino de distensión
con EU es por el que puede llegar un mayor bien
para el pueblo cubano, tanto para los que viven
fuera de Cuba y quieren visitar a sus familiares
o enviarles ayuda, como para los que viven aquí
y esperan recibirlo".
También "para el pueblo en general,
que podría beneficiarse de un comercio
más amplio y de otras posibilidades, como
las inversiones de Estados Unidos en Cuba".
Suele decirse que, entre los factores que más
influyeron en la temprana radicalización
de la revolución cubana, fue la política
de cerco y presión que ejerció Washington
desde el principio.
Hoy, casi 48 años después, algunos
analistas advierten del riesgo de que Estados
Unidos repita el mismo error cuando un Gobierno
interino está al mando de Cuba. "Es
interesante comprobar que hay gente como estos
congresistas -con independencia de lo que puedan
lograr-, que ven en el diálogo y en la
negociación la posibilidad de crear una
relación nueva, y a partir de ahí
la historia tomar otro rumbo", afirma.
Una luz al final del túnel
Para Ortega, la solución de los problemas
pasa por una palabra que a muchos, dentro y fuera
de Cuba, da calambre: reconciliación. Reconciliación
entre gobiernos. Reconciliación entre cubanos
de la isla y de la diáspora.
Pero también, y sobre todo, reconciliación
dentro de Cuba. "Muchos estiman que tiene
que haber muchos pasos primero antes de haber
una reconciliación. Yo he dicho en otras
ocasiones que un clima de reconciliación
es el que puede crear pasos de acercamiento, y
eso la Iglesia no puede dejar de predicarlo siempre".
Pese a las críticas
Indiscutiblemente, la enfermedad y larga convalecencia
de Fidel Castro ha abierto una nueva etapa en
Cuba. Y algunos laicos católicos hablan
de que el momento actual es de 'incertidumbre
y esperanza'.
Qué está ocurriendo en realidad...
¿Sucesión? ¿Transición?
¿Continuidad? Términos e hipótesis
de futuro hay de todo tipo, y Ortega no entra
en valoraciones: 'Han pasado ocho meses, y aunque
la incertidumbre de los primeros momentos hoy
no se experimenta en el mismo grado, la Iglesia
debe, con profundo sentido de la responsabilidad,
llevar a cabo su misión propia que en estos
momentos es favorecer cuanto pueda, traer paz
y esperanza a nuestro pueblo'.
Para la Iglesia, dice, esa responsabilidad pasa
por mantener su independencia frente a manipulaciones
políticas. Critica que 'a veces, desde
ámbitos conocidamente laicistas en el extranjero,
se reclama que la Iglesia en Cuba intervenga con
una marcada intención política'.
En Cuba, afirma, no ocurrió el fenómeno
de otros países comunistas, como Checoslovaquia
o Polonia, de una Iglesia colaboracionista y dividida,
y del mismo modo la Iglesia católica cubana
'ha mantenido su independencia frente a intentos
de manipulaciones venidas del extranjero, sea
ofreciendo ayuda de gobiernos destinada a producir
cambios políticos en Cuba, o involucrando
a la Iglesia en acciones de marcada orientación
opositora'.
En este instante crucial para su país,
Ortega reclama de todos -y también de la
comunidad internacional- 'diálogo y generosidad'
para contribuir a un futuro cubano mejor.
Una frase pronunciada por Juan Pablo II durante
su histórico viaje a la isla persiste todavía
en la memoria de todos: 'Que Cuba se abra al mundo
y que el mundo se abra a Cuba'. Para el arzobispo
de La Habana, este pensamiento 'sigue teniendo,
y quizás más que nunca, plena vigencia'.
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