DESDE
LA CARCEL
No sólo por la cuchara…
José Gabriel Ramón Castillo
PRISIÓN NACIONAL BONIATO, Santiago de
Cuba - Septiembre (www.cubanet.org) - Se comenta
en el penal -y quién duda si en la calle
también- que la protesta cívica
que inicié el 14 de agosto pasado es en
cierto modo algo descabellado e improcedente.
¡Quá desvergüenza! Que quede
bien claro que el despojo de mi cuchara resultó
ser la gota de agua que rebasó la copa
de mi paciencia.
No tengo libertad intelectual y por consiguiente,
ni puedo recibir ni disponer de libros de mi preferencia.
A cualquier hora, la policía carcelaria
-léase la policía política-
entra en mi celda y se lleva cuanta literatura,
sospechosa de subversiva, encuentra a su paso.
Las autoridades penales, incapaces de suministrar
los medicamentos que necesito, me despoja de los
míos. Hace poco pasé unos 15 días
sin recibir, captopril para el tratamiento de
la hipertensión arterial que presento,
y sin embargo un mes atrás se me incautó
un paquete de este medicamento.
En esta ergástula castrista está
terminantemente prohibido autoabastecerse de medicamentos,
aun cuando no se garantiza una adecuada asistencia
médica a los reclusos.
En días atrás, después que
se aceptó que mi esposa me trajera unas
vitaminas y jarabe anticatarral, inexistentes
en la farmacia penal, se los devolvieron en la
visita familiar, con el cínico argumento
de que me lo darán en la prisión.
Hasta ahora nada más me han dado las vitaminas
C, para la insuficiencia venosa que presento,
luego de una serie de quejas. Dudo mucho que ocurra
lo mismo con los otros medicamentos.
¡Qué problema! Necesito tanto la
vitamina E, para contrarrestar la avitaminosis
y recuperar la salud sexual, deteriorada por tantas
enfermedades, que no sé que hacer.
Convivo con dos condenados en una celda para
un solo prisionero. No soporto más esta
situación y me niego a seguir viviendo
en estas condiciones infrahumanas.
El 31 de julio pasado me redujeron a dos horas
el tiempo de la visita familiar. Ese día
no comí nada y tuve que votar la comida
porque no me la dejaron pasar al penal.
En varias ocasiones me he quejado sobre la mala
alimentación y he pedido que me autoricen
a recibir regularmente comida de la casa, dado
mi estado de salud actual. NADA, absolutamente
nada. Para más desgracia es esta cárcel
la única de Cuba en que está prohibido
en la jaba productos enlatados, carnes fritas,
espaguetis, pizzas y otros alimentos necesarios.
También me he quejado porque me sacan
tarde a la comunicación telefónica
y me contabilizan, dentro de los 25 minutos reglamentarios,
el tiempo que paso en localizar a mi familia.
Resulta humillante la guardia pretoriana dentro
del local donde efectúo la comunicación
telefónica. No sólo está
pendiente de mis conversaciones sino que coarta
mi libertad de expresión. En dos ocasiones
me negaron la información sobre el cambio
del día de la comunicación telefónica,
de manera que una semana que no pude ejercer este
derecho.
En enero y febrero pasado me despojaron de cartas
familiares y de amigos. Se controla mi correspondencia
no dejándola llegar a su destino.
Increíblemente, en esta prisión
se le prohíbe a los reclusos sacar objetos
artesanales construidos por sus propias manos.
Ni siquiera se puede llevar caramelos ni chicles
al pabellón conyugal. No sé si por
suerte o por desgracia, pero consumo estos productos
antes, durante y después de esta actividad.
Me niegan la asistencia religiosa. Llevo un año
y seis meses solicitando los servicios eclesiales
del Padre Rafael Ángel López Silverio,
párroco de la Catedral de Santiago de Cuba
y hasta ahora nada de nada.
El mismísimo director de la prisión,
Osvani Batista Betancourt, me ha maltratado verbalmente.
Según sus palabras, si me planto seré
castigado fuertemente. Este funcionario me prohibió
rubricar las comunicaciones, dirigidas a él,
con el crédito del Titulo Universitario
que poseo y mi condición de prisionero
de conciencia ¡Qué barbaridad!
Por la cirrosis hepática presentada requiero
tratamiento médico y la atención
de un especialista. En ese sentido: ¿Cuándo
me otorgarán la licencia extrapenal por
presentar una enfermedad incompatible con el régimen
penitenciario?
Se sabe que por tortura "se entenderá
todo acto por el cual se inflija intencionadamente
a una persona dolores o sufrimientos graves, ya
sean físicos o mentales"
¿Acaso
éste no es mi caso?
Muy a pesar mío, prácticamente
me encuentro en huelga de hambre, pues apenas
me alimento por disponer de pocas provisiones.
No sé hasta cuándo durará
esta situación, ya que no se atienden mis
planteamientos. Sólo me queda decir: No
sólo por la cuchara rechazo los alimentos
del penal.
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