Opiniones
contrapuestas entre expertos y exiliados sobre
la designación de Ramiro Valdés
Agencias. Encuentro
en la Red, 1 de septiembre de 2006.
Expertos y representantes de grupos del exilio
en Miami opinaron este jueves sobre la designación
de Ramiro Valdés como nuevo ministro cubano
de la Informática y las Comunicaciones.
Algunos la vieron como una búsqueda de
"unidad" en el régimen y otros
como un gesto de escasa relevancia.
Se infiere la intención del gobierno de
Cuba de "atraer" a mandos no especialmente
afectos a Raúl Castro para fraguar un modelo
de "unidad" en el proceso de sucesión,
dijo Jaime Suchlicki, profesor del Instituto de
Estudios Cubanos de la Universidad de Miami, informó
EFE.
Esta es la primera designación de un ministro
desde que el pasado 31 de julio Fidel Castro anunciase
la cesión provisional del poder a su hermano
Raúl, tras someterse a una delicada operación
intestinal.
Puede ser también, agregó Suchlicki,
que el nombramiento de Valdés sea una decisión
"impuesta" por Fidel Castro para blindar
"las filas revolucionarias y que no haya
divisiones internas".
En cualquier caso, la designación "no
significa cambio alguno, sino todo lo contrario,
un endurecimiento" del sistema y "no
una apertura", señaló Suchlicki
a EFE.
Con este diagnóstico coincidió
el analista estadounidense Brian Latell, quien
sostuvo que el gobierno cubano busca vertebrar
la "unificación de todos sus elementos".
La premisa cubana, según Latell, antiguo
analista de la CIA, consiste en "presentar
un frente unido al mundo, a la Administración
de Bush y al exilio cubano en Miami".
Por su parte, Alfredo Mesa, director ejecutivo
de la Fundación Nacional Cubano Americana
(FNCA), consideró que con este nombramiento,
Raúl Castro muestra su "desprecio
y poca lealtad".
A juicio de Mesa, se trata de "un nombramiento
de poca relevancia" que deja ver la nula
confianza que Raúl Castro demuestra a "los
que le rodean" y a Valdés.
Raúl Castro intenta dejar claro que "Ramiro
Valdés no es un hombre de su confianza"
en el proceso de sucesión, dijo Mesa.
El nombramiento de Valdés, quien participó
junto a Fidel Castro en el asalto al Cuartel Moncada,
en 1953, y en el desembarco del Granma, en 1956,
supone un alineamiento con la línea más
dura de la revolución y "demuestra"
que el gobierno cubano "busca una identidad
en la sucesión que no existe", porque
"esta sucesión no tiene validez",
subrayó Mesa.
Para Ricardo Bofill, presidente del Comité
Cubano pro Derechos Humanos, está muy claro
que La Habana persigue articular "un balance
de poder interno", ya que Valdés,
"fue el brazo ejecutor de Fidel Castro y
su colaborador más directo".
Bofill, que sufrió prisión durante
16 años en Cuba por su oposición
al régimen, afirmó que se trata
de un "gesto político para desempolvar
una figura" que, si bien mantuvo una "rivalidad
personal con Raúl", ésta nunca
se tradujo en "discrepancias ideológicas".
Valdés es "una suerte de verdugo",
un hombre de "vida disoluta, un mediocre
y un vago" muy preparado para "las intrigas",
pero "ineficiente y pésimo administrador",
opinó Bofill.
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