CULTURA
Carlos y Tomás
Juan González Febles
LA HABANA, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) -
Carlos Saura nació en España en
1932. Desarrolló una brillante carrera
como realizador cinematográfico en las
condiciones de la España franquista. Debutó
con "Los Golfos" en 1959. En 1963 realizó
"Llanto por un bandido" que puede catalogarse
como su despegue en el ámbito fílmico.
Su obra mayor y la que consolidó su prestigio
fue "La caza" de 1965.
Su unión con el productor Elías
Querejeta le permitió realizar el conjunto
más significativo de toda su carrera. Estas
películas, las más creativas de
su obra fílmica, fueron protagonizadas
por Geraldine Chaplin.
La Chaplin, con quien estuvo unido en matrimonio,
aportó cosmopolitismo, además de
un innegable talento histriónico. Esto
ayudó a trasponer el ámbito cerrado
nacionalista que para algunos amenazó la
universalidad de su obra.
"Peppermint Frappe", "Cría
cuervos" y "Ana y los lobos", todas
exhibidas en Cuba en su momento, evidenciaron
al cineasta con habilidad natural para transgredir
los códigos de la censura franquista.
El fin de esta dictadura y el advenimiento feliz
de la democracia, aparentemente secaron la fuente
de este creador. La libertad le hizo perder el
camino o simplemente le arrebató los temas
que trató como nadie.
El cubano Tomás Gutiérrez Alea
nació en La Habana en 1920. De familia
acomodada viajó a Europa en 1950. Allí
estudió cine y se influenció con
las corrientes en boga de la época. El
Neorrealismo Italiano y la Nueva Ola francesa
marcaron su estilo.
A su regreso a Cuba le fue imposible hacer cine
por falta de oportunidades, financiamiento e infraestructura
cinematográfica.
No obstante, se vinculó como muchos jóvenes
intelectuales de su generación, a los grupos
que apadrinaba el Partido Socialista Popular (PSP).
Esta vinculación y el conocimiento personal
de personalidades de la "vanguardia artístico-literaria"
liderada por los comunistas de Alfredo Guevara,
le franquearon las puertas del ICAIC en 1959.
En 1960 Alea filmó tres cuentos de cinco
en "Historias de la Revolución".
Esta que fue su ópera prima selló
un compromiso, que muchos interpretaron como el
del hombre con el grupo de poder que le permitió
filmar. La vida y el propio Alea se encargarían
de afirmar el compromiso de un artista con su
arte y con las ideas más puras de su mocedad.
Al igual que Saura, Alea fue un trasgresor con
una sutileza especial para violentar los códigos
de la censura castrista. "Muerte de un burócrata"
de 1966 y "Memorias del subdesarrollo"
de 1968 le confirieron un lugar muy especial entre
los creadores cubanos del momento. Este sitial
no le hizo perder prestigio ante la dictadura
castrista, que necesitaba su talento.
A diferencia de Saura que en su obra deja entrever
la supuesta predisposición del español
por vivir bajo una dictadura o rendir culto a
la violencia y la crueldad, Alea por su parte,
puso al descubierto la irracionalidad del sistema
y sus contradicciones más agudas.
Mientras el español se afirmó en
el fatalismo de un carácter étnico,
el cubano se afirmó en la esperanza y la
confianza en la capacidad de su gente para superarlo
todo, incluso la irracionalidad cruel del sistema.
"Fresa y chocolate" y su última
entrega, "Guantanamera" son una prueba
fehaciente de esto. En la primera atacó
uno de los pilares del castrismo: su carácter
excluyente. En la segunda fue más allá,
dejó demostrado que el mal no tiene remedio.
En ambas sentimos el dolor y el gusto amargo
que deja la frustración, pero en ambas
se impone la esperanza y la confianza en el pueblo
de Cuba, en lo mejor de la cubanía. Coincidentemente,
Alea dirigió a su esposa la actriz Mirta
Ibarra, como mismo hizo en su momento Saura y
con igual acierto.
Carlos Saura y Tomás Gutiérrez
Alea desarrollaron su obra bajo dictaduras. Los
dos a su manera dejaron un testimonio lúcido
traducido en el disfrute estético que en
un caso trascenderá la impronta del Caudillo
y en el otro el reflejo viscoso de sombra del
Comandante.
jgonzafeb@yahoo.com
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