CULTURA
A
la hora que me llamen, voy
Marcelo Jiménez Jiménez, Jóvenes
sin Censura
HOLGUIN, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) - Los
altos centros de propaganda izquierdista, de los
que beben los intelectuales cubanos, La Jiribilla
y Rebelión, repiten casi escandalosamente
el arquetipo intelectual orgánico.
Pero estos prototipos venidos de las más
rancias escuelas europeas, tendientes a llamarse
progresistas, se desmoronan, mutan y trasvisten
a su antojo, como es el caso de los intelectuales
cubanos de último grito.
Un joven intelectual cubano, además de
aceptar tácitamente la incorruptibilidad
del socialismo tropical, asiente a todas horas.
Si es un intelectual revolucionario, insiste en
desfilar en las publicaciones periódicas
de moda, parece que el caimán Barbudo está
pasando de edad. Y se exhiben ante el foro mediático
que los ponga tras luz del spot light, rasante
y seguidores tornasolados.
Pero el último síntoma aparecido
es el llamado "mi tío Max el viajero",
en alusión a un animado pasado por la televisión
cubana, donde un hombrecito no hace más
que viajar y viajar hasta el cansancio.
Esta dolencia que padece la nueva generación
de intelectuales cubanos, que viven dentro de
la isla, ha comenzado por los menguados eventos
artísticos del interior, tan lejanos ya
de las bacanales que se formaban con los ríos
de cervezas y las montañas de comida, que
había para sus antecesores en los años
80 del siglo anterior.
El tumor ha comenzado por ahí, pero han
hallado el filón dorado en los viajes a
los países latinoamericanos, que los reciben
como si fueran europeos o americanos del norte:
Con júbilo, y de ahí están
aprendiendo todo de quien no viene a dar, sino
a recibir, por lo menos un poco de aire fresco,
distinto. Una semana en un hotel que parece de
lujo y una vida que parece para todos.
Los dos países que han servido como anfitriones
y defendidos de los hoy incondicionales hermanos
caribeños son Venezuela y Bolivia. Hasta
allí han ido pintores, poetas, músicos
y locos -sobretodo a las provincias del interior
del país-, que durante años han
sido ninguneados por los frecuentes biombos y
sorteos de la UNEAC, el Instituto Cubano del Libro
y la Asociación Hermanos Sainz.
Ahora sí, dividendos como éstos
sólo se alcanzan con una incondicionalidad
a prueba de balas o alistándose en formación
cuando los coroneles vestidos de intelectuales,
como Alpidio Alonso Grau, por la Asociación
Hermanos Saínz; Carlos Martí, por
la UNEAC; o el mismísimo Abel Prieto en
persona toquen a arrebato. Se prueban con esto
y con firmar cuanta declaración de principio
y sus ideales le pongan por delante. Con eso no
se conoce el mundo, pero logran llevarlos a lo
que llaman el laboratorio vivo del tercer mundo.
El otro síntoma es cuando estos especímenes
suben al primer avión, no quieren bajar
ni con los gritos de sus madres. Y eso puede ser
fatal para el pensamiento vivo de un país.
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