PRENSA INDEPENDIENTE
Octubre 6, 2006

CULTURA
A la hora que me llamen, voy

Marcelo Jiménez Jiménez, Jóvenes sin Censura

HOLGUIN, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) - Los altos centros de propaganda izquierdista, de los que beben los intelectuales cubanos, La Jiribilla y Rebelión, repiten casi escandalosamente el arquetipo intelectual orgánico.

Pero estos prototipos venidos de las más rancias escuelas europeas, tendientes a llamarse progresistas, se desmoronan, mutan y trasvisten a su antojo, como es el caso de los intelectuales cubanos de último grito.

Un joven intelectual cubano, además de aceptar tácitamente la incorruptibilidad del socialismo tropical, asiente a todas horas. Si es un intelectual revolucionario, insiste en desfilar en las publicaciones periódicas de moda, parece que el caimán Barbudo está pasando de edad. Y se exhiben ante el foro mediático que los ponga tras luz del spot light, rasante y seguidores tornasolados.

Pero el último síntoma aparecido es el llamado "mi tío Max el viajero", en alusión a un animado pasado por la televisión cubana, donde un hombrecito no hace más que viajar y viajar hasta el cansancio.

Esta dolencia que padece la nueva generación de intelectuales cubanos, que viven dentro de la isla, ha comenzado por los menguados eventos artísticos del interior, tan lejanos ya de las bacanales que se formaban con los ríos de cervezas y las montañas de comida, que había para sus antecesores en los años 80 del siglo anterior.

El tumor ha comenzado por ahí, pero han hallado el filón dorado en los viajes a los países latinoamericanos, que los reciben como si fueran europeos o americanos del norte: Con júbilo, y de ahí están aprendiendo todo de quien no viene a dar, sino a recibir, por lo menos un poco de aire fresco, distinto. Una semana en un hotel que parece de lujo y una vida que parece para todos.

Los dos países que han servido como anfitriones y defendidos de los hoy incondicionales hermanos caribeños son Venezuela y Bolivia. Hasta allí han ido pintores, poetas, músicos y locos -sobretodo a las provincias del interior del país-, que durante años han sido ninguneados por los frecuentes biombos y sorteos de la UNEAC, el Instituto Cubano del Libro y la Asociación Hermanos Sainz.

Ahora sí, dividendos como éstos sólo se alcanzan con una incondicionalidad a prueba de balas o alistándose en formación cuando los coroneles vestidos de intelectuales, como Alpidio Alonso Grau, por la Asociación Hermanos Saínz; Carlos Martí, por la UNEAC; o el mismísimo Abel Prieto en persona toquen a arrebato. Se prueban con esto y con firmar cuanta declaración de principio y sus ideales le pongan por delante. Con eso no se conoce el mundo, pero logran llevarlos a lo que llaman el laboratorio vivo del tercer mundo.

El otro síntoma es cuando estos especímenes suben al primer avión, no quieren bajar ni con los gritos de sus madres. Y eso puede ser fatal para el pensamiento vivo de un país.


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