DESDE
LA CARCEL
Chulo de nuevo tipo
Oscar Mario González
PRISION 1580, LA HABANA - Noviembre (www.cubanet.org)
- Mi asombro fue enorme al saber que Gerardo estaba
preso por proxeneta. Nunca habíamos conversado,
a pesar de dormir frente a mí desde hacía
un mes. Los presos somos cortos de lengua, hablamos
poco, por aquello de que "en boca cerrada
no entran moscas".
Mi sorpresa estaba justificada. Conservaba en
mi memoria la figura del chulo como la de un tipo
joven y apuesto. Gerardo, en cambio, estaba comido
por la artrosis. Era un cincuentón envejecido,
encorvado, pequeño, calvo y seco de carnes.
Pero seguía siendo un verdadero proxeneta,
pues en Cuba, más que las dotes de un seductor,
el poder y la posesión son los que acreditan
el triunfo sobre la voluntad femenina.
Gerardo, acostumbrado a tratar con prostitutas,
le había echado el ojo a Yanet desde que
la conociera en casa de una vecina, donde la muchacha
pasaba unos días. Llegó de Santiago
de Cuba. Allí se había ganado fama
dentro de su oficio: jinetera. En la capital se
ampliaba el horizonte de las posibilidades para
el sueño de cualquier prostituta, sobre
todo el de conseguir un "yuma que la sacara
de este maldito país".
Gerardo, con su olfato de viejo lobo, le abordó
el asunto a la muchacha directamente.
-Si me das la mitad del dinero que ganes te aseguro
alojamiento y comida. Pero tienes que ser leal
conmigo y ponerte pa´mí cuando te
lo pida.
-Te juro que no tendrás quejas de mí,
Gerardito. ¿Puedo tener una llave del cuarto?
-Sí, pero cuidadito con meter a nadie.
Lo tuyo es de la puerta pa´fuera. Si no
te portas bien te mandó pa´Santiago
de cabeza.
-Qué va, mi cielo. No vas a tener quejas.
Haré lo que tú digas, pipo.
Yanet conocía bien su trabajo y Gerardo
era experto en lo suyo.
Pasaron seis meses de buen entendimiento y jugosos
beneficios. Gerardo, sin ayer ni mañana.
Yanet soñando con su extranjero y la salida
definitiva del país.
Pero así como en el cielo despejado aparece
siempre una tiñosa, una noche de mala estrella
aleteó una lechuza sobre la suerte de Gerardo
y Yanet.
Sucedió que el marido de la presidenta
del Comité de Defensa de la Revolución
habló con el chulo para que le concediera
los favores sexuales de la santiaguera. Gerardo
accedió para evitar problemas con "gente
influyente", pues hay que tenerla siempre,
razonaba, del lado de uno.
Las malas lenguas dieron cuenta a la presidenta
del CDR de las bellaquerías del marido.
Con precisión, hora, lugar y día.
Cuando Yanet y su pareja se encontraban en el
clímax de la actividad erótica,
un golpe estruendoso derribó la puerta
y el solar en pleno se alborotó. Los perros
ladraban, los muchachos reían, los vecinos
comentaban a carcajadas y lanzaban improperios
a la "jinetera santiaguera que había
revuelto el solar". En medio de la molotera
se escuchó la sirena del carro patrullero,
que en un dos por tres se encontraba en la puerta
del solar.
Hoy, desde su celda, Gerardo recuerdo a la joven
y sensual Yanet, y los deliciosos momentos que
vivió con ella en el cuarto de aquel solar
en el barrio Atarés. La muchacha, en la
prisión Manto Negro, espera el cumplimiento
de condena de dos años para reiniciar la
búsqueda del yuma soñado, canadiense,
español, italiano o francés que
se enamore de su cuerpo y la saque de "este
maldito país".
N. del editor: Esta crónica
fue escrita por Oscar Mario González unos
días antes de ser excarcelado el 20 de
noviembre.
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