Cuba,
sin Fidel y sin apertura
El comercio con China, el
turismo, las remesas y el petróleo venezolano
apuntalan una revolución enrocada desde
1959
Juan Jesús Aznárez.
El País,
12 de noviembre de 2006.
Madrid.- Meses atrás, en un almuerzo de
embajada, el vicepresidente de Cuba, Carlos Lage,
comentó admirativamente el modelo aplicado
por Vietnam: abrió su economía y
redujo la pobreza sin renunciar a la rectoría
del Partido Comunista de Vietnam (PCM). Lage entregó
a Fidel Castro un ponderado informe sobre el comportamiento
del país asiático, según
afirmó a este periódico uno de los
comensales, pero habría recibido esta respuesta:
"Eso está muy bien, pero Vietnam es
Vietnam y Cuba es Cuba".
No sería la primera vez que se rechaza
la apertura económica, y la propiedad privada,
en la mayor de las Antillas, temiendo que su desarrollo
desencadene desigualdades y tensiones políticas
susceptibles de malograr la esencia de una revolución
que se liberalizó parcialmente en el año
1993, con el decreto ley 141 sobre el trabajo
por cuenta propia, sólo para sobrevivir
al derrumbe de la URSS.
Pero lo peor, la bancarrota nacional de principios
de los noventa, con una caída del producto
interior bruto cercano al 40% y una reducción
del comercio exterior del 75%, ya pasó.
El funcionamiento de los sectores estratégicos
parece asegurado por el actual crecimiento: una
media del 5% anual durante el último decenio,
y un 11,8% el pasado año, el más
alto desde 1959, según una polémica
medición del índice que llevó
a la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL) a no incluir a Cuba
en sus estadísticas. El comercio con China,
superior a los 900 millones de euros, y los 100.000
barriles diarios de petróleo venezolano
son otros dos elementos que apuntalan los suministros
y la operatividad energética. "Podemos
seguir así mucho tiempo", dice un
funcionario.
No urge al Partido Comunista de Cuba (PCC) un
cambio del modelo centralista en vigor, denunciado
como incapaz de resolver las necesidades de consumo
de los 11,3 millones de cubanos, y causante del
descontento percibido en una parte significativa
de la población. La relajación capitalista,
sin embargo, no ocurrirá en vida de Fidel
Castro, ni previsiblemente durante el arranque
del mandato de su hermano Raúl, jefe del
Ejército, interinamente al mando del país.
El ministro de Economía y Planificación,
José Luis Rodríguez, es taxativo:
"En el hipotético caso de que siguiera
enfermo el comandante, no está prevista
una apertura de mercado. No está en el
deseo del pueblo, ni está en ninguna de
nuestras consideraciones". Castro, de 80
años, convaleciente de la delicada operación
quirúrgica del 31 de julio, siempre sostuvo
que con medidas capitalistas no se construye el
socialismo. Aceptó algunas a regañadientes,
pero los dirigentes que consideraron útil
la profundización de varias debieron desistir.
"Buena parte del pueblo, sí las desea.
Aceptaría seguir con las actuales estructuras
políticas, a cambio de propiedad privada,
negocios, y posibilidades de prosperar",
señala un diplomático. Los cubanos
no olvidan los sufrimientos del Periodo Especial,
de principios de los noventa, cuando el parque
móvil quedó detenido por falta de
piezas y carburante, la tracción animal
regresó al campo, y los cortes de energía
duraban de 11 a 14 horas al día.
La gradual apertura política del régimen
a través de una gradual apertura económica
para superar aquella crisis, y para sentar las
bases de la democracia, fue el objetivo de la
misión llevada a cabo en Cuba, durante
la hecatombe del año 1993, por el socialista
español Carlos Solchaga, ex ministro de
Economía y Finanzas (1991-1993). El asesor
designado por Felipe González no ocultó
al presidente cubano las consecuencias de los
cambios propuestos: "Se lo dijimos así:
'No queremos engañarte. Si aquí
se permite libertad de empresas creciente y la
gente puede emplear a otros conciudadanos, si
existe propiedad privada crecientemente va a haber
una exigencia de libertades políticas".
El ex ministro viajó a la isla entre los
años 1993 y 1996, sin lograr las reformas
propugnadas, que pasaban por el mantenimiento
de un poderoso sector público para preservar
las realizaciones cubanas en los sectores de la
educación, la sanidad y la seguridad social.
"Fidel no es bobo. Se dio cuenta enseguida
de que el fin último era apartarle poco
a poco del poder", señala un periodista
del periódico Granma, órgano oficial
del PCC.
Para entonces, la enmienda constitucional de
1992 había aprobado un cambio trascendente:
la legalización de la tenencia de dólares,
que ayudó a captar las remesas de los exiliados
y residentes en el extranjero (cerca de 1.000
millones de dólares anuales) en las Tiendas
de Recaudación de Divisas (TRD). El doble
circuito financiero, peso y dólar, causó
contradicciones ideológicas todavía
sin resolver, un poderoso mercado negro y dos
mitades sociales: la de menor capacidad de consumo,
con el peso nacional como principal fuente de
ingresos, y la pertrechada por la moneda norteamericana,
sustituida por el euro (el peso convertible) en
junio de 2002, que les permitía un gran
acceso a las comodidades materiales a la venta.
El mercado libre agropecuario de los años
ochenta también causó conflictos
al comunismo cubano. Al permitirse a los campesinos
vender libremente sus productos, la demanda fue
enorme, y numerosos guajiros acumularon cuantiosas
riquezas: dinero, televisores, automóviles
o casas. La ortodoxia comunista y el cooperativismo
oficial protestaron ante Fidel Castro, quien ordenó
el cierre de ese mercado arguyendo que la meta
socialista es avanzar hacia una sociedad igualitaria,
no hacia a la lucha de clases y la existencia
de ricos y pobres.
La misma doctrina subyació en la decisión
de reducir drásticamente las 208.500 licencias
de trabajo por cuenta propia, desde taxistas y
artesanos, a restauradores y peluqueros, aprobadas,
según datos del Banco Nacional de Cuba
en 1995.
Las actividades de lucro privado no fueron ilegalizadas,
pero les cayó encima una catarata de impuestos
y regulaciones sobre costes, precios y renovaciones
que hicieron ruinosas a decenas de miles. No obstante,
un total de 150.000 pequeños agricultores,
fundamentales en el cultivo de tabaco, pueden
vender libremente sus cosechas de vegetales, con
algunos reparos administrativos. El modo de operar
de aquel turbulento periodo continúa en
vigor. "La política económica
que se aplica en nuestro país, las medidas,
están condicionadas por el momento. Es
así en el sector privado, y con la inversión
extranjera", reconocen fuentes oficiales.
Se trata de firmar acuerdos con grandes corporaciones
extranjeras, principalmente del sector energético,
más que con la pequeña empresa,
muy útil cuando la crisis de principios
de los noventa casi descalabra la revolución
de 1959, que se vio obligada a ceder a los particulares
servicios que el Estado no podía desarrollar.
Pujante ahora el turismo, con 2,3 millones de
entradas el pasado año contra un millón
de hace 10, y con 2.000 millones de euros en ingresos,
pero deficitaria todavía la oferta oficial
de habitaciones, continúa legalizado su
alquiler por particulares. "Muchos tienen
miles de dólares acumulados por los alquileres,
pero no pueden comprarse un coche porque los asignan
en función de las lealtades revolucionarias
y las necesidades establecidas por el Estado",
según precisa un español residente
en la isla.
Salvo los imponderables derivados de la muerte
de Fidel Castro, nada indica que el régimen
revolucionario vaya a alterar su comportamiento
y escala de valores. "El rumbo acertado de
la política monetaria y la economía,
y el cumplimiento riguroso de los compromisos
financieros externos, han ampliado la capacidad
crediticia del país, permitiendo que el
73% de los financiamientos sean ahora a largo
y mediano plazo", según la exposición
de Osvaldo Martínez, presidente de la Comisión
de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional
del Poder Popular (Parlamento). "Las decisiones
de carácter estratégico, tomadas
centralmente y con sentido de país, van
demostrando que sólo así es posible
avanzar en la construcción del socialismo".
Las intenciones de Carlos Solchaga no eran precisamente
afianzarlo.
La salida propuesta a Fidel Castro permitía
cambios graduales: empezar por la parte económica
"sin tener que prescindir de los principios
ideológicos del régimen, de irse
adaptando, de manera que pareciera a la mayor
parte de la población una deriva razonable
del pensamiento", según el asesor.
La formulación naufragó porque,
entre otros factores, el presidente cubano conocía
que la armónica convivencia del comunismo
chino y vietnamita con economías de perfil
capitalista era posible en dos naciones de extracción
más pobre y rural, pero imposible, sin
alteraciones políticas y sociales graves,
en el Caribe, en una sociedad más urbana,
con otra historia y otra cultura.
El volantazo hacia la economía de mercado
no se efectuó hace 13 años, pese
a que el corte de los vitales suministros de la
Unión Soviética y la imposibilidad
de acceder al crédito, debido a la acumulación
de deuda con el Club de París, por encima
de los 3.500 millones de euros, causaron estragos
en la población; por lo tanto es altamente
improbable que se produzca ahora, con una situación
menos agobiante. "El valor del Producto Interior
Bruto del año 2005 equivale a 1989. Nos
ha llevado 16 años recuperar aquel nivel.
Pero el PIB de ahora es de mejor calidad",
según destaca el ministro de Economía
y Planificación. Independientemente de
las mediciones y la ideología, la estructura
legal de la economía cubana, y sus limitadas
reservas en divisas, dificultan transformaciones
sustantivas, entre ellas la travesía hacia
un sistema monetario único, que implicaría
un fuerte ajuste cambiario.
"El Gobierno está luchando ahora
contra los nuevos ricos, la mayoría nacidos
del mercado negro de los años noventa,
pero hay cosas que se pueden hacer sin necesidad
de anular su creatividad emprendedora. Una solución
sería arbitrar un fuerte sistema de imposición
directa, que limitaría mucho las diferencias
en las rentas", señala un economista
extranjero asentado en La Habana.
Pero el rico, y el trabajo por cuenta ajena,
no tienen futuro en la Cuba castrista, contrariamente
a la inversión de principios del comunismo
chino. Su líder Deng Xiaoping (1904-1997)
bendijo el desembarco del capitalismo en su país,
en el año 1979, con la célebre declaración
de Cantón: "Enriquecerse es glorioso".
"Tal vez, uno de los dilemas más complejos
de una revolución socialista, es lograr
efectividad en la gestión económica,
sin renunciar al objetivo políticamente
estratégico de crear una conciencia comunista",
según admite el presidente del Banco Central
de Cuba, Francisco Soberón. "La razón
es simple: mientras se trabaja en la forja de
esa conciencia comunista, las necesidades materiales
están ahí con quemante urgencia
y hay que tratar de encontrar soluciones".
A la espera de que el centralismo revolucionario
las encuentre para resolver el problema del transporte,
la vivienda o la alimentación, aquellos
cubanos que consideran que ese hallazgo será
imposible optaron por el robo de recursos del
Estado, frecuentemente con complicidades oficiales.
Contra esa práctica actúa ahora
una revolución reacia a la apertura, reclamada
por quienes creen que hace años agotó
su capacidad de generar riqueza.
0 millones de dólares y lastró
el desarrollo de Cuba, según las cifras
oficiales cubanas. "Aparte de consideraciones
políticas, hay gente que no valora el daño
que nos ha hecho el bloqueo", señalan
fuentes diplomáticas de La Habana. La mayoría
de los economistas sostiene, sin embargo, que
la esencia del problema es otra: Cuba no prosperará
mientras más del 90% de su economía
siga controlada por el Estado, apenas exista la
propiedad privada, y no haya planes para ampliar
la libertad emprendedora de los ciudadanos. El
embargo, sin embargo, no es una cuestión
menor. Impide a Cuba comerciar con EE UU y recibir
turistas de ese país, a 140 kilómetros
de sus costas. También prohíbe a
la isla utilizar el dólar en sus transacciones
externas y recibir créditos o efectuar
operaciones con bancos norteamericanos o sus filiales
en otros países.
No permite al Banco Mundial o al Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) otorgar préstamos,
y las empresas no pueden exportar a Cuba equipos
que contengan más del 10% de componentes
estadounidenses. La ONU pidió este jueves
su levantamiento con 183 votos a favor, cuatro
en contra y una abstención.
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