PRENSA INTERNACIONAL
Marzo 6, 2006
 

El terror crece en primavera

Raúl Rivero, El Nuevo Herald, 5 de marzo de 2006.

M adrid -- El comunismo cubano, diestro en persecuciones y condenas, experimentado productor de sufrimientos, sabio y terco fabricante de miedos y pavores, vicioso de la pólvora y las llaves, celebra la entrada de esta primavera con la instalación, casa por casa, de todos los matices del terror.

Sus instintos sombríos tienen una relación morbosa con las fuerzas de la naturaleza.

En su viaje final a lo hondo de la tierra por estas fechas de fertilidad y floraciones, el odio que genera ese sistema tiene estremecimientos, convulsiones que lo llevan --junto a sus fundamentos esenciales-- a reaccionar con violencia contra Cuba, que se sacude de él como un animal contaminado.

En el 2003 tuvo una gran crisis de inseguridad y rencor cuando bautizó la estación como la primavera negra, después de una campaña represiva que condenó a 75 cubanos a diez siglos de cárcel.

Ahora, en el temblor del desenlace, ataca a los opositores pacíficos con una variedad de métodos que van desde golpizas y agresiones de turbas a familias en sus casas, hasta predios más sutiles de humillación, rebaja moral, tortura síquica y coreografías legales con su comparsa de figurantes travestidos de abogados.

Ha pasado en Moa, Holguín, en la zona oriental del país, donde una cuadrilla de castristas que viajaba en dos camionetas estatales, se abalanzó sobre el activista Omar Pérez Torres, del Movimiento de Resistencia Cívica Pedro Luis Boitel, y le produjo heridas graves en la cabeza y en el torso.

En el mismo poblado, horas después otro opositor pacífico, José Manuel de la Rosa, recibió un tratamiento similar por otra partida (o por la misma) de sirvientes que la policía y el Partido Comunista utilizan para dormir tranquilos y soñar que la vida sigue igual.

En Matanzas, en una muestra de inmoral ensañamiento y brutalidad, otra turba atacó, por segunda vez en menos de un mes, la humilde vivienda de Gloria Amaya, la madre de los hermanos Sigler, que cumplen sanciones de 20 y 18 años desde la primavera negra.

Esta semana golpearon a familiares de los dos prisioneros de conciencia, insultaron a la señora Amaya y agredieron a jóvenes mujeres que estaban en el local, algunas en estado de gestación y otras con hijos pequeños.

Aquí actuaron fuerzas combinadas del Partido Comunista, la Seguridad del Estado y miembros uniformados de la Policía Nacional Revolucionaria. Una acción heroica por la que recibirán en su momento sus medallas de lata y su jaba con talco.

Otro capítulo del terror tiene que ver con la ofensiva contra la corrupción. Una corrupción que es consustancial con el sistema. Ningún cubano se roba un millón de pesos en un banco, pero millones de cubanos se tienen que robar aunque sea un peso diario para sobrevivir, ésa es la realidad.

Fidel Castro quiere acabar con los ricos en un país donde los únicos que tienen poder y dinero son sus cómplices y los extranjeros. Entonces, lanza las brigadas policiales contra los minusválidos, los jubilados, los desvalidos y los desamparados que venden chorombolos y pacotilla a la salida de las tiendas y en las oquedades de los mercadillos que ofrecen plátanos raquíticos y donde una libra de carne de cerdo cuesta la mitad del sueldo de un pensionado.

Riega por la ciudad y el campo bandas de jóvenes recién adoctrinados a perseguir a las pequeñas mafias estatales que administraron, hasta ayer, los chícharos, los cigarros, el ron y la gasolina. Y en esas razias se llevan a un tipo que se robó diez naranjas, una tilapia y un coco seco para alimentar a su familia hambrienta.

El terror se esmera con la disidencia. En los últimos días, unos jueces citaron a los periodistas Jorge Olivera y Oscar Espinosa Chepe --sancionados en el 2003 y liberados dos años más tarde bajo licencia extrapenal por enfermedad-- para advertirles que diversos mecanismos gubernamentales que funcionan en las cuadras fiscalizarán sus movimientos para, en caso de que se considere pertinente, devolverlos, con patologías y todo, a las prisiones. A Olivera, en particular, le exigen que se incorpore a trabajar en una dependencia del Ministerio de la Salud.

Todo ese terror tiene, como cómplice, aliado y promotores principales a los equí-

vocos verdugos del idioma de la prensa oficial y a sus cómplices voluntarios en el extranjero. Así está Cuba, bajo casi todos los registros del terror cuando está por entrar nuestra estación florida.

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