El
terror crece en primavera
Raúl Rivero, El
Nuevo Herald, 5 de marzo de 2006.
M adrid -- El comunismo cubano, diestro en persecuciones
y condenas, experimentado productor de sufrimientos,
sabio y terco fabricante de miedos y pavores,
vicioso de la pólvora y las llaves, celebra
la entrada de esta primavera con la instalación,
casa por casa, de todos los matices del terror.
Sus instintos sombríos tienen una relación
morbosa con las fuerzas de la naturaleza.
En su viaje final a lo hondo de la tierra por
estas fechas de fertilidad y floraciones, el odio
que genera ese sistema tiene estremecimientos,
convulsiones que lo llevan --junto a sus fundamentos
esenciales-- a reaccionar con violencia contra
Cuba, que se sacude de él como un animal
contaminado.
En el 2003 tuvo una gran crisis de inseguridad
y rencor cuando bautizó la estación
como la primavera negra, después de una
campaña represiva que condenó a
75 cubanos a diez siglos de cárcel.
Ahora, en el temblor del desenlace, ataca a los
opositores pacíficos con una variedad de
métodos que van desde golpizas y agresiones
de turbas a familias en sus casas, hasta predios
más sutiles de humillación, rebaja
moral, tortura síquica y coreografías
legales con su comparsa de figurantes travestidos
de abogados.
Ha pasado en Moa, Holguín, en la zona
oriental del país, donde una cuadrilla
de castristas que viajaba en dos camionetas estatales,
se abalanzó sobre el activista Omar Pérez
Torres, del Movimiento de Resistencia Cívica
Pedro Luis Boitel, y le produjo heridas graves
en la cabeza y en el torso.
En el mismo poblado, horas después otro
opositor pacífico, José Manuel de
la Rosa, recibió un tratamiento similar
por otra partida (o por la misma) de sirvientes
que la policía y el Partido Comunista utilizan
para dormir tranquilos y soñar que la vida
sigue igual.
En Matanzas, en una muestra de inmoral ensañamiento
y brutalidad, otra turba atacó, por segunda
vez en menos de un mes, la humilde vivienda de
Gloria Amaya, la madre de los hermanos Sigler,
que cumplen sanciones de 20 y 18 años desde
la primavera negra.
Esta semana golpearon a familiares de los dos
prisioneros de conciencia, insultaron a la señora
Amaya y agredieron a jóvenes mujeres que
estaban en el local, algunas en estado de gestación
y otras con hijos pequeños.
Aquí actuaron fuerzas combinadas del Partido
Comunista, la Seguridad del Estado y miembros
uniformados de la Policía Nacional Revolucionaria.
Una acción heroica por la que recibirán
en su momento sus medallas de lata y su jaba con
talco.
Otro capítulo del terror tiene que ver
con la ofensiva contra la corrupción. Una
corrupción que es consustancial con el
sistema. Ningún cubano se roba un millón
de pesos en un banco, pero millones de cubanos
se tienen que robar aunque sea un peso diario
para sobrevivir, ésa es la realidad.
Fidel Castro quiere acabar con los ricos en un
país donde los únicos que tienen
poder y dinero son sus cómplices y los
extranjeros. Entonces, lanza las brigadas policiales
contra los minusválidos, los jubilados,
los desvalidos y los desamparados que venden chorombolos
y pacotilla a la salida de las tiendas y en las
oquedades de los mercadillos que ofrecen plátanos
raquíticos y donde una libra de carne de
cerdo cuesta la mitad del sueldo de un pensionado.
Riega por la ciudad y el campo bandas de jóvenes
recién adoctrinados a perseguir a las pequeñas
mafias estatales que administraron, hasta ayer,
los chícharos, los cigarros, el ron y la
gasolina. Y en esas razias se llevan a un tipo
que se robó diez naranjas, una tilapia
y un coco seco para alimentar a su familia hambrienta.
El terror se esmera con la disidencia. En los
últimos días, unos jueces citaron
a los periodistas Jorge Olivera y Oscar Espinosa
Chepe --sancionados en el 2003 y liberados dos
años más tarde bajo licencia extrapenal
por enfermedad-- para advertirles que diversos
mecanismos gubernamentales que funcionan en las
cuadras fiscalizarán sus movimientos para,
en caso de que se considere pertinente, devolverlos,
con patologías y todo, a las prisiones.
A Olivera, en particular, le exigen que se incorpore
a trabajar en una dependencia del Ministerio de
la Salud.
Todo ese terror tiene, como cómplice,
aliado y promotores principales a los equí-
vocos verdugos del idioma de la prensa oficial
y a sus cómplices voluntarios en el extranjero.
Así está Cuba, bajo casi todos los
registros del terror cuando está por entrar
nuestra estación florida.
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