PRENSA INTERNACIONAL
Junio 26, 2006
 

Corrupción en la Cuba de Fidel

El Litoral, Argentina, 24 de junio de 2006.

Después de haber sido señalado como uno de los mandatarios más ricos del mundo, el dictador Fidel Castro promovió sanciones contra algunos dirigentes del Partido Comunista Cubano acusándolos de corruptos. No es la primera vez que desde la cúpula del poder se toma este tipo de medidas.

Las purgas en los máximos niveles de dirección es una tradición del comunismo que en su momento practicó Stalin y que ahora reproduce Castro invocando vicios políticos que, en algunos casos, pueden ser verdaderos. Sin embargo, es necesario puntualizar que los supuestos juicios "populares" se realizan en el ámbito cerrado del poder y sin garantías para los imputados. Por consiguiente, siempre existen sospechas de que se trata más de ajustes de cuentas o del sacrificio de un chivo expiatorio, que de procedimientos justos.

La corrupción es en Cuba un mal endémico. No se trata de una anécdota marginal o el producto de la tentación de un funcionario, sino de un síntoma estructural que pone en discusión la propia legitimidad del supuesto socialismo de Estado que allí se practica. Para expresarlo con otros términos, la corrupción en Cuba es un dato de la vida cotidiana, lo cual no excluye la responsabilidad de quienes ejercen el poder, beneficiarios concretos de un sistema que sobrevive gracias al peculado.

En una economía incapaz de producir los recursos necesarios para vivir, controlada rígidamente por el Estado que persigue y castiga toda infracción a estas reglas de hierro y que, al mismo tiempo, sólo puede garantizar sueldos miserables a sus habitantes, no queda otra alternativa para sobrevivir que el mercado negro.

Basta con caminar por las calles de las principales ciudades de la isla para verificar que la corrupción es un estilo de vida. Desde el taxi que traslada al visitante desde el aeropuerto a la ciudad, hasta el vendedor ambulante de baratijas, pasando por el promotor de sexo, todo funciona al margen de la ley. La corrupción cotidiana en Cuba es visible hasta para el turista más distraído, por lo que llama la atención que un régimen que se jacta de contar con los servicios de inteligencia y seguridad más eficientes del mundo (tal vez la única herencia histórica importante que haya dejado el comunismo en el siglo XX sea la eficacia de su sistema represivo), no esté en condiciones de detectarla.

Por lo tanto, la corrupción en Cuba es más un sistema de sobrevivencia que un entramado delictual, ya que hasta los funcionarios más estrictos del Partido Comunista saben que ésta es la única alternativa que tienen los pobladores para vivir en un régimen que todavía funciona con tarjetas de racionamiento y paga los sueldos más miserables de América latina.

Está claro que la responsabilidad del sistema no incluye sólo la permisividad del poder, sino también la complicidad de altos funcionarios que desde las áreas del Estado se enriquecen abasteciendo de recursos a los protagonistas cotidianos del mercado negro. La corrupción en Cuba, entonces, no es el producto de una falla moral o del error de un funcionario; por el contrario, es la única alternativa que se le presenta al ciudadano para poder satisfacer sus mínimas necesidades.

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